Junto al manantial (II)

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No tardó en notar como Autorregeneración actuaba contra aquella herida, contra la infección que pretendía propagarse por su cuerpo. Pero no era suficiente, y no tardó en ser inutilizada su pierna.

Había logrado alejarse unos metros del zombi contra el que estaba luchando, pero éste se estaba acercando, y no era el único. Mientras, el nivel 10 descabezado se acercaba a su cabeza.

La herida le quemaba, por lo que tenía que apretar los dientes para no gritar, aunque no era eso lo peor, sino que la pierna no le respondiera.

El miedo la invadió al ver como la carne ennegrecía alrededor de la herida, pudriéndose, y amenazando con extenderse por el resto del cuerpo. Sacó el último frasco de sangre que tenía de nivel 7 y lo bebió, apenas rellenando menos de la mitad, y notando como era rápidamente empleada para luchar contra la infección. Al igual que la anterior, apenas pudo resistir unos segundos.

Estaba aterrada. Es cierto que no ignoraba que podía morir en aquel mundo, pero hasta ahora no había tenido que enfrentarse a ello, que agonizar lentamente. Puede que ya hubiera muerto una vez, pero en aquella ocasión había sido rápido, ni siquiera recordaba el dolor del golpe. Por alguna razón, no se había sentido tan asustada como ahora.

Se arrastró hacia el manantial, pero la distancia que antes podía recorrer en un instante, ahora le parecía insalvable. Rodó sobre sí misma para esquivar el pisotón de un zombi, y logró apartar a un esqueleto con el látigo.

No sabía dónde estaban las dagas, las había soltado antes, así que uso una espada para intentar clavar el pie del zombi en el suelo, pero no tenía suficiente fuerza. Se vio obligada a volver a rodar para esquivarlo, cayéndose mientras tanto la espada del pie de su enemigo.

Esta vez vio donde había caído el arma, así que un hada salió a buscarla, aunque ese era el menor de sus problemas. El mayor era la herida a mitad de la parte inferior de su pierna. El color negro se había extendido casi hasta el tobillo y la rodilla, y no podía sentirla.

No pudo sino temerse que podía perderla incluso si sobrevivía. Se le pasó por la cabeza cortársela, como había visto en muchas películas, pero no sólo podría morir desangrada, sino que no creía que pudiera cortar su propio hueso.

De hecho, se sentía débil. No sólo se le había acabado la reserva de sangre, sino que percibía como aquella infección se extendía también por su interior, por su propia sangre.

Uso una vez más, usó Endurecer en sus dos manos para bloquear el ataque de un zombi, tras lo cual empujó con fuerza la pierna que quería pisotearla. Consiguió con ello lanzarlo un poco hacia atrás, aunque no era ese su principal propósito.

Logró impulsarse con la pierna de su enemigo para rodar hacia el manantial. Sintió el dolor de una piedra al golpear contra su espalda. De su cuerpo al caer al suelo tras elevarse por un segundo. La tierra y guijarros que rasgaban su cara, sus manos, sus piernas. Y, finalmente, un fuerte golpe contra una dura piedra que la detuvo, vaciando sus pulmones.

Apenas podía moverse, y su vitalidad estaba al 10%. Al 9.5%. Al 9%. Iba bajando rápidamente, en parte por los golpes y heridas sufridas, pero, sobre todo, por el mordisco del zombi.

Se arrastró pesadamente. Sus brazos apenas le respondían. Por lo menos, sus enemigos ya no la atacaban, pues se habían quedado al otro lado de la barrera.

8%. 7%. El manantial apenas estaba a unos metros, pero parecía demasiado lejano. Le dolían las manos raspadas con las que intentaba agarrarse a la roca. Los músculos de sus brazos con los que pretendía acercar su cuerpo, golpeados y magullados. Era intenso el dolor cuando intentaba impulsarse con su única pierna sana, pues se había doblado el tobillo. En cuanto a los cortes en su rostro, en sus labios, en sus orejas, en su nariz, simplemente los ignoraba.

Su manó resbaló de la roca húmeda mientras trataba de impulsarse hacia delante, mientras su vitalidad bajaba al 5%, mientras la infección había superado su rodilla.

Uso entonces el látigo sobre una raíz, enrollándose en ella con Agarrar. Apretó sus manos en carne viva en el látigo, y forzó sus músculos, que parecían haber perdido la fuerza de unos minutos atrás.

Usó toda la energía que le quedaba en un último esfuerzo, mientras su vitalidad llegaba al 4% y el látigo se soltaba, cayéndose de sus manos. Pero, una vez más, había logrado un pequeño impulso que la lanzó hacia delante, rodando y golpeándose de nuevo contra el suelo de piedra.

Perdió la consciencia al golpear su cabeza contra una roca, bajando su vitalidad un poco más mientras ella caía al manantial y se hundía en él, su cuerpo llegando poco a poco hasta el fondo, su boca semiabierta, incapaz de frenar la entrada de agua que amenazaba con ahogarla.

No era muy profundo, así que, sus piernas pronto tocaron el fondo del manantial. Su cuerpo inerte parecía querer tumbarse en él para siempre. Dormir eternamente.

De repente, las piernas se movieron, impulsándose sobre el lecho de roca y lodo para llevarla de nuevo hacia la superficie.

–Cof, cof– tosió en cuanto su cabeza emergió, expulsando el agua que había entrado por donde no debía.

Empapada, salió del agua con agilidad, sin rastro de la debilidad de unos instantes atrás. Ni de los cortes en todo su cuerpo. Incluso la herida de su pierna había desaparecido, así como todo rastro de la infección.

Respiró pesadamente, agotada mentalmente, recuperándose de aquella experiencia que casi le había costado la vida. Físicamente estaba en perfectas condiciones gracias al agua del Manantial Sagrado, pero mentalmente había sido un duro golpe.

Quizá hubiera sido demasiado para una adolescente normal, pero ella había medio vivido en el juego, había medio experimentado las batallas de aquel mundo. Por no contar que era fan de las películas gore serie B. Así que alzó la cabeza y miró hacia la barrera, hacia los nomuertos, y hacia uno en particular, uno nivel 10.

–Esto no volverá a pasar– se prometió.

No le quedaba sangre y había perdido algunas de sus armas, pero eso no le impidió levantarse y acercarse a la barrera, deseando resarcirse de aquella derrota. No le gustaba perder.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora