Zona de leveo verde (I)

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Era un cervatillo adorable, bien conocido en el juego, uno de los pocos herbívoros a los que uno se podía acercar y observar de cerca. Muy pocos tenían el corazón tan duro como para atacarlo la primera vez que lo veían, para ignorar sus grandes y brillantes ojos, los de un adorable cachorro suplicante.

Infundía el deseo de protegerlo, de mimarlo, incluso de llevárselo a casa. Más de uno lo hubiera hecho, de poderse sacar de la pantalla del ordenador.

Sin embargo, en aquella ocasión, una sombra se cernía sobre él, acechándole, acercándose desde el cielo, casi invisible.

De repente, dos dagas aparecieron, junto a la silueta de una vampiresa que no parecía hechizada por la ternura de la inofensiva e inocente cría. Una de ellas se clavó en el cuello, con Puñalada Trasera, mientras que la otra lo hizo en la lengua, atravesándola junto a la mandíbula.

A cualquier jugador que viera algo así por primera vez, le hubiera parecido una escena extremadamente cruel y despiadada. Sin embargo, a cualquiera que se hubiera acercado antes a ese ser, la escena le hubiera parecido incluso benévola, pues aquel inocente cervatillo no era tan inocente como parecía.

Una veloz sombra arremetió contra Gjaki, una larga cola con aguijón que hasta entonces había estado oculta bajo el cervatillo, esperando coger por sorpresa a su víctima. Pero ésta había atacado primero, hiriéndolo de gravedad, y estaba esperando ese contrataque.

Quizás no tenía habilidades, pero su destreza con el escudo era suficiente para detener el aguijón, que se clavó en éste, atravesando incluso la madera, pero quedándose encastrado.

La vampiresa apretó la daga, girándola, agrandando la herida, agudizando el efecto de Toque Tenebroso y Sanguíneo. Mientras, la otra daga impedía que la peligrosa lengua del ciervo-escorpión pudiera entrar en acción.

Muchos vampiros novatos habían muerto a causa de la lengua o el aguijón, en parte porque no eran avisados por los otros jugadores. La mayoría querían ver cómo caían en la misma trampa y reírse de ellos, aunque algunos, como Gjaki, se habían informado antes de entrar en el lugar.

Sin duda, era el ser más odiados en aquellos niveles. Todos lo abominaban, y actuaban con resentimiento hacia aquellos seres si los veían, sin un ápice de piedad. Tras haber sido engañados y traicionados por su supuesta ternura, y haber sido devorados por el no-herbívoro, se ensañaban con ellos como venganza.

Era nivel 10, y la experiencia la acercaba un poco más a ese mismo nivel. Lo más importante era que, debido a su tamaño, contenía una gran cantidad de sangre, que una enfermera-asistente se encargó de extraer.

–Tendré que volver a arreglarlo– guardó el escudo después de examinarlo.

Sin embargo, no tenía prisa en volver. Aún tenía otro escudo, y éste tampoco estaba tan dañado. Se envolvió en Oscuridad y subió a la rama de un árbol mientras sus asistentes hacían su trabajo.

Actuaba con precaución. No parecía tan peligroso como en el pasado, pero tampoco era un lugar inofensivo. E inspeccionaba con cuidado el árbol, pues no sabía qué se podía encontrar. En el juego, no podía subirse tan fácilmente a ellos, así que carecía de referencias.

No se alejó mucho de la entrada. Pretendía conservar una vía de escape, al menos hasta subir un nivel más. Después, quizás se adentraría un poco más si no encontraba víctimas de su nivel.

El principal problema era cómo localizar sus objetivos. En el juego, no era un problema, estaba llenos de ellos, pero la realidad era diferente. Las presas se escondían para no ser capturadas, y los depredadores para tender emboscadas.

El ciervo-escorpión era una de las pocas excepciones, pues, siendo capaz de matar a seres incluso dos niveles por encima, se usaba a sí mismo como cebo. De hecho, había ciervos en aquel bosque, pero miedosos y huidizos.

Una opción era también usarse a sí misma de cebo, esperando a ser atacada. Sin duda, una muy peligrosa.

Otra era esperar o recorrer el bosque en silencio, esperando encontrar alguna víctima.

La que decidió fue esperar allí, dejando algunos restos de su víctima. Confiaba en que el olor o el ruido de la pelea atrajera a otros animales.



Un coyote moteado apareció entre los árboles. Le pareció que se parecía a un perro, quizás a un lobo, aunque más pequeño. Su piel era parda, con numerosas manchas negras. Cada una de ellas venenosa, capaz de matar lentamente a quien las mordiera. El contacto no era normalmente mortal, pero sumamente doloroso. Quemaba.

Se acercó al cadáver con suma cautela y desconfianza. Casi no olía la sangre, pero la carne era fresca. Resultaba sumamente extraño. Pero no detectaba ninguna otra presencia. Y sus compañeros estaban cerca.

Golpeo al cadáver con una pata y se alejó de un salto. No pasó nada. Se acercó. Lo olió. Lo lamió. No había rastro de veneno. Finalmente mordió un pequeño fragmento, masticándolo, comprobando que no había nada extraño en la carne, a excepción de la carencia de sangre.

Así que pronto se acercaron más coyotes. Despacio. Vigilando su entorno. Aunque pocos depredadores se atreverían a atacar a la manada, el bosque era siempre peligroso.

Eran todos de nivel entre 9 y 11, una manada de diez. Cinco vigilaban el perímetro mientras otros cinco comían. Poco podían saber que el peligro no venía de fuera, sino de arriba.

Escondida entre las ramas, finalmente decidió actuar, envuelta en Oscuridad. Su primer objetivo era un coyote nivel 9 que estaba en el perímetro. Estaba un poco aislado, y quería comprobar cuan efectiva era contra aquellas bestias. Así que empezó con uno de su mismo nivel.

Con Toque Tenebroso y Toque de Sangre en sus dagas, Sobrecarga Sanguínea activada, y atacando con Puñalada Trasera, ejecutó la más poderosa combinación de ataque que tenía a su disposición en aquel momento. Quizás el gasto de sangre era un poco elevado, pero el ciervo-escorpión le había proporcionado suficiente reserva por ahora.

Murió casi al instante. La habilidad y el extra de Sobrecarga Sanguínea provocaron que su ataque penetrara profundamente en la garganta, mientras la otra daga no logró alcanzar el corazón.

–Necesito dagas un poco más grandes para estos bichos– se dijo.

Pero no tenía tiempo que perder. A pesar de su fulminante victoria, ahora nueve pares de ojos estaban fijos en ella. Quizás podía escapar, pero no le sería fácil volver a atacar por sorpresa.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora