En grupo: jefe 6ª planta

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El jefe de planta era un enorme mosquito de más de diez metros de longitud. Gjaki siempre había pensado que era una broma o un bug del juego, pero era real.

Al igual que las versiones menores, su gran arma era su velocidad, incluso mayor que estos a pesar de que el tamaño podía hacer pensar lo contrario. El problema era que estaba en un lugar que, aunque de grandes dimensiones, era insuficiente para aprovechar su gran tamaño y velocidad.

–Pues no era un bug– se dijo ella, mientras miraba perpleja como su enemigo golpeaba contra la roca al no poder detenerse a tiempo.

La táctica era sencilla. Lo primero era prestar atención a los Ataques Fulgurantes del jefe. Lo segundo, esquivar pegada a la pared para que chocara contra ésta. Por último, atacar a distancia cuando eso sucediera y se detuviera. O desde cerca, si era quien había esquivado.

Si se contaba con un buen tanque, también se podía provocar que chocara contra su escudo. Sin embargo, los tres niveles por debajo de Kroquia, y unos pocos más de su equipo, lo hacían inviable.

Los ataques a distancia no eran muy potentes, pues arquero y maga estaban unos pocos niveles por debajo. Así que Gjaki se encargaba de la mayoría de daño. No obstante, solo podía hacerlo durante un breve período de tiempo, así que parecía que el combate iba a alargarse. Por desgracia, el jefe regeneraba sus alas con rapidez, por lo que atacarlas no era una buena opción.

Había, no obstante, una estrategia alternativa. Algunos recovecos de la caverna podía atrapar al jefe por unos momentos. El problema residía en como atraerlo hasta allí, pues la propia forma de dichos lugares impediría esquivar y salir de ellos antes de que éste entrara.

Una posibilidad era usar Intangible. Sin embargo, eso la dejaría sin su as en la manga, por no hablar de la vitalidad perdida, por lo que era un tanto reticente a hacerlo. Por suerte, había un método mucho más sencillo.

Un mastín de sangre no era suficiente para atraer la atención del enorme mosquito cuando estaba centrado en la vampiresa. Pero eso era algo que podía arreglarse con Oscuridad, tras un impacto contra la pared. Así que el jefe se volvió hacia el mastín que acababa de atacarlo.

Corrió éste hacia la posición indicada, seguida de un enemigo más rápido, pero que necesitaba primero acelerar. Y desapareció al ser aplastado y succionado por el jefe de planta.

Seis trampas de Tentáculos se enroscaron alrededor de su presa, ya medio atrapada por el lugar elegido como emboscada. Gjaki apareció pronto detrás, con un martillo, para empujarlo desde atrás y hacia dentro en cada golpe.

El resto del grupo se unió poco después. Si bien su nivel era menor, eso no significaba que no pudieran ayudar en aquellas circunstancias.

Lo más complicado fue controlar el ataque de risa de Gjaki, que resultó peligrosamente contagioso. Al llegar al 50% de su vitalidad, el jefe de planta había crecido, aumentando su tamaño e incrustándose en su prisión. Ahora ya no era ni siquiera necesario empujarlo. Cuando llegó al 25% y creció más, a más de uno se le escapaban las lágrimas.

Estuvieron un buen rato riéndose después de eliminarlo. Y bastante más mientras comían en el área de descanso. Allí había otro grupo de aventureros, de apariencia humanoide. No era algo habitual, pues la mayoría eran reptilianos, pero tampoco excepcional.

No dijeron ni hicieron nada aparte de un leve saludo cuando ellos entraron, y al irse. Sin embargo, Gjaki se sentía incómoda.

–No me gusta como me miraban– dijo cuando se fueron.

–Sí, había algo en sus ojos. Sin duda querían algo, pero no sé qué. Quizás es que seas humana como ellos. Bueno, al menos lo pareces– coincidió Kroquia.

–Que no hayan dicho nada no sé si es buena señal. Quizás esperan a encontrarte fuera– se preocupó Krinia.

–Que lo intenten– dijo desafiante la vampiresa.

Aquel grupo eran humanos de aspecto algo tosco, cuatro hombres y dos mujeres. Su equipo no parecía excesivamente caro, pero si funcional, lo que indicaba que no eran nobles o ricos.

Lo más preocupante era que sus niveles estaban entre 40 y 43, lo que los hacía peligrosos. A pesar de ello, Gjaki no les tenía miedo. Su experiencia le había permitido averiguar la diferencia entre ella y otros de su nivel. Incluso si estaban dos niveles por encima, tenía confianza de poder manejarlo. Si bien seis eran demasiados, estaba segura de poder escapar.



Como siempre, salió Gjaki la primera y envió a sus exploradores, totalmente invisibles en la oscuridad de la noche, aunque no a los seres de maná. Pero sí a quienes estaba acechando tras un recodo, que Gjaki reconoció como los niveles 42 y 43.

Frunció el ceño. Aquello no presagiaba nada bueno, aunque le intrigaba saber dónde estaban los otros cuatro. Sin embargo, sus Murciélagos no fueron capaces de encontrarlos.

Decidió acercarse, aprovechando las tinieblas de la mazmorra. Estaba casi segura de que ellos no podían ver en la oscuridad, y de que esperaban que se acercaran con algún tipo de lámpara, como habían hecho al entrar al área de descanso. Sin embargo, ella sí tenía Visión Nocturna.

Claro que, a pesar de sospechar de ellos, no podía estar completamente segura de que sus intenciones fueran hostiles. Es cierto que esperar a escondidas resultaba poco alentador, pero también que no habían actuado contra ninguno de ellos, por ahora.

Así que se acercó a una distancia prudencial y los llamó. A sólo dos de ellos no les tenía ningún miedo.

–¿Qué es lo que queréis de nosotros?– preguntó, sorprendiéndolos.

Pero la sorpresa no les duró mucho. Casi de inmediato, activaron la trampa que habían preparado. Una especie de rejas eléctricas salieron de un artefacto, bastante más poderosas de lo que podía lograr alguien de su nivel. Eran equivalentes al hechizo de alguien en nivel 70, quizás más.

–Je, je. Nos ahorra trabajo que hayas venido tú sola. Ahora sé buena y sé obediente, no puedes escapar de aquí ni con el portal de escape– aseguró uno de ellos.

–¿A qué viene esto? ¿Qué queréis?– preguntó la vampiresa, que a pesar de la situación no parecía nerviosa.

–¿Sabes lo que es estar con dos parejas todo el tiempo? ¡Y encima se van cuando bromeamos un poco! Por si fuera poco, lo más parecido a una mujer que hay en estas malditas tierras son esas lagartas. Te queremos a ti. No te preocupes, te trataremos bien. Seguro que debajo de esa capucha eres una preciosidad.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora