El Oráculo (II)

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–Muchos temen a los vampiros, no por qué sean inherentemente malvados, sino porque tienen las herramientas para hacer el mal. Por ello, si lo son, pueden hacer mucho daño. Pero no todos os temen u odian, ni ser vampiro significa ser malvado. Tu camino es tuyo por recorrer.

Aquello en cierta forma confirmaba sus temores, pero también le hizo sentirse aliviada. Como en el juego, debería ir con cuidado, ser cautelosa, no revelar su identidad, pero su destino no estaba escrito.

–¿Sabes algo de un elfo llamado Elendnas? ¿O de una dríada llamada Melia? A mis compañeros les gustaban, de alguna forma, como si fueran reales. Me gustaría saber si realmente existen o cómo están.

Se quedó mirando al Oráculo, esperando una respuesta, pero ésta no llegaba. Por alguna razón, el Oráculo estaba simplemente inmóvil.

–¿Hola?

–Ehh... Esto... Lo que viste e hiciste en el juego, puede ser o no real. Deberás descubrirlo por ti misma– respondió el Oráculo, repitiendo una frase anterior.

–¿Será un bug en el Oráculo?– se preguntó la vampiresa, aunque sin expresarlo en voz alta.

–¿Cómo sabré cuándo los otros jugadores vuelven?

–Si los encuentras o alguien te habla de ellos, lo sabrás– respondió el Oráculo.

–Oh, vamos, podrías ayudar un poco más...– le reprochó, pues de nuevo no había obtenido respuesta –. ¿Por qué estás aquí?

–Para hacer de guía.

–¿Estarás mucho tiempo aquí?

–Cuanto haga falta.

Entre cansada mentalmente, y deseando probar la zona de leveo, la vampiresa se encogió de hombros, se levantó y se dirigió hacia el círculo verde, aunque, de pronto, se volvió de nuevo.

–Oye, ¿se pueden aprender habilidades nuevas?– preguntó con interés.

–No como jugador, pero sí como cualquier habitante de este mundo. Requieren tiempo, entrenamiento y paciencia– explicó el Oráculo.

–¿Y quién las enseñan? ¿Dónde puedo encontrarlos?– siguió, excitada.

Siempre había querido aprender más habilidades, más hechizos, pero había un límite en el juego. El que ahora pudiera hacerlo, la entusiasmaba.

–Las enseñan quienes las conocen y están dispuestos a compartir sus conocimientos. Los puedes encontrar alrededor del mundo si sabes dónde buscar y a quién preguntar.

–Eso es lo qué quiero saber. ¿Dónde busco y a quién pregunto?– insistió.

–Deberás averiguarlo por ti misma.

Gjaki resopló, gruñendo para sí, tanto porque el Oráculo no le dijera más, como por haber confiado por un momento en que pudiera hacerlo. Así que se dirigió de nuevo hacia el círculo verde, pero volvió a cambiar de idea.

Se fue a recorrer la aldea, mandando a su asistente a recoger todos los materiales. Sólo tenía que mirarlos y desear apropiarse de ellos para que la pequeña Gjaki empezara a hacer viajes entre los materiales y ella, almacenándolos en el inventario.

Pronto, no quedó nada en la aldea de iniciación que pudiera ser guardado, a excepción de unas sillas y una mesa. Puede que no supiera qué hacer con la mayoría de ellos, pero no por ello iba a dejar de almacenarlos, de acumular todo lo que pudiera.

La experiencia del juego le había enseñado que podían ser útiles más adelante. Y si bien no sabía si dicha experiencia podía aplicarse, tampoco perdía nada por guardarlos.

Tras ello, se dirigió de nuevo al círculo verde, llegando esta vez hasta él, y dejándose envolver por un cilindro de luz.



–Los efectos especiales son mejores que en el juego– apreció la vampiresa, por mucho que no fueran efectos especiales.

Estaba en una cueva, como en el juego, donde había un portal para volver y una salida. Se quedó mirando a la salida, observando lo que en el juego era llamado el Bosque Tranquilo. No era un nombre que hiciera honor a sí mismo, a no ser que por Tranquilo uno se refiera a que la muerte, la tranquilidad definitiva, esperaba en cada rincón, en cada sombra.

De todas las zonas de leveo de todas las razas, era la más peligrosa, supuestamente una broma más de los desarrolladores. Sin embargo, tan sólo era una dificultad extra, nada comparado a llegar hasta allí.

Si morían, volvían a aparecer en la Aldea de Iniciación, algo mucho mejor que volver al principio. Y siempre tenían la opción de volver a dicha aldea para curarse o reabastecerse.

Además, aunque el lugar era peligroso por la cantidad de enemigos, dichos enemigos eran seres vivos. Es decir, les proporcionaban sangre. Eso hacía que fuera mucho mejor que lo que habían sufrido hasta entonces. Para aquellos que habían logrado llegar hasta allí, sólo era un desafío, no un infierno.

El lugar no parecía muy diferente a sus recuerdos, que mezclaban el juego con la realidad, pero no avanzó inmediatamente, sino que decidió quedarse observando un rato.

En realidad, deseaba salir, estaba algo anhelante de levear. Pero todavía era de día, así que no tuvo más remedio que esperar a que el sol se pusiera. Sólo entonces se sacó las gafas y se puso la ropa de batalla. Seguía siendo la armadura nivel 5, pero estaba reparada. Esta vez tenía el aspecto de un uniforme de karate, con el cinturón negro.

Se sentía cómoda con aquellas ropas, las había llevado en el pasado, en el mundo real. Aunque ahora la parte superior era más corta, pues apenas colgaba bajo el cinturón, ya que temía que pudiera engancharse en alguna rama.

Su pelo estaba atado al estilo de un personaje de un antiguo juego de lucha de artes marciales con el que se había encariñado en el pasado. Estaba recogido en dos moños, uno a cada lado de la cabeza, en lo alto, y con una tela cubriéndolos. Incluso había unas tiras de tela cayendo de ellos en forma de adorno.

En el pasado, le había costado un gran esfuerzo hacerse ese peinado, en un intento de cosplay, pero en esta ocasión había sido mucho más sencillo. Sólo había tenido que pensar en ello, y una hada se había encargado de realizar el trabajo. Incluso dicha hada había acabado con el mismo peinado por deseo explícito de la vampiresa.

Saltó y corrió por la cueva, asegurándose de que se encontraba cómoda con aquellas ropas, e incluso probó a usar el látigo, y simuló atacar con las dagas.

–Si me vieran Goldmi y Eldi, se reirían– pensó con nostalgia.

Respiró hondo y, empuñando ambas dagas, cruzó la barrera que la separaba de la zona de leveo verde de los vampiros, del peligroso Bosque Tranquilo.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora