Duelo (I)

179 49 0
                                    

Krovledi no podía ir en persona. No sólo estaba recuperándose, sino que tenía que guardar las apariencias, tenía que parecer que él iba por motivos personales. En realidad, no costaba mucho aparentarlo, pues era cierto. Sólo necesitaba disimular el empujón que le había dado.

No obstante, envió a algunos vampiros de confianza para observar, y ayudar si era necesario. El ego de su marioneta podía repararse, pero si le sucedía algo, sería la pérdida de un recurso importante.

Por ello, sin que él lo supiera, había enviado apoyo más allá de las tres vampiresas menores que le hacían de guía. También se encargaban de tenerlo ocupado, evitando que causara problemas.

Todos ellos acompañaron o siguieron a Lobo Negro hasta la primera parte del trayecto hacia la mansión de Gjaki, a la que llegó tras unos pocos días. Gracias a los portales, el trayecto se hizo corto. Si bien los portales estaban limitados y resultaban caros, otros le esperaban al otro lado, para relevar a los primeros acompañantes, y llevarlo a su destino.

Los últimos relevos vieron como el visitante daba un poderoso golpe a la barrera, y como Gjaki aparecía poco después. Lo que no entendieron fue que se quedaran quietos, el uno frente al otro, sin moverse.

Finalmente, uno de ellos se acercó, intentando simular que sólo era un viajero curioso. Sin embargo, no pudo acercarse más de unos metros.

–Hay una barrera alrededor de él, muy poderosa. No se mueve, pero respira No sé qué está pasando– explicó cuando volvió.

–Eso no tiene sentido– dudó otro.

–Ves a comprobarlo si no me crees– sugirió el primero, con cierta indignación.

Así lo hizo, incrédulo, hasta que llegó junto al visitante. Como había explicado su compañero, estaba quieto, inmóvil, y era imposible acercarse a él. La barrera que lo cubría era una de las más poderosas que había visto nunca. Puede que la que más, pero no era capaz de hacer esa valoración.

Dentro de la mansión, nerviosos, también Diknsa se acercó junto a Chornakish, descubriendo el mismo fenómeno. Preocupados pero incapaces de hacer nada, se quedaron cerca de ella, esperando.



Estaban cada uno de ellos en un extremo de un extraño espacio cerrado, con algunos árboles dispersos. Ella había elegido un bosque, y él una zona despejada. Como en el juego, se había creado un lugar intermedio.

Tenían armas y armadura, las que habían seleccionado, y no podían acceder a más. No tenían acceso a su inventario completo, tan sólo a una versión reducida con los objetos permitidos por el sistema. En el caso de Gjaki, un número limitado de frascos con sangre del tipo que había elegido.

Era prácticamente igual al juego, aunque en aquel entonces, los personajes desaparecían por completo en lugar de quedarse quietos y protegidos por una barrera. No obstante, eso era algo que ellos ahora mismo ignoraban.

La vampiresa imbuyó sus armas con Toque Tenebroso y Toque de Sangre, mientras esperaba el final de la cuenta atrás. Unos números ilusorios habían aparecido en el cielo, indicando los segundos que faltaban para el inicio del combate.

Resultaba tan fascinante como irreal, pero no podía distraerse, tenía un combate que vencer. Ambos habían elegido la opción de combate a muerte sin dudar, sin estar totalmente seguros si morirían de verdad.

Una vez elegida esa opción, en el juego, el combate sólo acababa con la muerte de uno de los contrincantes. Había una opción adicional si uno se rendía, pero el contrario tenía que aceptar su rendición. Todo parecía indicar que seguían siendo las mismas reglas.

Había querido poner algunas trampas, pero, como en el juego, era imposible. Una membrana de maná cubría el suelo, y desapareció cuando el contador llegó a cero. La barrera que los separaba también desapareció. El duelo había comenzado.



Nada más empezar, Lobo Negro se abalanzó hacia ella, usando varias veces Avasallar para atravesar el espacio que los separaba con más rapidez. Gjaki se escondió tras un árbol y se envolvió en Oscuridad, mientras dejaba un Clon en su lugar. Inmediatamente, se alejó de allí, sabía que no tenía mucho tiempo.

Él llegó hasta su posición anterior, y no tardó en localizarla, o la imagen que ella había hecho que diera la vuelta al árbol como para ocultarse. Sin pensárselo, atacó con Avasallar y Desgarrar, destrozando el árbol y alcanzando al Clon.

–¡Maldita zorra tramposa! ¡Siempre con los mismos trucos! ¡Conmigo no van a funcionar! ¡¡AAAAAAAAUUUUUUUUUH!!

El Aullido era una técnica que podía interrumpir hechizos e infundir miedo en los corazones. Sin embargo, esto último no sucedió, pues estaba preparada con Corazón de hielo.

La vio aparecer de entre las sombras, pero no corrió hacia ella directamente. Se conocían lo bastante como para saber que allí habría trampas. Si bien no le causarían un daño mortal, no saldría totalmente indemne, y le pondrían en desventaja.

Así que golpeó el suelo con sus poderosos puños, creando una Onda de Destrucción que llegó hasta la vampiresa. Ella no la esquivó, sino que caminó sin prisa para salir de su trayectoria por apenas unos centímetros. Lo hizo mientras lo miraba y sonreía burlonamente.

En el juego, había comprobado hasta qué punto era arrogante, irascible e impetuoso. Unas palabras de mofa en el chat eran suficientes para que estallara en insultos y perdiera la concentración. Así que había planeado provocarlo.

–¿Pensabas darme con eso o buscabas trampas?– le preguntó con un forzado tono de desdén.

Esperando que hiciera precisamente eso, no había puesto trampas, al menos no allí. Había dado un rodeo para ponerlas en otros lugares más apartados, donde quizás le servirían más adelante. Y aprovechado para irritarle.

Si las miradas mataran, ella hubiera muerto en aquel instante más de media docena de veces, pero no había nada parecido en el juego. Como mucho, miradas que causaban miedo, aunque no eran habilidades muy apreciadas. No sólo requerían que el contrario estuviera mirándote también a los ojos, sino que su efecto era fácilmente contrarrestado.

Volvió a usar Avasallar para alcanzarla, que ella neutralizó con Señuelo, dejándole con la miel en los labios, irritándolo una vez más. De nuevo, había Desgarrado a un Clon.

El combate acababa de empezar y apenas estaban cansados. La vampiresa tenía confianza en poder enfrentarse a él cuerpo a cuerpo, pero también sabía de su peligro. Un solo error podía ponerla en serios aprietos.

Además, la piel de su adversario era resistente, por lo que era difícil acabar rápido con él. Dado que se podía Regenerar, la pelea podía alargarse, lo que aumentaba la posibilidad de un error.

Por ello, quería cansarlo un poco, además de provocarlo. Cuanto menos energía tuviera, menos podría curarse. Cuanto más nublado por la ira estuviera, menos podría darse cuenta de que, por ahora, ella estaba jugando con él.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora