El Bosque de la Muerte (I)

323 54 0
                                    

El sol de media tarde iluminaba el Bosque de la Muerte. No había más seres vivos que los grandes árboles capaces de resistir la presencia de la muerte, o los insectos y animales capaces de escapar y esconderse de ella.

Gjaki sonrió agriamente. En el juego, de haber tenido la mala suerte de salir a aquella hora, probablemente habría muerto a causa de los rayos del sol. No había forma de que un vampiro nivel 2 o 3 pudiera sobrevivir a aquella luz, que se había llevado por delante a muchos vampiros novatos.

No obstante, en su día, ella había sobrevivido, pues tenía una arma muy poderosa llamada información. Sabía que aquello podía pasar, así que había estado esperando con su otro personaje a que se hiciera de noche. Sólo entonces, había salido de la zona de iniciación.

Sin embargo, en esta ocasión no había tenido esa opción. Por lo tanto, había usado ropas para protegerse del sol, ropas capaces de bloquear completamente su luz, ropas que no eran accesibles en el pasado para los vampiros novatos.

Se refugió en la sombra de un árbol. Allí la presión no era tan fuerte y podía permitirse mirar alrededor. La luz del sol quizás podría dañarle la piel expuesta o sus ojos, pero estos estaban cubiertos por unas llamativas gafas de sol, y toda su piel estaba tapada.

Era el mismo lugar que recordaba, un bosque habitado principalmente por nomuertos, y otra de las bromas contra los vampiros. No era que aquellos seres fueran extremadamente poderosos. Incluso eran fáciles por su lentitud, al menos para ella. Pero carecían de algo fundamental. No tenían sangre con la que rellenar las ya vacías reservas de los vampiros recién salidos de la zona de iniciación, poniéndoselo así más difícil.

Es cierto que había otros seres, pero eran escurridizos y difíciles de atrapar, y normalmente pequeños, por lo que no tenían mucha sangre. Así, hasta llegar a la aldea de iniciación, no había un suministro de sangre estable. E, incluso allí, no era barata.

Por ello, era necesario llegar a dicha aldea habiendo eliminado los suficientes enemigos para poder pagar la sangre, y no sufrir heridas por el camino, pues no había forma de curarse antes de llegar. Por desgracia, en el juego, aquella zona de novatos estaba prohibida para jugadores de otras razas o mayor nivel, por lo que era imposible recibir suministros de otros antes de llegar a la aldea de iniciación.

En otras palabras, era una dura prueba de supervivencia para los vampiros recién salidos, una que muchos no superaban. Algunos lo habían intentado con varios amigos creando personajes vampiro y yendo en grupo, pero eso había atraído más y más enemigos, haciéndolo aún más difícil que yendo solo.

Y, cuando morían, volvían a la zona de iniciación, con todo el progreso perdido. Hasta llegar a la aldea de iniciación, era un juego de supervivencia extremo.

No pocos habían maldecido a los desarrolladores y a toda su familia, incluidas varias generaciones, pero nada había cambiado. Los administradores del juego aseguraban que era un desafío para aquellos que quisieran aceptar el reto de a una versión más dura del juego. Y que si no les gustaba, había muchas otras razas y profesiones para elegir.

Gjaki había aceptado el desafío, confiando en su agilidad para evitar los daños, y acabando poco a poco con sus enemigos. Aun así, no le había sido fácil. Había llegado a la aldea de iniciación con un hilo de vida, y con los recursos apenas suficiente para compra la sangre necesaria para activar su habilidad y recuperarse.

Sin embargo, una vez allí, había podido empezar a avanzar con más comodidad, teniendo un lugar en el que protegerse, o al que volver si la mataban.



Ahora, la situación era diferente a lo que había sido en el pasado. Aunque no le sobraba, tenía sangre. Y, sobre todo, un gran conocimiento del juego. Lo que le preocupaba era que pasaría si muriera, además de que el dolor era real. Lo había comprobado ya en la zona de iniciación.

Por ello, sacó el látigo y lo Agarró en la rama de un árbol. Corrió entonces hacia el tronco, saltando sobre él, dando una medio voltereta en el aire, e impulsándose con las piernas y el látigo para llegar a una rama, desde la cual debería estar segura. Los nomuertos de nivel bajo no deberían poder llegar hasta ella, y las hojas la protegían del sol.

Decidió esperar allí hasta que algo apareciera, o, al menos, hasta que se escondiera el sol y pudiera moverse sin la amenaza de ser carbonizada.

Se sacó entonces un guante y llevo un dedo hasta un pequeño haz de luz que se filtraba entre las hojas. Su intuición le decía que el sol era peligroso como en el juego, pero quería comprobar hasta que punto era una amenaza.

–¡Au!– se quejó, apartando rápidamente el dedo.

Era el sol de la tarde, menos poderoso que el del mediodía, pero, aun así, quemó la punta de su dedo en apenas un instante. Por suerte, su Autorregeneración empezó a actuar de inmediato, curándola.



El sol casi se había puesto cuando apareció un esqueleto nivel 5 acercándose al árbol. Gjaki frunció el ceño, pues era de un nivel un poco más alto de lo que esperaba. Poco después llegaron un par más, uno de nivel 5 y otro de 6.

–Maldita sea, deberían ser de niveles dos y tres. Quizás debería haber subido a tres con los muñecos. Bueno, es demasiado tarde para arrepentirse– se dijo.

Por la noche, los nomuertos son más activos, y son atraídos por el olor de los vivos. Y, a diferencia de lo que se pueda decir en otros lugares, o pueda suceder en otros mundos, los vampiros son seres vivos, por mucho que se los asocie con la muerte. Por ello, estaban caminando bajo el árbol, atraídos por la presencia de la vampiresa.

Esta sacó un martillo nivel 60 del inventario. Sintió que no lo podía utilizar, pues su nivel no era suficiente, pero eso no significaba que no pudiera cogerlo. O dejarlo caer cuando uno de los esqueletos pasó justo por debajo.

Vulnerable al daño aplastante, el esqueleto nivel 5 fue aplastado por el martillo, que había sido elegido por ser extremadamente pesado. Tanto era así, que había estado a punto de caérsele tras sacarlo del inventario.

Tras pensar en esta táctica, Gjaki había escalado hasta colocarse en una rama bastante alta, por lo que la fuerza del impacto del pesado martillo había sido extraordinaria. No tardó en sentir la ganancia de experiencia.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora