Asesinato (I)

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La vampiresa podía ver como sus compañeros llegaban a los caballeros y los acompañaban a la salida. El rostro de estos denotaba lo agradecidos que estaban.

También vigilaba al grupo de Drigca, que había dejado de poner trampas. Aunque atentos por si alguien los seguía, parecían ahora un grupo de aventureros más, entrenando y ganando experiencia con las cucarachas.

No se olvidaba del príncipe y lo suyos, que avanzaban sin pausa, directamente hacia la sala del jefe. A pesar de ello, y de destrozar a las cucarachas que encontraban por el camino con el ataque combinado de varios de ellos, el grupo de caballeros no actuaban imprudentemente.

Cuando llegaron a la tercera trampa, pudo ver que estaban preparados, que habían aprendido la lección, e hicieron saltar la trampa sin caer en ella. Lo que sí se acentuó fue la hostilidad en sus rostros hacia quienquiera que la hubiera colocado.

Por su parte, Gjaki había aprovechado que estaba sola para ir acabando con algunas cucarachas por sí misma. Quizás eran rápidas de piernas, pero su agilidad y habilidades de lucha dejaban mucho que desear.

Los dos niveles de diferencia apenas resultaban un problema para ella. Solía saltar encima de una de ellas, atacando con el látigo a las cercanas, o con un martillo si era la última.

No le importaba que fueran grupos de tres o cuatro, pues con su agilidad podía esquivarlas fácilmente al principio. Luego, encima de una de ellas, se embestían unas a otras, pero ella no sufría más que la onda del choque.

Explosión de Oscuridad resultaba bastante efectiva cuando estaban juntas, y Pilar de Oscuridad era un tanto desproporcionada, mientras que Tentáculos era simplemente innecesario.

También probó con Mastines de Sangre, pero eran muy poco efectivos contra enemigos de gran defensa y mayor nivel, pues no podía dirigirlos de forma más fina. En caso contrario, hubiera podido ordenarles subir al lomo de los insectos, mantener el equilibrio y atacar desde allí. Quizás hubiera sido lento, pero efectivo.

Al final, optó por Aura Tenebrosa, Toque Tenebroso, un poco de agilidad y equilibro, y aprovechar para practicar artes marciales con las que no tenía aún mucha afinidad. Como saltar y caer sobre su codo para dañar a su presa. O un puñetazo en seco en uno de los Puntos Débiles. O incluso tratar de partir la coraza con la mano extendida, ayudada de Endurecer. No lo acabó de conseguir, pero avanzó en su dominio.



Antes de reunirse con sus compañeros, había acabado con más de una decena de aquellas cucarachas. Unidas a las que había matado con ellos, y las que había licheado, había alcanzado el nivel 34.

Como hechizo, había recuperado Anular ilusiones, con que el que podía combatir las ilusiones de sus enemigos, siempre y cuando no fueran de un nivel muy superior al de ella. Claro está que primero tenía que sospechar que eran ilusiones para activar el hechizo.

Y como habilidad, había desbloqueado el pasivo de resistencia a efectos como parálisis, otro seguro de vida. Verse afectado por dicho efecto podía suponer la muerte.



Los ezihuq se sintieron un tanto extraños siguiendo a un Murciélago, aunque era tranquilizador hacerlo, pues eso significaba que su compañera estaba bien.

Habían logrado su objetivo, acompañando a los caballeros y haciéndoles partícipes de los rumores que querían que circularan. Se habían mostrado sorprendidos por la explosión, y reacios a atribuirla al grupo de Drigca, asegurando que no querían creer que pudieran hacer algo así.

El rostro enojado de los caballeros hacia su enemiga, además de algunos insultos, habían corroborado que su estrategia había funcionado. Y se habían ganado el favor de estos, algo que no menos valioso para ellos. Sabían que su gesto no tardaría en circular entre ellos, haciéndoles ganar un poco de simpatía entre el ejército, todo lo contrario que sus enemigos.

Era cierto que había sido una actitud premeditada, pero también lo era que realmente los habían escoltado, y que sus enemigos habían actuado tal y como habían insinuado. Si bien podría acusárseles de no ser del todo sinceros, no habían mentido en ningún momento. Y no consideraban que tuvieran la obligación de haber evitado las explosiones.

Cuando llegaron junto a la vampiresa, no podían ocultar una sonrisa de satisfacción.

–¿Cuál es el nivel del príncipe?– les preguntó ésta en cuanto llegaron.

Les extrañó la pregunta nada más llegar, aunque no había motivo para no responder.

–Debe estar en 24 o 25. Supongo que pretenden hacerle subir haciéndole rematar presas. Las cucarachas son un poco duras, pero en las plantas siguientes hay algunas más adecuadas– respondió Kroco.

–Mmmm. Podría ser posible... ¿Queréis que intente deshacerme de él? Quizás tenga una oportunidad cuando los dos grupos se encuentren– se ofreció.

Después de lo que le habían explicado de dicho príncipe, había llegado a odiarlo. Sabía que su existencia era una grave amenaza para sus compañeros, en especial para Kroquia, y las misiones de asesinato habían sido sus preferidas en el juego. Así que había estado pensando en esa posibilidad.

No sentía ningún inconveniente en hacerlo, ni se planteó ningún dilema moral. Simplemente, que el mundo estaría mejor sin él.

Se la quedaron mirando, incrédulos. A pesar del odio, nunca se habían planteado algo así. Ni siquiera se les había ocurrido la posibilidad, aquello era alta traición. Aunque, al ponérsela encima de la mesa, resultaba una idea muy atractiva.

–¿No será peligroso?– se preocupó Krongo.

Si bien usualmente era el primero en saltar al frente, un asesinato era algo que estaba muy por encima de sus posibilidades.

–No demasiado– le quitó importancia –. Esperaré una oportunidad. Si no la hay, no actuaré. Si la hay, me aseguraré de que parezca obra de los azules.

Dudaron. La apreciaban y no querían ponerla en peligro. Pero lo cierto es que la existencia del príncipe era una constante amenaza, para ellos y para toda sus familias, que no eran inmunes a la presión imperial. Además, el imperio estaría mejor con cualquiera de sus hermanos. Si bien no eran angelitos, al menos no eran escoria.

No le costó mucho a Gjaki convencerlos, además de que estaba deseando intentarlo, enfrentarse al desafío. Su sangre de vampiresa parecía hervir de la emoción.

Tuvo que prometer varias veces no arriesgarse, y mantenerse en contacto con un Murciélago, aunque este sólo pudiera hacer ciertos movimientos, no hablar. Finalmente, la dejaron ir, algo reticentes y bastante nerviosos. No sólo era el peligro hacia su amiga, sino que el asesinato de un príncipe era algo muy serio.

De hecho, cuando la vampiresa se fue, Kroco sacó un extraño objeto, sobre el que todos hicieron una solemne promesa. Nadie nunca hablaría de ello con nadie, ni siquiera con sus padres.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora