En grupo: penúltima planta

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No se giró cuando la lombriz salió tras ella. Le dio un codazo en lo que se supone era la cabeza. Y luego una patada hacia atrás, lo que Eldi llamaba coz. A continuación, apoyó esa pierna en el suelo y giró sobre sí misma para darle otra patada, sumando la fuerza rotatoria a la de la extensión de la pierna.

La lombriz se estampó contra la pared, donde fue atravesada por las manos desnudas varias veces. Usaba Punta de Lanza para perforarla, y Arañar una vez dentro. Así, al sacar las manos, desgarraba su interior.

–¡Por fin!– exclamó.

Después de tres largos días, había llegado a 44.

El hechizo Empujón Mental es un uso de la energía mental, como Telekinesis. La diferencia reside en que, en lugar de emplearla directamente, la acumula para una descarga momentánea y de gran poder. Así, puede empujar un arma o una simple piedra a gran velocidad contra un enemigo, desde lejos. Su mayor inconveniente es que requiere tiempo para prepararlo.

También había recuperado Extensión Sanguínea, una habilidad de alto coste, pero también terriblemente letal. Una vez herido un enemigo, mientras se tiene el arma en las manos y clavada, se puede usar la conexión con la sangre para empeorar considerablemente la herida. Por desgracia, en sus circunstancias actuales, le resultaba inútil, pues los seres de maná de la mazmorra no tenían sangre.



–He limpiado el camino. Vamos– instó a Kroquia tras llegar al área de descanso.

Ésta se levantó de inmediato, no había tiempo que perder. No llevaba su armadura, tan solo ropas normales, pues era esencial ir lo más rápidamente posible para evitar que se regeneraran.

No tardaron en llegar frente a una pared, frente a la puerta oculta que llevaba a otro lugar similar, a otro caballero de sangre.

–El lugar de los muertos no es el mundo de los vivos. Es hora de pasar al otro lado. Como señora del contrato, te libero de tus ataduras y te abro la puerta a donde perteneces.

–Fuisteis uno en vida, sed uno en muerte.

Esta vez era un caballero enorme, probablemente algún tipo de gigante, cuyo gran garrote desapareció con él.

Suspiró al salir, pero no era el momento de perderse en contemplaciones. Así que ella y la reptiliana abandonaron el lugar rumbo a la zona de descanso. Habían ido corriendo, pero a la vuelta iban más precavidas. A paso rápido, pero preparadas para reaccionar.

Un Murciélago iba por detrás, dándole a la vampiresa ojos en la espalda. La reptiliana llevaba ahora una armadura de cuero nivel 35 que le había prestado Gjaki, y que podía adaptarse perfectamente a su cuerpo. Era mejor tener algo de protección, por si acaso.

Empujó a Kroquia a un lado cuando la tierra se abrió tras ellas. La lombriz fue recibida con una patada que detuvo su salida. Sacó entonces un martillo alzado sobre su cabeza, dejando que la fuerza del propio magnetismo se sumara a la suya para aplastar a su enemigo, dejando parte fuera, parte dentro.

Era una táctica que le había resultado muy efectiva durante los días anteriores, en las ocasiones en las que podía atacar a una lombriz a medio salir, y que casi la partió en dos.

–¿Estás bien?– le pregunto la vampiresa.

–¿Quién te crees que soy? ¿Qué puede hacerme un empujoncito de nada?– la reptiliana hizo una mueca desafiante –. Es una buena táctica. Usar su poder contra ellas.

Gjaki sonrió. Sin duda, tenía razón. Era una tanque, acostumbrada a estar en el frente, a recibir directamente los ataque de sus enemigos. Un empujón para apartarla no podía dañarla más que un poco en su orgullo.

Encontraron un par más, que no tuvieron ninguna oportunidad contra la vampiresa. Una vez su compañera estaba a salvo, sólo tenía que destrozar al ser del laberinto como había hecho con un par de centenares, aproximadamente.

Llegaron a la sala de descanso para alivio del resto, y se sentaron a descansar y comer algo. Incluidos algunos dulces para compensar el trabajo hecho. O para acompañarla.



No podían llevar nada metálico. Krongo llevaba un garrote como arma, aunque fuera para defenderse. Kroquia un escudo improvisado con madera que Gajki tenía almacenada. Kruloz no podía llevar flechas con punta metálica, y no tenía otras que pudieran ser efectivas. Los dos magos iban como siempre, a excepción de los collares y pendientes que les daban bonos.

A decir verdad, no era un trayecto tan inseguro. Aunque peligrosas, aquellas lombrices no podían matarlos de un golpe. Podían herirlos, pero para eso tenían a Kroco, quien tuvo algo de trabajo.

Gjaki iba delante, pero los habitantes de aquella planta no siempre salían inmediatamente tras su paso. Pronto, sus compañeros se habituaron a identificar los signos de su inminente aparición, así que los incidentes eran cada vez menos peligrosos.

Krinia y Krongo aprovechaban para hacerles algo de daño si tenían la ocasión, aunque no estaban especialmente ansiosos por ello. Lo más importante era llegar hasta la sala del jefe de planta.

Allí, fueron protegidos por un par de mastines, aunque rara vez las lombrices pequeñas se acercaban a la zona, que ya habían limpiado. La más grande debía enfrentarse a la vampiresa.

Para quienes querían enfrentarse a dicho jefe, era especialmente útil tener a un mago que pudiera endurecer la tierra. O un artefacto que hiciera lo mismo. Quizás un objeto que cubriera el suelo y protegiera de ataques por abajo.

También era imprescindible algún modo de anular el magnetismo. Un mago especializado podía contrarrestarlo, aunque lo más popular era alquilar armaduras y armas hechas de otros materiales. Dado que resultaba caro comprar ese tipo de equipo sólo para esa planta, que deberían ser superados en un tiempo, el negocio de alquilarlas para quienes querían aventurarse en esas plantas resultaba rentable.

En el caso de la vampiresa, dado que el poder magnético no tenía efecto sobre ella, no resultaba un jefe especialmente peligroso, pero sí molesto. Continuamente, se ocultaba bajo tierra, y ella tenía que esperar a que saliera.

Sin embargo, eso también lo hacía en cierta forma conveniente. Solía salir bajo ella o cerca, por lo que podía prepararse para ello. Los Tentáculos no eran muy efectivos para aprisionar a un ser completamente liso y algo resbaladizo, pero los Muros Tenebrosos podían ser aprovechados una y otra vez.

La vampiresa estaba rodeada de ellos, y se movía entre uno y otro, a veces poniéndose dentro mientras esperaba a su atacante. Quizás era algo lento, debido al tiempo que pasaba bajo tierra, pero no peligroso.

A diferencia de otros, no se dividió en dos sino en ocho. Eso hacía que siempre hubiera alguno atacando, y que tuviera que estar atenta a varios a la vez. Sin embargo, eran relativamente lentos, y se entorpecían entre ellos. Aunque empezó a ser peligroso cuando cada uno se dividió en otros ocho.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora