Sentimientos y conspiraciones

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Krovledi se encontraba irritada y frustrada, razón por la cual sus subordinados trataban de no molestarla, de no acercarse a ella. No sólo el asalto a la mansión de la visitante había fracasado, sino que uno de sus hijos había fallecido.

Estaba furiosa con él por haberse dejado sorprender por el hermano que se suponía muerto. Podía entender que lo hubiera mantenido vivo y encerrado para torturarlo, pero no que se le hubiera escapado y logrado acabar con su vida.

Con ello, había perdido un valioso peón y un territorio estratégico. Quizás era el más débil, pero no por ello carecía de importancia.

Fue mientras un día más lo maldecía por su incompetencia cuando sintió la muerte de otro de los suyos, una vampiresa. Se quedó un rato paralizada, incrédula.

–No puede ser casualidad... ¡Alguien está moviendo los hilos! ¡Maldita sea! ¿¡Cuál de mis hermanos ha sido!? ¡Lo va a pagar!– maldijo.

Inmediatamente, movilizó sus fuerzas. Quería saber qué había pasado, así como avisar a sus otros hijos. Era necesario que estuvieran alerta, no podía volver a suceder, no se podía permitir perder más efectivos. Sus intereses en el Reino de Sangre ya se habían visto suficientemente comprometidos.

Quería tener el dominio de toda la zona. Sospechaba que el antiguo rey había dejado poderosos artefactos atrás. Quizás incluso algo que se pudiera usar contra él. Aunque no estaba del todo segura, intuía que ese antiguo rey era en realidad su padre.

Eso explicaría de dónde había salido, por qué se escondía y su poder. Aunque podía haber otras explicaciones, valía la pena explorarlo. Si no era así, quizás al menos podría hacerse con información o artefactos.

Suspiró y volvió a concentrarse en otro asunto aún más importante. Había encontrado algunas pistas sobre el elfo que se le había escapado, aunque estaba lejos de encontrarlo. Por lo menos, tenía algo donde empezar a buscar. Si lograba hacerse con él, podría liberarse del dominio de su padre. Lo siguiente sería como enfrentarse a él, algo que ya iba preparando.

–¿Krovi? ¿Estás aquí?– la interrumpió de pronto la voz de Lobo Negro.

–Sí, cariño, entra– respondió ésta seductoramente.

Aquel visitante era una de esas piezas que quería tener a su disposición. Cuando llegara el momento, podría usarla contra su padre, ya que no estaba bajo su control de sangre. Por ello, no había dudado en seducirlo, en dejar que creciera su ego, en que creyera que él tenía el control.

Para una vampiresa de más de cien años, era un juego de niños hacer bailar a su compás a un adolescente con las hormonas sobrexcitadas. Si bien lo consideraba estúpido e impulsivo, era poderoso y fácil de controlar.



Chornakish miró de reojo a Coinín y su pareja. Hasta entonces, no había estado interesado en las relaciones, le habían parecido una tontería, una cursilada, incluso algo desagradable. Sin embargo, algo había cambiado en él desde la vuelta de la vampiresa.

No podía dejar de pensar en ella. De imaginarse que en lugar de aquellos dos, eran ella y él. Ya no podía negar lo que sentía. No podía negar que se sentía atraído por ella.

Puede que no hubiera llegado a aquella conclusión él solo. Muchos le habían insinuado o preguntado, de forma a veces más sutil y otra más directa. Al final, aunque quisiera negarlo, no podía seguir mintiéndose a sí mismo.

Lo que más le preocupaba era qué hacer cuando ella volviera. No sabía si sería capaz de mirarla, de hablarle. Sólo pensar en que le chupara la sangre de nuevo le hacía ruborizarse. Lo peor era que más de uno sabía o imaginaba que pasaba en su mente, Diknsa entre ellos.

No obstante, la jefa de sirvientas ni alentó ni desalentó al joven. Observaba con esperanza y preocupación, pues temía que se le rompiera el corazón si Gjaki lo rechazaba. Si bien sabía que su hija adoptiva tenía cierto interés en él, no estaba segura hasta dónde llegaba.

Por otra parte, no era ni mucho menos lo único que la preocupaba. Su vínculo con Gjaki le aseguraba que estaba viva, pero no si estaba fuera de peligro. Nada le daba más miedo que la posibilidad de volverla a perder, y no era la única preocupada.

No obstante, tenían que seguir con su vida, prepararse para cuando su amiga, hija, señora o salvadora regresara. Más de uno lo hacía en la sala de entrenamiento, dispuestos a luchar junto a ella cuando llegara el momento. Otros preparaban las nuevas salas. O simplemente mantenían las ya existentes. O se relajaban en la sala de juegos.

Si bien todos sentían cierta ansiedad por la espera, no era ni mucho menos comparable con antes. Al menos, ahora tenían a quien esperar.



–Así que no se sabe quién le está dando problemas a Krovledi. Está bien, así la mantienen a raya. Últimamente, estaba demasiado creída de sí misma, así se le bajarán los humos. Seguid vigilando– ordenó Kan Golge.

–Sí, señor.

A pesar de que eran sus hijos y no podían volverse directamente contra él, no se fiaba de ellos. En el pasado, una le había traicionado, filtrando a sus enemigos información a cambio de que la ayudaran a liberarse de su vínculo. A día de hoy, no sabía qué había sido de ella.

Por ello, los tenía vigilados, en especial a Krovledi. Si bien no había hecho nada para oponerse o sabotear sus planes, la actitud de la vampiresa había sido cuanto menos extraña. Se había embarcado en extravagantes actividades, que no parecían tener mucho sentido. Poco sabía que no sólo quería cortar el vínculo que la subordinaba a él, sino substituirlo.

De los otros hijos, había uno que lo había traicionado. Sin embargo, lo había dejado estar, haciendo ver que no sabía nada. Lo vigilaba estrechamente, aprovechándose incluso de sus iniciativas. Resultaba un juego divertido que tenía bajo control, y que podía acabar en cualquier momento.

El vínculo le daba poder sobre la vida y la muerte de sus hijos, así que siempre podía eliminarlo. Lo haría si dejaba de serle útil.

Por ahora, sus esfuerzos estaban centrados en llevar a cabo su plan. Si lo lograba, la zona donde se escondía estaría bajo su dominio y ya no necesitaría esconderse en Cathair Taibhse.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora