Nueva vida

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–¿Cómo vuestra amiga consiguió...? ¿Cómo lo has dicho? ¿Liberar? Sí, eso. ¿Cómo consiguió liberar a esos caballeros de sangre? ¿Cómo sabía lo que eran? ¿Eran lo mismo que tenía mi... hermano?– les interrogó el conde.

Ellos se miraron. Habían tratado de retrasarlo, pero los condes no lo habían permitido. Lo único que habían aceptado era dejarles comer algo mientras hablaban, pero nada de esperar al día siguiente, ni siquiera tomar un baño. Querían respuestas ya.

Estaban en una habitación especial, protegida contra escuchas. La liberación de los caballeros era un asunto de suma importancia, por lo que no se podían permitir ser espiados. Ni tampoco que sus hijos dejaran de confesar cada detalle.

El grupo respiró aliviado cuando alguien llamó a la puerta. Al menos, tenían un momento de respiro del interrogatorio de sus padres. La condesa abrió el hechizo, permitiendo que la puerta pudiera ser abierta.

–Adelante– ordenó.

–Mi señora. Ha llegado una carta para la joven señora, podría ser urgente– entregó un sirviente la carta en una bandeja.

Kroquia se adelantó para coger la carta, siendo revelador el sello. Aunque esperó a que el sirviente se marchara para abrirla. En cuanto lo hizo, la leyó con avidez, sin ocultar su preocupación.

Todos, incluidos sus padres, la interrogaban con la mirada. Ella suspiró.

–Nuestra amiga se llama Gjaki, es una vampiresa y una visitante. Ella podía dominar los caballeros de sangre, pero decidió liberarlos. Esta carta es de ella. Dice que ha salido de la ciudad de la mazmorra, y que ahí encontró un vampiro. Dice que es probable que esté relacionado con la que mujer de tu hermano, que seguramente es un espía. Nos da su nombre y donde se aloja.

Su hermano y amigos la miraron algo confusos. Ella había sido la primera en querer darle tiempo, en no querer revelar todo sobre su amiga. No podían sino preguntarse qué decía la carta.

Sus padres, en cambio, la miraban con los ojos y boca abiertos. Que la amiga de su hija fuera una vampiresa era algo que no habían siquiera imaginado. Que fuera una visitante era si cabe más sorprendente. Era la primera de que tenían noticias.

–Esto no puede salir de aquí– fue la condesa la primera en reaccionar.

Que se supiera que sus hijos tenían relación con una vampiresa era una información peligrosa. Y más cuando un príncipe acababa de fallecer. Si supieran que realmente había una relación, hubieran sido aún más firmes, incluso hubieran entrado en pánico.

–Por ahora, tenemos que lidiar con el espía. Será mejor llamar a Gravil– sentenció el conde.



–Maldita sea– se irritó una vez más Kan Golge.

Las últimas noticias que había recibido de Skygge, su espía reptiliano en la ciudad de la mazmorra, habían sido que la compañera de los hijos del conde no había aparecido. Desde entonces, no había tenido más noticias.

No estaba muerto, podía notar su conexión, pero debía de haber sido capturado. Si no, no había ninguna razón para que no se hubiera puesto en contacto.

Así que decidió prescindir de él. Cortó su conexión, y con ella la vida de su sirviente. Descubrirían su cadáver horas después en la prisión donde lo habían estado interrogando.

Se sentía injuriado, además de malhumorado, pero no se dejó llevar. No había nada interesante en aquel apartado lugar ahora que sus soldados había sido eliminados. Era mejor cortar la sangría e ignorar aquellas tierras reptilianas. Al menos, por ahora. Si se daba la ocasión, no era alguien quien olvidara viejos rencores.

Por ahora, tenía que apoyar a un Guardián del Norte llamado Cahldor. Si todo salía bien, podría hacerse con un terrible poder.



Drigca salió de su escondite, una precaria e improvisada plataforma en lo alto de un enorme árbol. Tenía hambre, necesitaba comer, algo que hasta hacía bien poco había sido nuevo para ella. Por suerte, era una guerrera experta, aunque no tan buena cazadora.

Le había costado horas hacerse con su primera presa, y había sido por casualidad. Se había apoderado de la víctima de un depredador que no era rival para ella, por lo que se había visto obligado a huir.

Tampoco la cocina se le daba muy bien. Varios trozos de carne se le habían quemado, y al final, demasiado hambrienta para seguir intentándolo, había devorado una porción no demasiado hecha.

Suspiró. Estaba terriblemente deprimida, desesperada, sin un objetivo más que sobrevivir como fuera, y no muy firme. Incluso había llegado a plantearse el suicidio, acabar con todo.

Fue entonces cuando oyó un grito. Frunció el ceño. No quería que la vieran, que la descubrieran, pero igualmente se acercó al origen. Si eran sus perseguidores, quería saberlo. Sin embargo, no fue eso lo que encontró. Era un niño reptiliano de unos diez años, refugiado bajo las raíces de un árbol, y acosado por un oso que intentaba alcanzarlo con sus zarpas.

No dudó en actuar. Aquel oso sin duda podía comerse, y la carne de la presa anterior se había deteriorado, pues no sabía cómo conservarla.

No fue una pelea difícil, pero tampoco fácil. Aquel oso era mucho más inteligente que los seres de la mazmorra contra los que estaba acostumbrada a luchar. Pero había una diferencia en nivel y habilidades.

Apenas había acabado con el animal, cuando unas pequeñas manos abrazaron su pierna.

–¡Gracias! ¡Tenía tanto miedo!– sollozó el niño.

–¿Qué haces aquí sólo?– preguntó ella, extrañada.

–Estoy con mis padres y tíos. Me escapé... Salí sólo un momento, pero no podía encontrar cómo volver. ¿Me ayudarás? ¡Por favor!

Se sintió extraña. Nunca en su vida se había sentido así. Todas las intrigas contra sus rivales, incluso sus hermanos, resultaban ya lejanas. Todo el poder que había querido acaparar, un difuso sueño. Pero ni siquiera en aquel entonces, ni siquiera en sus victorias, había sentido aquella satisfacción.

Era sólo un niño plebeyo, además de sucio, pero su honesto agradecimiento le resultaba refrescante. Su petición de ayuda y protección algo imposible de rechazar. Tampoco tenía nada más que hacer.

No se dio cuenta en ese momento, pero había iniciado un camino muy diferente al que había caminado hasta entonces, un camino que nunca hubiera imaginado que fuera a caminar.

En el futuro, cuando mirara hacia atrás, encontraría su vida anterior fría, frívola, vacía y sin sentido. Incluso se sentiría sumamente avergonzada de su yo del pasado.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora