De caza

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–¡Cuidado! ¡Viene uno por el árbol rojo!– avisó un goblin.

–¡Mantened la formación!– ordenó otra.

Tili estaba entre ellos. Habían salido a cazar a una zona un tanto peligrosa del bosque. Ella aún era una aprendiz de cazadora, pero no tenían muchos efectivos, y era necesario que experimentara cacerías para aprender.

Sin embargo, las cosas no habían salido bien. Habían sido rodeados por un grupo de ratas gigantes. Cada una de ellas medía más de un metro de altura, y no eran precisamente vegetarianas.

En cuanto a número, los góblins eran seis, mientras que las ratas eran ocho y de niveles superiores. La única ventaja de los góblins era que sabían luchar en grupo. Sus armas apenas estaban a la par con los feroces dientes y garras de sus atacantes, mientras que sus armaduras eran inferiores a la defensa natural de sus enemigos.

Tili era la excepción, pues su lanza y armadura tenían una calidad superior, pero no era ni mucho menos suficiente para compensar la de los demás.

La situación era difícil y peligrosa, pero no desesperada. Cuando una rata atacó a uno de los góblins, quedó de manifiesto cuáles eran las armas de estos.

Los dos de al lado se acercaron para apoyarlo, aprovechando la fuerza del ataque para clavar sus lanzas, mientras que el atacado retrocedía un par de pasos. Ensartada en su abdomen, la rata no pudo alcanzar a su presa y quedó mortalmente herida.

No obstante, una de las lanzas se había partido, y la otra no la podría recuperar en breve, habiéndose hundido bajo el animal agonizante. Por suerte, llevaban una lanza adicional, pero era la última de que disponían.

Otra de las ratas estaba herida en uno de los ojos. Dos de los goblins habían usado arcos para dispararle, arcos que habían sido mejorados después de que los artesanos góblins pudieran examinar con suma admiración el que cierta vampiresa les había regalado.

Las ratas estaban entre los niveles 10 y 12, mientras que los góblins estaban entre 8 y 11, habiendo sólo uno del último nivel y dos del anterior. Así que, cuando una de las dos ratas nivel 12 decidió atacar a Tili, la situación se volvió peligrosa para ella.

Aunque con mejor equipo que el resto, su nivel estaba muy por debajo de la rata, y los dos que la flanqueaban no lo tenían fácil para detenerla. Sin embargo, ésta cayó antes de poder completar el ataque, sin vida. Alguien había estado esperando la oportunidad para acabar con una de las amenazas.



Gjaki había estado acompañando a los cazadores, no interviniendo a menos que hubiera un serio peligro. Su propósito era familiarizarse con el bosque y sus peligros, pero pronto se había dado cuenta de que tenía mucho que aprender.

Puede que los góblins no tuvieran un gran equipo y su nivel no fuera muy alto, pero eran expertos en viajar por el bosque, en interpretar la huellas, los olores, las ramas rotas. Muchas veces podían predecir si el peligro estaba cerca antes de que ocurriera, y alejarse.

Y también tenían muchos recursos. De hecho, tres de las ratas no estaban atacando, demasiado ocupadas intentando liberarse del desagradable olor y picor que las invadía. Con hondas, los góblins les habían lanzado unas bolsitas que contenían una mezcla altamente desagradable, y de la que la vampiresa había conseguido algunas muestras.

Gracias a acompañarlos, y a algunas excursiones adicionales, había alcanzado el nivel 15, además de aprender a cazar en el bosque. Por ello, los góblins se atrevían a explorar zonas que normalmente hubiera evitado, a pesar de contener presas y recursos valiosos. Ahora, con su escolta, el peligro era mucho menor. De hecho, prácticamente ya había pasado.

De las ocho ratas, los góblins habían abatido una y anulado temporalmente a otra tres. Gjaki había acabado con una rata nivel 11 antes de eliminar a esta última. Así que quedaban una rata nivel 12 y una nivel 10 con un ojo dañado, además de las tres que estaban desesperadamente frotándose el hocico con sus patas.

Rodearon a la nivel 10 entre los seis góblins, mientras que la vampiresa se encaraba con la de nivel 12, a la que un Murciélago empezó a molestar. Irritada, se abalanzó hacia éste, cayendo sobre los Tentáculos a los que había sido conducida.

Teniendo a su oponente atrapada, Gjaki se giró para comprobar si los góblins podían lidiar con la rata restante. Ésta tenía ahora dos piernas inutilizadas a golpes, una lanza clavada en el cuello y varias flechas en su otro ojo.

Viendo que estaba controlado, se decidió a acabar con la rata atrapada, saltando sobre su lomo y clavándole la daga en el lugar del cuello que era uno de sus puntos débiles, tal y como le habían indicado los góblins días atrás.

Se volvió entonces hasta las tres que quedaban, que, en sus ansias por limpiarse aquella sustancia, habían acabado alejándose bastante, y habían caído presa de una tela de araña.

Los góblins no se adentraban en lugares que pudieran contenerlas, y las ratas solían actuar con mucha precaución, pero, en aquella ocasión, el picor y el hedor había entumecido sus sentidos y juicio.

Pronto apareció una araña nivel 13, que inyectó el veneno paralizante en sus presas indefensas. Pero no fue capaz de percibir a la vampiresa acercándose por detrás, quien no había dudado ni un momento en atacarla.

El principal motivo era que podía conseguir seda para sus diseños, pero también encontró un número importante de presas atrapadas y paralizadas en capullos de seda. Rematándolas, consiguió llegar a nivel 16, lo cual era una buena noticia, pero también sintió algo de aflicción. Había llegado el momento de partir.

No obstante, antes de ello se encargó de diseccionar las presas y acompañar a los góblins, que en pocos días habían reunido suficiente carne para superar con soltura el invierno, cuando aún quedaba algunos meses para su llegada.

No sólo la asistente de Gjaki cortaba y despellejaba con precisión, sino que la vampiresa podía guardar la carne sin que se estropeara hasta que era salada para ser conservada, por lo que podían cazar sin preocuparse de la carga. O traer con la ayuda del inventario grandes cantidades de madera y hierbas de un nivel algo superior al que normalmente podían conseguir. O piedras adecuadas para sus armas.

Con todo ello, nadie podía poner ninguna pega a que Gjaki se quedara con la sangre de las presas, por mucho que pudiera ser nutritiva. Así, durante aquellas semanas, había acaparado una reserva que esperaba le fuera suficiente por un tiempo.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora