A través del bosque

248 43 1
                                    

Ya le había sorprendido durante su trayecto hasta el manantial, pero no podía sino maravillarse de su propia resistencia física. Aunque no a la máxima velocidad, podía correr sin parar.

–Podría ganar una maratón– murmuró convencida.

Encontró por el camino a varios esqueletos y zombis, incluso uno nivel 11, pero no luchó contra ellos. Aunque pudiera parecer una buena idea para ir subiendo de nivel, pues muchos estaban aislados, tenía prisa. Si permitía que se le hiciera de día, el viaje sería mucho más complicado.

Ahora podía defenderse si era necesario, moverse con agilidad, subirse a los árboles sin problemas, ver claramente en la noche cuando sus enemigos tenían bastantes más dificultades. Sin embargo, si tenía que cubrirse el cuerpo y los ojos para evitar los rayos del sol, perdería parte de su ventaja, además de que sería muy peligroso pelear. Cualquier rasguño en la ropa dejaría penetrar los rayos de sol.

Es cierto que podía usar la crema solar que guardaba en el inventario, pero prefería reservarla, dado que no tenía mucha y no sabía cuándo podría necesitarla de verdad. Además, no estaba segura de si funcionaba.

–Debería haberla probado en el manantial– se lamentó.

De repente, vio a lo lejos unas pequeñas criaturas nivel 5. Eran dos ratas. Si bien ya había visto antes otras, eran las primeras que aún no se habían percatado de su presencia y huido.

Sacó el arco y disparó una flecha, y luego otra. La primera dio en el objetivo, pero la segunda rata ya había huido cuando llegó la siguiente flecha. Se acercó al cuerpo inerte de la rata, que sangraba sobre la flecha que la atravesaba.

–¿Y ahora qué? ¿Tengo que morderla? No es muy apetitosa– se dijo, algo aprensiva.

Fue entonces cuando dos hadas aparecieron. Una llevaba un mono de trabajo, y se dedicó a extraer la piel, dientes y carne de la rata. La otra llevaba una enorme jeringa, enorme si la comparamos con el tamaño de la propia hada. Pinchó a la rata con ella, extrajo la sangre, hizo aparecer un frasco vacío y lo rellenó con el líquido rojo, desapareciendo poco después.

–¡Eh! ¡Vuelve aquí!– exigió la vampiresa.

La nueva Gjaki en miniatura apareció ante ella, con su jeringa entre las manos.

–Mucho mejor– sonrió satisfecha.

Había vestido a su versión en miniatura con un traje de enfermera azulado, que incluía un gorro con una cruz. Esa cruz que no tenía ningún efecto en ella, lo que le hizo preguntarse si era aquella en concreto, o ninguna cruz tenía efecto en los vampiros.

–¿Podré comer ajos?– dudó también.

Cruces y ajos se suponía que dañaban a los vampiros en las historias de su mundo, y había sido el caso en el juego. Sin embargo, ahora que era realidad, no estaba segura de que no fuera una invención, como lo había sido el supuesto daño que les hacía el Manantial Sagrado. No obstante, no podía estar segura. Aquella era una cruz sencilla pintada en un gorro, no la de un crucifijo, y no tenía ajos en el inventario. Además, el sol sí que la dañaba.

–Puaj. Es amarga– se quejó.

A pesar de ello, se bebió la sangre de la rata nivel 5. No era mucha y el nivel era bajo, pero ahora mismo no tenía reservas, así que era mejor que nada. No rellenó ni un 1%, pero al menos le serviría para curar algún rasguño. Sin embargo, se abstuvo de cazar más ratas. El tiempo era demasiado valioso y la recompensa escasa.



–¡Mierda!– exclamó.

Podía ver la dirección de la aldea de iniciación en el mapa virtual, pero, en el mapa, la mayoría de la zona estaba cubierta por una especie de neblina. Sólo las zonas que había atravesado eran visibles. Por ello, no podía saber qué había en el camino.

Había encontrado un acantilado, y lo había recorrido hasta encontrar el puente que recordaba del juego. Pero dicho puente había sido derruido muchos años atrás, mucho antes de que empezara el juego. De hecho, había sido derruido para evitar que pasaran los nomuertos.

Se lo quedó mirando un rato, hasta que tomó una decisión. Subió entonces al árbol más alto que encontró junto al acantilado, trepando lo más alto que pudo, y se quedó descansando hasta que recuperó completamente la energía. Sólo entonces, saltó.

Estaba convencida de que con Planear podría cruzarlo con facilidad, y sus cálculos no eran incorrectos. A la velocidad que iba, le sobraría energía cuando llegara al otro lado. Sin embargo, había algo que no había previsto.

Sobre el acantilado, sin árboles que lo protegieran, soplaba un fuerte viento. Si bien no era ni mucho menos huracanado, sí que podía afectar a un objeto que se dejará llevar, Planeando, sin ser capaz de controlar la dirección más que débilmente. Estaba muy lejos de poder contrarrestar la fuerza del viento.

La vampiresa se vio arrastrada a su pesar, frustrada por no poder hacer más que mantenerse en el aire, que dejarse llevar. No tardó en darse cuenta de que su dirección había cambiado, que viajaba sobre el acantilado en lugar de atravesarlo. Si seguía así, acabaría quedándose sin energía y cayendo, como había caído contra las rocas en su mundo original. Y no quería volver a morir así.

Miró alrededor, buscando una oportunidad, una opción, pero no encontró nada. Así que, antes de quedarse sin energía, decidió dejarse caer.

Sin la membrana que le permitía Planear, su cuerpo empezó a descender cada vez más rápido. Era realmente intimidante ver pasar las paredes de rocas frente a sus ojos, ver acercarse el lecho del río, recordar su muerte.

Movió su cuerpo en el aire para apuntar hacia el suelo, abrió los brazos y activó de nuevo Planear. A su velocidad, era imposible frenar a tiempo, pero si podía cambiar de dirección.

Poco a poco, el ángulo de caída fue cambiando, cada vez menos vertical, aunque a ella le parecía que no lo hacía suficientemente rápido, que el suelo estaba demasiado cerca, que era más lento de lo que había previsto. Claro que nunca había Planeado a esa velocidad.

No logró evitar chocar contra la superficie del agua. Sin embargo, la velocidad de caída había disminuido ostensiblemente, transformándose en velocidad horizontal.

La membrana que le permitía Planear sufrió daños al chocar contra el agua, y la velocidad que llevaba provocaba una fuerte presión contra ella. Por suerte, también la frenaba, y no tardó en poder controlarse, en mover sus doloridos brazos para mantenerse a flote.

Por desgracia, la corriente era fuerte en aquel tramo del río y, de nuevo, estaba siendo arrastrada. Además, había perdido su escasa reserva de sangre, consumida por Autorregenerar.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora