Descanso

232 47 2
                                    

Cogió el portal para ir a la aldea de iniciación, dispuesta a reparar los escudos, y cualquier daño en la otras armas. Pero, al llegar, vio que el Oráculo seguía allí y cambió de idea, dirigiéndose hacia él.

–¿Por qué había un búho superfuerte en la zona de leveo de nivel bajo?– preguntó la vampiresa, sin ni siquiera saludar.

–No hay nada que impida a un ser de nivel alto ir a una zona de nivel bajo. No suele haber interés en ello, pues el maná es menos denso. Por ello, la comida que puedan obtener es menos sabrosa, menos nutritiva. Pero puede haber motivos que los lleven allí temporalmente– explicó éste.

–Podrías habérmelo dicho– se quejó Gjaki.

–No puedo responder a preguntas que no han sido hechas.

–¿Y qué preguntas no han sido hechas?

–Tantas que sería imposible enumerarlas en varias vidas.

La vampiresa lo miró, preguntándose si, tras esa máscara, se estaba riendo de ella. Quizás incluso sacándole la lengua, como en una película que había visto tiempo atrás. No obstante, no había nada que lo indicara. Seguía tan imperturbable como siempre.

–¿Se irá?– insistió ella.

–No puedo predecir el futuro, pero sin duda algún día lo hará. Probablemente, antes de su muerte.

–No me sirve de mucho– se quejó, sin obtener respuesta a su queja.

Se fue un tanto irritada hacia el yunque, mientras se ponía las gafas de sol y la ropa antisol, protegiéndose del inminente amanecer. Una vez allí, reparó escudos, dagas, flechas y cuanto estuviera estropeado, por muy levemente que fuera. El coste era tan sólo un poco de maná que acabaría recuperando.

Después de ello, volvió a atravesar el portal verde. En la cueva, estaba protegida del sol, por lo que se sentía más cómoda. Se sentó en una silla sacada del inventario y sacó una sopa roja que puso sobre una mesa que antes no estaba allí.

–Sopa de sangre– sonrió la vampiresa.

En realidad, el ingrediente principal era tomate, y no tenía una sola gota de sangre, pero era así como la había llamado Goldmi, en honor a su amiga.

Se tomaba fría y resultaba refrescante. Sintió como la fatiga acumulada desaparecía de su cuerpo al consumirla, aunque quizás sólo fuera producto de su imaginación, imaginación que la llevó al recuerdo de los tres comiendo en una cueva parecida a aquella. Aunque, en aquel entonces, comer significaba hacer doble-click en el ítem de comida para conseguir sus bonos, justo antes de salir a por sus enemigos.



Estuvo un rato revisando su estado. No encontraba nada que explicara su velocidad de leveo.

–Quizás debería preguntarle al Oráculo– suspiró, reluctante –. A ver los títulos...

Dichos títulos eran sólo eso, títulos. No servían para nada más que para exhibirlos. Como Potentada, adquirido al alcanzar cierta cantidad de oro. O como No son más que hormigas, tras acabar con mil de ellas.

Los fue repasando todos, riéndose a veces ante algunos de ellos, ya fuera por la descripción o por los recuerdos que le traían. Fue entonces cuando llegó hasta Señora de la noche, un título dado a quien acumulaba al menos diez mil muertes en las horas nocturnas. Dichas muertes tenía que ser al menos diez veces más que las acumuladas en las diurnas, además de que tenía que matar a uno de cada nivel durante la noche, hasta 110, 10 por encima del máximo. Era un título hecho a medida de los vampiros.

Al leer la descripción, no pudo sino sorprenderse. Estaba segura de que no decía nada de ello en el juego. No lo recordaba, y seguro que no lo habían mencionado en ningún foro o wiki.

Aquella que domina la noche, que recibe el poder de las sombras. Por ello, obtiene el doble de experiencia cuando no hay rastro de la maldita luz del sol, tan sólo una cuarta parte en presencia de la odiosa luz.

Lo que no tenía claro era si en el juego tenía algún efecto, aunque no lo indicara. Dado que era necesario matar a seres nivel 110, no lo había obtenido hasta llegar a 100. No estaba segura de que fuera así, pero no por ello dejó de maldecir a los desarrolladores. Podía ser un efecto extremadamente útil, pero era casi imposible de obtener antes de que dejara de tener utilidad. Por suerte para ella, ya no era el caso.

Siguió revisando los títulos, pero no encontró ningún efecto digno de mención. Y decidió olvidar algunos como Gran Glotona, o Asusta Niños, por mucho que lo encontrara injusto. Les había salvado la vida asustándolos, aunque no sabía si sólo había sido en el juego.



Estuvo probando en la cueva el látigo con Regate, pues quería saber qué era capaz de hacer. E incluso quiso explorar el exterior con un Murciélago, pero era tan débil como ella ante la luz del sol, y el ser de magia y sangre no podía llevar gafas ni vestido ninja.

También probó Oscuridad, observando con un espejo hasta que punto se podía percibir según a la velocidad a la que se moviera. E incluso probó Toque Tenebroso con las paredes de la cueva, aunque el poder de corrosión resultó ser bastante imperceptible contra la roca.

Luego se entretuvo un rato diseñando algunos trajes. Al igual que Goldmi, había comprado la plataforma de sastrería portátil, aunque ni se había acordado de ella hasta que había visto la de la aldea de iniciación.

Dado que no había sol que la molestara allí, prefería usarla que volver a la aldea.

Estuvo horas diseñando y probando un traje que la cubriera del todo, incluso con una máscara que le tapaba el rostro, y a la que había añadido una dura piedra traslúcida que debía protegerla del sol, a modo de cristal tintado. A su pesar, descartó la de batgirl por ser poco discreta, aunque guardó el diseño.

Tuvo que hacer varios retoques hasta que se dio por satisfecha, hasta que sintió que podía moverse libremente. Luego comprobó que realmente el sol no la dañaba con la ropa. Y que podía darle varios colores, con los que quizás podría camuflarse con ella durante el día.

Decidió hacer varias partes adicionales, con la intención de vestirlas si alguna se dañaba, y comprobó que pudiera intercambiarlas con facilidad. No obstante, evitaría luchar de día cuanto pudiera, pues siempre podría haber heridas que la rompieran y dejaran pasar la luz del sol, aunque fuera por un momento.

Finalmente, sacó su castillo-tienda y se metió en él. Esta vez llevaba un pijama más normal, más discreto, con un dibujo de ella con los dientes ensangrentados y sonriendo. Le había dado tiempo de hacerlo después de la ropa contra el sol, y usando a una pequeña Gjaki como modelo.

–Quizás podría hacer una pantera. O un oso. ¿Y un murciélago gigante con ojos rojos y colmillos? ¡Sería monísimo!– pensaba, mientras su conciencia iba entrando en el mundo de los sueños, y su cuerpo abrazaba a un mullido cocodrilo de peluche.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora