Tenebrosas catacumbas

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La vampiresa se planteó moverse a otra zona y volver a atacar, pero tenía cosas más urgentes que hacer. Estaba preocupada por la integridad de la mansión y sus habitantes.

Así que se dirigió hacia donde estaba lo que toda fortaleza de fantasía que se precie debe tener, una entrada secreta. Ella había creado varios túneles para acceder y salir de la mansión a escondidas, túneles hábilmente escondidos.

Sólo ella podía abrirlos, y atravesar los múltiples hechizos defensivos sin que se desplomara la roca encima. Había gastado bastante oro e invertido mucho tiempo en crearlos, pero su fortaleza habría estado incompleta sin ellos. Además, había disfrutado construyéndola, por mucho que los prometidos y esperados ataques a bastiones nunca hubieran sido implementados.

Había sido una de las promesas del juego en su lanzamiento, y uno de los grandes desengaños. No pocos habían maldecido e incluso abandonado el juego por ello. Aunque, a decir verdad, Gjaki había preferido que hubiera sido así. No quería que su preciosa mansión y sus inquilinos tuvieran que verse envueltos en ello. Ahora, incluso lo agradecía.

Una de las entradas, a la que se dirigía, estaba justo detrás de una pequeña cascada, como mandan todos los cánones. Al llegar, se quedó unos instantes boquiabierta, admirando el lugar. Era mucho más hermoso en la realidad de lo que lo había sido en el juego, mucho más real.

Se acercó nerviosa. El Oráculo ya le había advertido que no todo lo que había visto en el juego era real. Así que suspiró aliviada cuando sintió la magia que reconocía como propia, aunque más poderosa.

La entrada había reaccionado al ser la piedra manchada por una gota de sangre, lo que era el primer paso para activarla. El siguiente era simplemente dejar fluir el maná suficiente para que las rocas se abrieran. Por supuesto, el maná tenía que ser compatible con el que estaba imbuidos en ellas, el suyo.

Luego, simplemente caminó por el túnel, atravesando múltiples barreras de maná, pasando por delante de múltiples trampas. Para evitarlas, era necesario tener una idea de dónde no se debía pisar, y ser Gjaki.

Le pareció a la vez extrañamente nostálgico y una deliciosa novedad. El túnel se iluminaba a medida que avanzaba, y se apagaba una vez pasaba. Es cierto que precisamente ella no lo necesitaba, pero el efecto le había parecido imprescindible en el juego. Y era útil cuando invitaba a ver su construcción a Eldi o Goldmi.

Un sonido algo tétrico se podía oír al pasar el viento, aunque no debería haber viento allí. Sin embargo, el pack viento con ruidos escalofriantes había estado a un precio difícil de resistirse.

También había otras decoraciones, como telarañas, manchas de sangre o un ataúd incrustado en la pared. Por no hablar de que las luces venían de candelabros adornados con alas de murciélago en su base.

Incluso había alguna puerta con el único propósito de hacer ruido cuando se abría. O de llevar a habitaciones con esqueletos encadenados a aparatos de tortura, esqueletos que ahora no sabía si eran reales. O a tumbas, algunas de ellas semiabiertas, mostrando manos esqueléticas.

No pudo evitar admirar lo que había creado, como una niña en un parque de atracciones. Por un rato, se olvidó de todo lo demás, y no podía quitar la sonrisa de sus labios mientras miraba a todos lados. Incluso activó un par de trampas para verlas actuar.

Finalmente, llegó a una puerta diferente a las demás. Era la última defensa. La última identificación.

Puso la mano sobre ella, dejando que se hundiera en lo que parecía un material sólido. De hecho, lo era, a no ser que se desencadenara el hechizo para atravesarla. Si se intentaba abrir normalmente, se activaban todos los mecanismos de defensa del túnel.

Llegó a una pequeña sala circular con multitud de puertas. Todas menos una daban a otros túneles, aunque era imposible saber cuáles. Sin embargo, ella las recordaba perfectamente. Por algo las había diseñado una a una, todas con motivos un tanto tétricos.

Atravesó la enorme boca de un dragón esqueleto pintada en una de ellas, llegando a un pequeño pasillo. De nuevo, estaba repleto de trampas letales. De hecho, había muerto en el juego más de una vez mientras las estaba colocando, creando el sistema de identificación, o simplemente probando. Aunque era más divertido probarlas con sus compañeros, por sorpresa. Eldi no lo había encontrado tan divertido, aunque Goldmi sí, cuando su amiga le había pasado el vídeo.

El pasillo también acababa en una puerta, que podía atravesarse como las anteriores. No obstante, si se hacía, se quedaba atrapado en ella. Ésta debía abrirse. Para ello, se necesitaba una llave negra que sacó del inventario.



El puesto de mando era una enorme habitación subterránea repleta de monitores, diferentes tipos de mandos, y un gran botón rojo. De hecho, había más de un botón rojo, ya que te hacían un 30% de descuento si los comprabas en packs de cinco.

Sin embargo, todos los monitores estaban apagados, pues eran un innecesario consumo de maná si no había nadie allí. Y ella era la única que podía entrar.

Se acercó a uno de ellos e imbuyó maná. Inmediatamente, pareció cobrar vida, mostrándose los parámetros generales de la mansión. Podía verse como la mayoría de las defensas estaban desactivadas, aunque había una notable excepción. La barra del escudo estaba al 100%, aunque continuamente oscilaba, lo que denotaba que lo estaban atacando. No obstante, nunca bajaba del 97%.

Se sorprendió al ver que la mayoría de las utilidades de la mansión habían sido desactivadas. Muchos de los baños, cocinas, sillones de masajes u otras comodidades estaban fuera de servicio, aunque no constaban como estropeadas. Pronto entendió el porqué.

–El maná está al 0,74%. Deben haber desactivado lo no esencial. Mmmm. El dispositivo de huida está preparado y cargado. 0,73%. El escudo no durará mucho más. Tengo que hacer algo.

Cruzó la puerta que llevaba al núcleo. Éste podía verse desde fuera, pero no accederse a él por otro camino. La enorme gema había perdido mucho de su brillo, siendo evidente que apenas le quedaba maná.

En el juego, había llevado consigo esa piedra para ir cargándola poco a poco. De hecho, cuando estaba ocupada, a veces entraba sólo para vaciar su maná en ella, sabiendo que, cuando volviera a entrar, ya lo habría recuperado. También volcaba todo lo que le quedaba justo antes de desconectar.

Había necesitado meses para cargarla, siendo nivel 100. Aunque es cierto que no lo había hecho continuamente, sabía que no podía simplemente ponerse al lado y recargarla. El gasto del escudo resistiendo los ataques era mucho mayor a su regeneración de maná.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora