Bosque en tensión (II)

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A diferencia del juego, ahora la sensación de peligro era real. Los depredadores habían vuelto debido a la abundancia de presas y la ausencia de cazadores, aunque no resultaban un problema. Había presas para todos, así que les era más fácil no pelearse entre ellos, o con una presencia extraña como la de la vampiresa.

El problema estaba en los propios herbívoros. Usualmente, huían si se atacaba a otro animal cercano, pero ya no era el caso. Estaban ansiosos, hambrientos y altamente irritables.

Gjaki intentaba tener controlados los alrededores con tres Murciélagos, formando un triángulo en torno a ella, pero no era tan fácil. Si lograba abatir a su presa inmediatamente, no había problema, pero si ésta sobrevivía al primer ataque, el ruido atraía la ira de otros cercanos. Y estaba lleno de ellos.

Incluso podían atacarla si la veían antes que ella a ellos. Dado que más de uno conseguía fundirse con el entorno, con o sin habilidades, tenía que estar muy atenta.



Un enorme saltamontes nivel 46 de algo más de dos metros de longitud saltó disparado hacia ella, como si fuera un muelle. Lo esquivó dejando un Señuelo en su lugar, ilusión que fue atacada por el insecto.

Envuelta en Oscuridad, aprovechó para atacar los ojos, cegándolo. Éste empezó a moverse violentamente, lo que lo hacía difícil de atacar y resultaba peligroso. Normalmente, lo hubiera dejado hasta que se cansara o se golpeara con algo, pero más enemigos se estaban acercando. Así que invocó dos mastines de sangre para que se ocuparan de él.

Mientras empezaba una guerra sin cuartel entre las invocaciones y el insecto ciego, cinco Gjakis aparecieron en círculo alrededor de la oruga recién llegada, que no sabía a quién embestir.

Tenía colores vivos y su piel era venenosa, lo cual la protegía de los depredadores mientras se alimentaba de las raíces que ahora escaseaban. Al mismo tiempo, dos aves rojizas de dos metros de envergadura se abalanzaban hacia Gjaki y sus Clones Espejo. Todos ellos se movieron hacia atrás, imitando a la verdadera, que había sido elegida por una de las aves.

Dicha ave, que normalmente se alimentaban de los frutos ahora escasos, fue atacada por unos Tentáculos, dejándola indefensa ante los rápidos y letales ataques de la vampiresa, capaz de descubrir y explotar sus puntos más vulnerables.

Con el ave muerta y siendo procesada por sus asistentes, usó el látigo contra la otra, mientras la oruga atravesaba una de las ilusiones, sin comprender qué sucedía.

La segunda ave cayó aparatosamente al suelo, tras haber sido una de sus alas Agarrada y estirada con fuerza, desestabilizándola completamente. Saltó sobre ella, hiriéndola gravemente en el cuello. No fue mortal, ya que se revolvía, impidiéndole rematarla limpiamente.

Mientras, había desinvocado los clones y ordenado a los mastines que atacaran a la oruga. Uno avanzaba arrastrando una de las patas de maná, mientras que el otro ya mordía la venenosa piel.

Además, otros cuatro nuevos enemigos habían aparecido. Uno de ellos era un enorme felino de color azul oscuro, cuyos ojos también azulados se encontraron por un momento con los de la vampiresa. Le pareció que dudaba, o que pedía permiso, o quizás sólo lo imaginaba. Cómo fuera, se apartó del ave malherida y se la dejó al felino, sin dejar de vigilarlo con uno de los Murciélagos.

Creó un clon y lo envió hacia un enorme lemming, que no dudó en perseguirlo, en embestirlo, y lo acabó consiguiendo, aunque contra la venenosa oruga. Los movimientos del clon había sido algo torpes y rígidos, incapaces de engañar a un ser inteligente, debido a que quien lo dirigía estaba ocupada. No obstante, era suficiente para engañar al roedor.

La vampiresa se había decidido por el más alejado, un ciervo de color marrón muy oscuro, y que poseía una peligrosa cornamenta. Tenía la esperanza de que el felino acabara con el ave, y de que distrajera al otro recién llegado, un segundo lemming.

Lo primero lo hizo, cerrando sus fauces en la garganta de su presa. Mirando a todos lados, alerta, empezó a devorarla.

Lo segundo sucedió de forma diferente. Aunque el lemming miró al depredador, se decidió por acudir en ayuda de su compañero, lanzándose a atacar al mastín que quedaba y a la oruga, a la que ahora consideraba enemiga. El resultado fue una oruga muerta y dos lemmings envenenados.

El ciervo Embistió hacia ella, quien se echó a un lado y usó Daga Resbaladiza, bloqueando y deslizándose la daga por el borde de la cornamenta. Eso le permitió esquivar con facilidad, y tener la oportunidad de enredar el látigo entre las patas, incluyendo Agarrar para asegurarse que tropezara y cayera estrepitosamente.

Dolorido y quizás con alguna pata rota, fue demasiado lento en reaccionar, en tratar de levantarse. Nunca más pudo hacerlo, pues Gjaki lo remató rápidamente. Dejó a sus asistentes que recogieran el látigo enredado entre las patas, mientras sacaba el arco para rematar a los agonizantes lemmings. Al mismo tiempo, colocaba unos Tentáculos tras de sí, preparados para recibir a un grupo de conejos grises nivel 48.

Eran el doble de un conejo normal, y de por sí no representaba el desafío de otros seres de su nivel. Pero tenían la peculiaridad de ser nocturnos e ir en grupos, lo que los hacía incluso más peligrosos.

Eran herbívoros, pero poseían poderosos incisivos e incluso una habilidad de ataque, algo no siempre habitual en los que no son depredadores. Era de hecho una habilidad algo extraña, porque se usaba sólo en grupo. Además, era suficientemente peligrosa como para disuadir a muchos depredadores si no los encontraban solos.

Escuadrón Suicida consistía en atacar coordinadamente como pudiera parecer imposible para ellos. Podían saltar los unos sobre los otros, o embestir a la vez contra patas, cabeza, cuello y otras partes de sus enemigos, haciéndoles muy difícil la defensa.

Es cierto que era muy probable que algunos murieran, pero el poder disuasorio de su temeraria habilidad lo compensaba con creces. Y ese mismo ataque estaban preparando contra la vampiresa.

Sin embargo, dos trampas consecutivas con Tentáculos trastocaron sus planes, desorganizando y atrapando a muchos de ellos. Los que quedaron, no supusieron un problema para ella, quien incluso sacó momentáneamente un escudo para que se estamparan contra él.

Mientras, cierto felino miró a la vampiresa, como agradeciendo la comida, y como queriendo guardar su imagen en la memoria, para no acercarse nunca a alguien como ella.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora