Oculto en la montaña (I)

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Salir del condado no le preocupaba, sólo tenía que caminar. Sin duda, sería descubierta, pero no importaba si se estaba alejando del lugar. No obstante, por ahora, quería aprovechar la oportunidad para investigar, para saber más de uno de sus enemigos.

Sin duda, no podía eliminarlo, su poder era insuficiente, y no conocía lugares cercanos para levear. Si tenía suerte, encontraría alguno. Si no, tendría que volver más adelante. Aunque se aseguraría de perfeccionar su traje antinfrarrojos.

Por el momento, se encontraba en un bosque, por el que tenía que ir con sumo cuidado. Aunque no tan densamente distribuidos, había gólems y otros dispositivos por el interior. No obstante, sabía qué buscar con sus Murciélagos, y no se acercaba a zonas de vegetación demasiado densas que pudieran ocultarlos.

–Es estresante– se dijo.

Debía esquivar los dispositivos de vigilancia y los habitantes del bosque. Al menos, asegurarse de no pelear cerca de algo que pudiera delatarla. Para ello, sus exploradores debían examinar la zona meticulosamente, asegurarse de no dejarse nada.

Respiró un poco aliviada cuando, a la noche siguiente, dejó casi de encontrarlos. La zona era de nivel 60, por lo que no le servía de nada intentar levear allí, u obtener sangre. Así que siguió caminando hasta que encontró una pequeña ciudad, o quizás una aldea grande.

Estuvo las últimas horas de la noche investigándola con sus espías, pero no encontró nada extraño, anormal o sospechoso. Lo único un tanto excepcional era que no había nada parecido a una posada donde pasar la noche, aunque quizás no era tan extraño en un lugar donde no vendrían viajeros de fuera del condado.

Se acercaba el alba, por lo que se quedó en lo más parecido a un refugio que había encontrado, entre la vegetación y una pequeña pared de piedra que la protegería del sol directo. Pretendía observarlos un poco más antes de irse a dormir.

Sin embargo, algo peculiar llamó su atención. Muchos aldeanos, hombres mujeres y niños, empezaron a salir de sus casas y reunirse en la plaza principal. Justo empezaba a salir el sol cuando llegaron varios carros, en los que se subieron.

–¿Dónde irán?– se preguntó.

Dudó. Moverse de día era peligroso, y quizás sólo iban a trabajar a algún campo cercano, pero algo le decía que debía seguir esa pista. Quizás eran los rostros abatidos de los aldeanos, o quizás los guardias armados que escoltaban los carros.

Se vistió con las mismas ropas que le cubrían todo el cuerpo que había usado como Kigja. Era unas de las que había perfeccionado mientras esperaba a que finalizara el reencuentro de los condes. Tras ello, los siguió.



Hacía horas que había perdido de vista los carros, pues habían ido más allá del límite de sus exploradores. No obstante, siguió caminando, pues la ruta que habían seguido era bastante obvia.

Hubiera podido mantener la distancia si hubiera usado todos sus recursos, pero no quería malgastar sangre, ya que no le sobraba, y tampoco se atrevía a ir demasiado rápido. Aunque pocos, se había acabado encontrado un par de gólems en el bosque que rodeaba los caminos seguidos por los carros.

Pasaron horas hasta que volvió a ver los carros, cuando estos estaban volviendo. Estaba cerca de anochecer, y a sus ocupantes se los veía sucios, agotados y silenciosos. Además, había muchos más carros, que tomarían diferentes bifurcaciones para volver a sus respectivos hogares. También había unos poco que llegaban, pero muchos menos.

–¿Para qué necesitarán a tanta gente?– se preguntó.

Siguió caminando, más ligera de ropa una vez se hizo de noche y se pudo librar de su protección solar. Las marcas de las ruedas de los carros eran evidente, por lo que sabía que seguía el camino correcto, aunque no hacia dónde la llevaba. Fue entonces cuando lo sintió.

Era un aura de sangre débil, aunque ligeramente familiar. Tenía cierto parecido a la de los caballeros de sangre, aunque parecía incompleta.

Resultaba extraño que la hubiera percibido desde tan lejos, pero que apenas aumentara cuando se acercaba. No tenía mucho sentido, así que se sintió un poco desconcertada. Lo que sí sabía era que había llegado al lugar adecuado. Era una pequeña montaña con un agujero en el centro, y estaba rodeado de vampiros menores.

–¿Es un volcán?– se preguntó.

Mandó a tres Murciélagos a investigar. Allí había múltiples vagonetas para transportar no sabía qué, y raíles que llevaban al interior de aquella montaña. Sin embargo, no podía saber lo que había dentro, pues estaba completamente sellado.

Del lugar se filtraba un poco de aura de sangre. También había una especie de grandes ventiladores, que eran accionados manualmente por los trabajadores, quizás con maná. Gracias a ellos, el aura se dispersaba, llegando más lejos pero manteniendo una densidad baja. Era opresiva para los no vampiros, pero no insoportable.

Los trabajadores del turno de noche se encargaban de disipar dicha aura, de preparar y reparar las vagonetas, los raíles o algunas plataformas. Claramente, estaban encargados de preparar el lugar para que otros pudieran trabajar al día siguiente.

Lo que más intrigaba a Gjaki era qué había allí dentro. Sin duda, el aura de sangre debía ser extremadamente poderosa si necesitaban ventilar la poca que se filtraba.



Al cabo de un rato, vio llegar un lujoso carruaje, del que se bajó un vampiro al que reconoció como uno de los que habían atacado la mansión.

–Debe de ser Pokmu– dedujo –. Por dios, lleva un monóculo como cualquier típico malo, es demasiado cliché.

Aparte de reconocerlo, su nivel era alto, y todos parecían tratarlo con respeto, o miedo, por lo que no dudó de su identidad. Por no hablar de que tenía aspecto de malo. Aunque también era cierto que a los dos anteriores no se les podía haber aplicado ese apelativo.

El vampiro entró por una puerta al interior de la montaña, y salió un par de horas después. No parecía muy satisfecho, y algo gritaba a sus subalternos. Poco después, se fue hacia el carruaje, se subió en él, y se marchó.

Gjaki salió de su escondite y se acercó al lugar, con un objetivo claro. Tenía que entrar y ver qué había allí dentro. Y tenía que hacerlo antes de que se hiciera de día.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora