Jefe 7ª planta (II)

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Oscuridad requería más maná para mantenerse a medida que subía de nivel, ya que necesitaba ocultar más poder. Por ello, su aumento en la capacidad de maná y su regeneración a medida que subía de nivel no eran suficientes para que pudiera usarlo eternamente. Al menos no sin cierto exploit al que aún no tenía acceso, y que no sabía si aún funcionaría.

Por ello, tras recuperarse y reponer su reserva de sangre, mandó a su asistente a recuperar la daga, asistente que fue ignorado por el milpiés. Pero sabía que la detectaría en cuanto desactivara el hechizo. Así que decidió aprovecharlo de nuevo para iniciar un ataque furtivo.

Volvió a atacar con Puñalada Trasera la base de las antenas y volvió a saltar hacia atrás, de nuevo evitando el golpe de la cabeza contra la pared. Esta vez, no obstante, cambió de táctica. En lugar de buscar un punto propicio para Pilar de Oscuridad, volvió a la cabeza, que ahora estaba retrocediendo del impacto.

De nuevo atacó la base de las antenas, de nuevo el jefe de planta golpeó contra la pared y de nuevo ella retrocedió.

–Je, parece que he encontrado un modo efectivo– se congratuló.

Y era cierto. Durante un rato, el milpiés fue dañado por los ataques de la vampiresa y por sus propios golpes contra la pared. Desde lejos, el grupo la observaba impresionados.

–¿Cómo lo hace para encontrar estas tácticas?– se preguntó Kruloz en voz alta.

–Ni idea. Parece incluso fácil– admiró Kroquia.

–Era más divertido cuando saltaba aquí y allá. Ahora lo tiene controlado– casi se lamentó Krongo.

–Al menos hasta que pase de fase, ya falta poco– se preocupó Krinia.

–Si fuera otra, diría que lo tendrá muy difícil. Pero ella...– admitió Kroco.

Y como esperaban, cuando la vitalidad llegó a la mitad, el comportamiento cambió. El milpiés se partió por la mitad, saliendo una cabeza y una cola de ambos extremos. Ahora, había dos.

–Como en el juego, ahora tenemos dos quinientospiés– se dijo para sí.

Sonrió. Ella le había dado aquel nombre en el juego, logrando el consenso de Goldmi y Eldi de que era un chiste muy malo. Se dijo para sí que mejor no repetirlo a sus compañeros reptilianos.

Con dos de aquellos insectos de maná, no podía usar la misma táctica. Inmediatamente, el segundo se había abalanzado hacia ella, atacándola sin preocuparse si alcanzaba o no a su otra mitad.

Con el extra de velocidad y fuerza proporcionado por Sobrecarga Sanguínea, saltó hacia atrás, cayó sobre sus manos y volvió a impulsarse, para caer esta vez de pie sobre el lomo del primero.

Se mantuvo en él a pesar de las Sacudidas, ayudada por Escalar, y atacando las junturas del momentáneamente inmovilizado quinientospiés. Pero pronto, su otra mitad lo liberó y se abalanzó hacia ella, escupiendo ácido. Al mismo tiempo, el primero empezó a Rodar.

Esta vez, estaba preparada. Esquivó el ácido y esperó lo justo para que llegara el segundo, para que impactara contra su gemelo, y para que ella tuviera tiempo de saltar en la dirección contraria a la que había empezado a Rodar.

El impacto entre ellos volvió a ser terrible, y ella se vio obligada a esquivar otra vez y alejarse rápidamente, o el cuerpo que era arrastrado hubiera acabado por aplastarla. No obstante, no les dio tiempo a recuperarse. Justo cuando el movimiento se detuvo, usó el látigo y Agarrar para subirse a la cabeza del segundo. Primero había saltado sobre el primero, antes de impulsarse para llegar a su destino, ayudada por el látigo.

Éste quiso Sacudirse, pero esta vez fue el primero el que atacó la posición en la que estaba Gjaki, que ya casi no se preocupaba de hacer daño. Ya se hacían suficiente ellos mismos.

Se repitieron escenas parecidas unas pocas veces más, mientras los reptilianos presenciaban el espectáculo anonadados.



Esta vez usó la antena como un trampolín para impulsarse hacia arriba. Y el látigo sobre el recién llegado para subirse a él acrobáticamente. En estos momentos, estaban el uno enredado en el otro, sus cuerpos apiñados. Era ideal para un nuevo Pilar de Oscuridad, que engulló a ambos jefes. Fue el golpe de gracia para que se volvieran a dividir. Esta vez, eran cuatro.

Con cuatro atacándola a la vez, era mucho más peligroso. Cuando esquivaba a uno, los siguientes cambiaban ligeramente su trayectoria para alcanzarla, además de los continuos ataques con ácido. Necesitaba esquivar una y otra vez, consecutivamente. Resultaba un tanto agotador, pero también el daño que se hacían era mucho mayor.



Una vez más, esquivó hacia atrás. Usó el látigo Agarrado a una antena para cambiar abruptamente la dirección, evitando por poco las afiladas patas de uno de los doscientoscincuentapiés. Por tan poco, que recibió un doloroso corte en el brazo. Usó el cuerpo del recién llegado para ocultarse tras él del ataque del siguiente, que arremetió contra éste y el anterior.

El último no se detuvo, sino que siguió adelante, enredándose en la maraña de cuerpos. Sus afiladas patas se dañaban continuamente en sus movimientos para salir de aquel enredo y atacar de nuevo. El primero, que intentaba también moverse bajo los otros tres, se cortaba a sí mismo contra las patas de sus congéneres.

No era la primera vez que ocurría, pero sí fue la última. Viendo que no les quedaba mucho, y que había recuperado suficiente maná, creó un nuevo Pilar de Oscuridad, eliminando la última resistencia de aquel peligroso jefe de planta.

Se sentó en el suelo, visiblemente agotada, pero con una amplia sonrisa. Vencer en una batalla tan exigente como aquella resultaba sumamente satisfactorio.

Pronto, sus compañeros se acercaron para felicitarla. Había admiración en sus ojos, en especial en Krongo. Él era un guerrero a melé, y se sentía profundamente inspirado. No sabía si lograría poder moverse como ella, pero sí que tenía un interesante camino ante sí para explorar.

Kroco lo miraba resignado. Su intuición le decía que su trabajo de sanador se iba a hacer más complicado. Por un momento, no sabía si sentir algo de irritación hacia la vampiresa.



No estuvieron mucho tiempo allí. Lo justo para recuperarse antes de pasar a la siguiente planta. Nada más llegar, la vampiresa se encontró con un saltamontes de dos metros de longitud.

–Otro bug del juego que es real– se dijo sonriendo.

Saltar era la principal habilidad de aquellos seres. Sin embargo, en los túneles, esa habilidad podía ser incluso contraproducente. La vampiresa lo venció con facilidad, aprovechando los impactos de éste contra la pared y el techo.

Comprobó que no había más cerca antes de llamar a sus compañeros. Aquellos enemigos eran nivel 42, lo que los hacía muy peligroso para los reptilianos. La diferencia de nivel empezaba a ser excesiva. Por suerte, no eran enemigos que atacaran por sorpresa.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora