Frente a frente (III)

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Krovledi no tuvo tiempo para respirar. Gjaki confió en Mil Latigazos para presionarla, mientras preparaba una Explosión mental. Sin embargo, su oponente decidió asumir más daño para contratacar.

Tres Lanzas de Sangre aparecieron sobre la visitante, y salieron disparadas contra ella. Ello la obligó a esquivar, provocando la cancelación del hechizo, y dando la oportunidad a su magullada oponente de lanzarse hacia ella, florete en mano.

Gjaki no utilizó ninguna habilidad concreta para esquivar el golpe, sino que contó con sus Artes Marciales. Dio un paso hacia un lado, giró el cuerpo sobre la pierna, y cogió el brazo de su enemiga una vez el ataque pasó a apenas un centímetro. Aprovechó la propia velocidad de Krovledi para lanzarla hacia el suelo. Con la puntual ayuda de Premonición, resultaba más fácil llevarlo a cabo.

Ésta cayó de espaldas. El brazo agarrado por la vampiresa de pelo plateado había sido rasgado a causa de Arañar y Garras de Acero. Aunque lo peor fue que Gjaki aprovechó para atacar con la otra mano, con Punta de Lanza, ya que no tenía tiempo de volver a empuñar sus armas.

Krovledi logró moverse lo suficiente para que el ataque no fuera mortal, pero ahora tenía una fea y dolorosa herida en el costado. Con gran esfuerzo, rodó para alejarse, creando un Clon de Sangre, para ganar tiempo y poder respirar.

Su enemiga no dudó en lanzarse hacia ella. Empuñó ambas dagas, saltó, y su cuerpo empezó a rotar por el efecto de Taladro. De esa forma, atravesó el Clon de Sangre, dejando un agujero que imposibilitaba que pudiera seguir en pie.

Casi en pánico, la normalmente arrogante vampiresa saltó hacia atrás para evitar que el ataque que había fulminado su Clon lo hiciera también con ella. Temiendo por su vida, cogió el collar y empezó a activarlo, pero algo agarró su pierna. No podía usarlo si estaba siendo sujetada.

El cuerpo de Cluasde se movía por sí mismo, efecto de Nigromancia. Si bien era más débil, lenta y torpe que cuando estaba viva, y mucho más débil que su madre, su mano derecha agarrando la pierna, y la otra poco después, eran suficiente para retenerla unos instantes que podían significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Viendo que la visitante se acercaba velozmente hacia ella, bajó las defensas de su pierna y se la cortó con una de sus manos, y la ayuda de Arañar. Inmediatamente, la gema del collar brilló y ella desapareció, apenas unos instantes antes de que cuatro Dagas Voladoras atravesaran donde había estado su corazón, su cuello, su ojo y su pierna.

–Mierda, ha escapado– maldijo Gjaki.

No obstante, no había tiempo de lamentarse. Con Cluasde muerta y muchos de sus hijos siendo controlados por los mercenarios, tenían que aprovechar para tomar la mansión, e impedir que pudiera volver a caer en las manos de Krovledi.



–¡Mierda, mierda, mierda! ¡Argh! ¡Joder! ¿¡Por qué tenía que volver!?– maldijo Krovledi.

Había regresado a una habitación de su mansión, pero las pérdidas había sido cuantiosas. Necesitaría años antes de que su collar volviera a funcionar, su as en la manga para escapar de cualquier peligro. Además, Cluasde estaba muerta, y ella malherida, con una pierna menos. También su valiosa armadura estaba dañada, y había perdido su florete favorito.

Si bien podía regenerar la pierna en unas semanas, había sido un completo desastre. Sólo una vez había sufrido una derrota tan catastrófica, cuando había perdido el artefacto que la podía liberar. Y había sido en las manos de la misma visitante.

–¿Por qué tenía que volver?– masculló de nuevo.

Ahora, todo cobraba sentido, pero era demasiado tarde. No dudaba de que la derrota cuanto habían atacado la mansión se había debido a la visitante. Y no era necesario ser un genio para deducir que estaba involucrada en las muertes de sus otros hijos. Los visitantes tenían muchos y muy variados recursos, y seguramente los había pillado por sorpresa.

Lamentablemente para ella, la revelación no había llegado a tiempo. Quería vengarse, pero ahora no estaba en disposición de hacerlo. Era algo que debía planear con cuidado, o se arriesgaba a que la visitante la persiguiera hasta los confines del mundo. Decidió que, por ahora, lo mejor era reducir las pérdidas.

–Fangorm, coge el portal y vente. Destrúyelo después. Nuestro enemigo es demasiado poderoso– ordenó. Ya había perdido demasiados hijos, no quería perder más.

–Pero madre, no puedo dejar todo lo que he construido– protestó éste.

–Si quieres, quédate, pero si tienen forma de bloquear los portales, no saldrás con vida. Nuestra enemiga es una visitante, y es suficientemente poderosa como para estar a mi altura.

El vampiro tragó saliva. Si su madre decía eso, significaba que probablemente era incluso más fuerte que ella. Corrió a reunir sus tesoros más valiosos, y se llevó consigo a sus más estrechos colaboradores. El portal estaba limitado a cinco, y necesitaba una semana para recargarse si se usaban esos cinco transportes.

Al resto no se preocupó de decirles nada. Si iban a morir, al menos que defendieran unos días la mansión.



–Y bien, ¿quieres ser conde?– le ofreció a Shabeladag.

No sabía si era la mejor opción poner a un mercenario en frente del condado, pero no tenía alternativas. Ella no podía ocuparse, y no conocía a nadie más para el puesto. Al menos, al mercenario lo conocía.

–¿¡Lo dices en serio!?– preguntó éste, sin acabar de creérselo.

–Sí, pero hay algunas condiciones.

Él la miró con atención. Suponía que le exigiría una parte de los beneficios. Sólo esperaba que no fueran demasiados. Para su sorpresa, Gjaki sacó un mapa.

–Estos condados son ahora aliados. De la misma forma, si tomamos la otra mansión y Lulorha quiere ser condesa, también será aliada, nada de atacaros entre vosotros. Kroveldi está viva, no quiero darle oportunidades– decretó con firmeza –. Por otra parte, no te pases con los ciudadanos, ya han sufrido bastante. Que paguen sus impuestos, pero no los exprimas más de lo necesario. Tampoco los esclavices.

–¿Eso... es todo?– preguntó él, sorprendido.

Tener aliados le estaba bien. No pasarse con los impuestos, ni lo había pensado, pero si le daba para mantener a sus mercenarios y emborracharse sin problemas, también le estaba bien. Si no tenía que dar un diezmo a su patrona, como había tenido que hacer la anterior condesa con su madre, debería tener margen más que suficiente.

–Creo que sí. No tengo ningún interés en los condados, me conformó con que no sean un desastre, y que estén fuera del alcance de Krovledi. Lulorha, las condiciones serán las mismas, así que piénsatelo. Si nos hacemos con la mansión, el condado es tuyo si lo quieres.

Lulorha asintió, con el corazón latiéndole con fuerza y los ojos brillándole. No había mucho que pensar.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora