En grupo: 7ª planta

197 49 0
                                    

–Estas celdas sólo las deberían tener guardias imperiales– frunció el ceño Kroco, examinando el artefacto.

–Eran humanos, no podían serlo– observó Kruloz.

–Quizás han matado a uno. O robado. Puede que sean delincuentes buscados. Por su actitud, parece lo más probable– dedujo Kroquia.

–¡Podías llevarte una buena recompensa!– exclamó Krongo.

–Demasiados problemas. Ocuparos vosotros cuando volvamos– se negó la vampiresa.

Tenía más dinero del que podía necesitar. De hecho, era algo que no había confesado a sus compañeros. La cantidad de oro acumulado durante el juego era exorbitante incluso para todo el condado. Incluso para un reino. Por no hablar de materiales y armas legendarias.

–Te guardaremos la recompensa– ofreció Krinia.

–No, no, quedárosla vosotros. A mí no me hace falta– volvió a negarse.

Le costó un poco convencerla. Tuvo que prometer que volvería algún día, pues ya sabían que lo más probable era que se fuera tras su paso por la mazmorra. Gjaki pensaba volver cuando fuera lo suficientemente fuerte como para no tener nada que temer.

Por su parte, Kroquia se apropió de los portales de salida los cadáveres. Usó uno de ellos para enviar una cápsula al exterior, en la que había escrito un mensaje para sus padres. Cualquier otro que tratara de abrirla la destruiría.



Los ciempiés eran peligrosos, y un nivel más que la planta anterior. Por ello, los reptilianos apenas podían lidiar con uno, agotando casi todos sus recursos. Aun así, resultaba una buena experiencia y entrenamiento para ellos. Si estaban atrapados en unos Tentáculos, resultaba mucho más fácil.

Para Gjaki, eran un adversario un tanto molesto. Todo su cuerpo podía alargarse, retorcerse, retraerse, y estaba provisto de afiladas patas. Además, sus movimientos eran rápidos.

Tras muchas pruebas, lo más eficiente que encontró fue emplear dos mastines para apuntalar cada uno de sus extremos. Entonces, tanto ella como sus compañeros podían atacar con bastante seguridad, aunque tenían que ser rápidos, antes de que se liberara.

El principal problema estaba en que a menudo tenía que ir renovando las invocaciones, con el consecuente gasto de maná y sangre. Tentáculos era incluso más eficiente, pero no siempre era fácil atraparlos, conseguir que pasaran por encima. Tenían la mala costumbre de trepar por las paredes y el techo, aunque los ataques eléctricos de Krinia a veces podían hacerlos caer.

Ocasionalmente, como estaba haciendo en esos momentos, Gjaki prefería enfrentarse a ellos directamente. Decía que para entrenar, aunque la realidad era que le divertía.

Estaba corriendo sobre el ciempiés de medio metro de anchura, mientras éste se enroscaba sobre sí mismo para intentar atraparla, cuando ella se detuvo en seco. Para ello, cayó sobre el cuerpo de su enemigo y le clavó ambas dagas en la juntura de dos de las múltiples secciones del insecto, dañándolo y agarrándose para pararse.

Cada una de estas secciones parecía estar acorazada, y contaba con una pata en cada lado. Eran estos puntos de unión los que podían moverse, permitiendo que se retorciera el cuerpo. Y también eran uno de sus puntos débiles.

Evitó así el ataque del ciempiés, que había intentado morderla y sólo alcanzó el vacío. Además, su extraña cabeza recibió una fuerte patada, con daga incluida gracias a Daga Sorpresa.

La vampiresa soltó entonces las dagas, saltó a la cabeza, y atravesó las base de ambas antenas a la vez, cada una con una mano, mediante Punta de lanza.

El ciempiés desapareció y ella se volvió hacia sus compañeros, sin lograr borrar la sonrisa satisfecha de sus labios.

–Nadie se cree que lo haces para entrenar– le reprochó Krinia, aunque estaba más bien admirada.

–Ha sido increíble– la alabó Krongo.

–Está claro que lo haces para fardar– rio Kruloz.

–A mí me está bien– aseguró Kroco.

–Ja, ja. Dejadla que se divierta un poco– rio Kroquia.

Gjaki se sonrojó ligeramente. Era evidente que no los había logrado engañar ni por un momento. Que todos se rieran al notarlo no hacía más que corroborar tal suposición.

Sin embargo, lejos de sentirse mal, se sentía extrañamente reconfortada. Le resultaba algo extraño que hubiera hecho más amigos en aquel mundo que en el suyo natal. Y con góblins y seres reptilianos, mientras que su experiencia con humanos no había sido muy buena hasta ahora.

A pesar de ello, apartó la mirada y empezó a caminar, causando más comentarios y burlas a sus espaldas. Por una parte, se avergonzó un poco más. Por la otra, la sonrisa no se borraba de su rostro.



Fueron algunas batallas individuales, algunas en grupo, y muchos insectos simplemente exterminados con la ayuda de los mastines, para llegar a nivel 42.

El hechizo recuperado, Atadura Sanguínea, permite atar rápidamente a alguien usando la sangre. Se puede decir que es una evolución de Control de Sangre para un uso concreto. No obstante, la atadura no es muy fuerte, y puede ser fácilmente superada por guerreros del mismo nivel, o ciertos hechizos.

Enlace de sangre es una habilidad que permite morder a alguien para marcarlo, en lugar de consumir su sangre. Gracias a dicha marca, se puede saber su ubicación, y si está en peligro.



El jefe de planta no era un ciempiés sino un milpiés, o al menos así se llamaba en el juego. Tenía algo más de metro y medio de diámetro, y más de cuarenta de longitud. Y un incontable número de patas, o al menos Gjaki no tenía intención de contarlas.

No era un jefe fácil ni tenía grandes debilidades. Como sus versiones más pequeñas, las uniones de sus secciones eran sus puntos más débiles, pero no resultaba fácil de explotar cuando se movían continuamente.

Podía trepar por el techo, paredes o ir por el suelo. Dado su tamaño, incluso todo a la vez. Sus mandíbulas y ácido eran peligrosos, pero no tanto como sus patas, o su capacidad de enroscarse sobre su presa, casi como una serpiente. Además, era rápido y ágil.

Sin duda, era demasiado peligroso para los ezihuq, que no tuvieron otro remedio que mantenerse apartados, por mucho que les frustrara no poder ayudar. Pero no podían negar que estaban en un lugar por encima de sus posibilidades. Y que enfrentarse a aquel jefe sería casi un suicidio.

Así que la vampiresa entró sola, dispuesta a enfrentarse a aquel desafío, como en su momento había hecho en el juego. De hecho, era uno de los pocos jefes contra los que había fallado en su primer enfrentamiento, aunque mucho había pasado desde entonces.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora