Reconquista (II)

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Tili estaba temblando. Cogida de la mano a Tado, quien también temblaba. Habían insistido en ayudar, en ser parte de aquello, en liberar a los suyos y vengar a los que habían fallecido defendiendo la aldea. Pero ninguno de ellos había tomado antes la vida de un semejante. Y sólo Tili la de alguna bestia cuando entrenaba como cazadora. A pesar de todo, no era lo mismo verlo que hacerlo.

Gjaki no sabía como animarlos. De hecho, no estaba muy segura de lo que ella misma sentía. No estaba cómoda matando góblins, pero tampoco le temblaba el pulso al hacerlo. Al menos, no con aquellos góblins.

A pesar de ser de mayor nivel que los dos adolescentes, no habían supuesto una amenaza para ellos. Dos de ellos ni siquiera pudieron ponerse en pie, mientras que los otros dos se tambaleaban, y ni siquiera sabían muy bien qué estaba sucediendo.

Al final, uno había acabado con el cráneo machacado por una maza, otra atravesado por una lanza, y los otros dos víctimas de la vampiresa. El segundo de estos había muerto casi al instante, tras atravesarle la yugular y no permitir que la sangre le llegara al cerebro.

–Podéis quedaros aquí. Esconderos, yo me ocupo del resto– propuso Gjaki.

–N... no. Yo también voy– se negó firmemente la goblin, apretando los dientes para evitar que castañearan.

Tado también se alzó, tan asustado como convencido.

–Yo también. Protegeré a Tili– aseguró.

–¡Yo te protegeré a ti!– replicó ésta.

–Protegeros el uno al otro. Vamos. Los siguientes no están borrachos, tendremos que ir con cuidado.

Gjaki se veía capaz de enfrentarse a los tres, pero no evitar que pidieran refuerzos. Necesitaba distraerlos. Y, para ello, nada mejor que dos góblins asustados.

Aparecieron corriendo hacia el lugar en el que retenían a los prisioneros. Se pararon de golpe en cuanto vieron a los centinelas, mirándolos con miedo, temblando.

–¡Se han escapado dos! Gralk, ven conmigo a cogerlos. Tú quédate vigilando– ordenó uno de ellos.

Se dirigieron hacia ellos, momento en que los jóvenes góblins reaccionaron y escaparon asustados.

–¡No corráis! ¡Será peor!– los avisó uno de ellos.

Pero no hicieron caso. Siguieron corriendo, hasta llegar a una cabaña, en la que se refugiaron.

–Vamos, no podréis escapar de ahí. Salid por las buenas, o será peor– los amenazó el goblin.

No obtuvo respuesta, así que pateó la puerta hasta que se abrió. Ya había sido rota antes, así que no había podido resistir mucho tiempo. Vio como una figura se intentaba alejar, escondiéndose tras una mesa.

–Quédate aquí, que no escape el otro– ordenó a su compañero, mientras entraba para atrapar a uno de los jóvenes góblins.

De repente, algo lo atrapó, y la puerta se cerró tras él, ahogando así sus gritos. Al mismo tiempo, la figura a la que perseguía salió de su escondite, blandiendo una maza e intentando golpearle.

Intentó defenderse, mientras trataba de liberarse, pero una afilada lanza atravesó su cuello. Quizás su nivel era muy superior al de ellos, pero estaba atrapado, atacado por la espalda, y la resistencia de la piel de un goblin no es una de sus cualidades.

Tardó casi medio minuto en morir, agonizando, mientras los dos jóvenes lo golpeaban casi en pánico una y otra vez, y mientras los Tentáculos seguían agarrándolo y corroyéndolo.

Su compañero, que tenía que esperar fuera, no acudió en su ayuda, pues murió apenas unos instantes después de que se cerrara la puerta, atacado entre las sombras por la vampiresa.

Ésta observaba la situación en el interior con un Murciélago, por lo que, al verla controlada, se dirigió hacia el último de los centinelas.



A pesar de que los góblins pueden ver en la oscuridad, se ve mejor con luz, por lo que había unas antorchas allí. Aquello dificultaba el ataque por sorpresa de Gjaki, y no podía atacarlo de frente sin arriesgarse a que diera la alarma.

Invocó un nuevo Murciélago, que se alzó sobre el goblin, el cual apenas le dedicó una mirada. Hasta que bajó hacia él, atacándole la cabeza.

–Maldito bicho, apártate– movía éste las manos, irritado con el molesto pero inofensivo atacante.

Pero eso era todo lo que ella necesitaba para esconderse en Oscuridad y llegar tras él. Aunque menos efectivo con la luz de las antorchas, era suficiente si el objetivo estaba distraído.

El goblin notó un pinchazo, el frío roce del metal y su rostro pegado al suelo, contra el que había sido empujado por una mano mientras una pierna lo zancadilleaba. No podía respirar y había perdido las fuerzas. Sólo sabía que quienquiera que le hubiera atacado por la espalda, no le había dado ninguna oportunidad.

Desinvocó el Murciélago, mandó a su asistente a hacer su trabajo, y al otro Murciélago a golpear las cabezas de ambos góblins, apremiándolos. Podían estar asustados y abrumados, pero no podían permitirse perder el tiempo.

Sin querer mirar más el cuerpo mutilado y aplastado del goblin fallecido, abrieron la puerta y se dirigieron hacia su salvadora, sujetando con fuerzas sus armas manchadas de sangre y otros restos.

–Dejadme las armas. Entrad y explicadles, necesitaremos su ayuda– los apremió ella.

Tili y Tado asintieron y abrieron la puerta del lugar donde estaban encerrados los aldeanos. No pudieron reprimir las lágrimas y abrazarse con sus padres, hermanos o amigos, mientras todos los miraban atónitos.

Tenían manchas de sangre en las ropas, y Tili vestía una armadura de una calidad nunca vista. Aunque no era tan sorprendente como que afuera los estuviera esperando una vampiresa, y que estuviera de su parte.

Salieron detrás de los dos jóvenes, titubeantes, mirando con respeto a la figura que se alzaba frente a ellos, de ojos rojos y cabello plateado. Sus ropas ajustadas se veían impolutas, como si fueran nuevas, dándole un aire elegante. Y peligroso.

Si bien no la consideraban atractiva, entre otras cosas por la falta del sano color verdoso que debería tener la piel, o su excesiva altura, si era sumamente misteriosa, incluso mística.

Todos le hicieron una profunda reverencia al salir, de agradecimiento y respeto, o miedo, pero ninguno se atrevió a hablar, como si hubieran enmudecido.

–¿Quién puede pelear?– rompió ella el silencio, sin perder el tiempo en presentarse, y en lo que era toda una declaración de intenciones.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora