Volveré

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–Esto es realmente...– miró Coinín la prenda, indecisa.

–Estarás de lo más sexy. A Lurio le gustará– la animó Gjaki.

–Bueno... Ya me la probaré– aceptó está, algo avergonzada –. ¿Por qué no te lo pruebas tú? Seguro que a Chorni le encantará.

–¿¡Cómo voy a ponerme esto para él!?– respondió ella, avergonzada.

–Pero quieres que me lo ponga yo...

–Lurio es tu pareja. Chorni sólo es...

–¿Sólo es...?– la provocó su amiga.

–Déjalo ya. ¿Qué te parece esto como complemento?– Gjaki cambió de tema para no contestar. De hecho, no tenía una respuesta clara para esa pregunta.

Le había mostrado una liga de encaje para poner en una de las piernas. Hacía juego con el camisón que Gjaki había diseñado en el juego y justo mejorado unos minutos antes, haciéndolo mucho más corto y semitransparente. Dado que ya no existían las restricciones de un juego donde podían entrar menores de edad, podía hacerlo todo lo atrevido que quisiera.

La amiga medio conejo de la vampiresa de pelo plateada era apenas unos pocos años mayor que ella. Había aceptado ser la modelo de Gjaki, y se había probado multitud de vestidos, algo que, por otra parte, le encantaba.

Entre las dos, habían modificado varios diseños, aunque no era lo más relevante. Lo realmente importante había sido reconocerse de nuevo, recobrar su amistad, comprobar que era real.

Mucho se habían reído las dos juntas. A veces con los chismes de la mansión. A veces con los diseños más absurdos. Aunque no menos veces habían llorado y se habían abrazado. Había mucho de la otra que no sabían, y que se morían por saber. Dado que se sentían muy unidas, a pesar de las extrañas circunstancias que había tenido su relación hasta entonces, no tardaron en sincerarse la una con la otra.

Era la última noche antes de partir. Así que, al cabo de un rato, aparecieron las dos hermanas de Coinín, y las cuatro acabaron durmiendo juntas en la enorme cama de Gjaki. En el juego, cuando había tenido que diseñar su habitación, no había duda en ser espléndida.

La cama era redonda y medía cinco metros de diámetro. Por suerte, el mantenimiento era automático. Estaba llenas de cojines y algunos peluches, como un enorme murciélago del tamaño de una persona. O un cocodrilo del tamaño de dos.

Había sido territorio prohibido hasta entonces, por lo que las niñas estaban encantadas de poder entrar y dormir allí, además de hacerlo con Gjaki y su hermana. Los pijamas nuevos que parecían enormes conejos, y que llevaban las cuatro, lo hacía aún mejor.



Todos se reunieron para despedirla. Ninguno dejó de abrazarla, e incluso la enana acabó llorando.

–¿No quieres un poco de sangre antes de irte?– ofreció el demihumano gatuno.

Gjaki se acercó, pero en lugar de morderle le besó en la mejilla. Éste se quedó paralizado, incapaz de ver el leve rubor de la vampiresa.

–Volveré para tomarla. Espérame– se despidió ella, algo avergonzada, mientras Coinín le hacía un signo afirmativo con la mano.

Diknsa fue la última en abrazarla, abrazo que duró varios minutos. No la quería dejar ir, por mucho que hubiera prometido volver cuanto antes. Le preocupaba terriblemente que corriera peligro, pero no podía retenerla en sus brazos para siempre.

La vieron bajar las escaleras, dirigiéndose a la sala del control. Una vez revisado todos los sistemas, cogería uno de los pasadizos. No quería que la vieran salir, que otros supieran que estaba allí. Aún no.

–¿Cuánto más piensas estar con la mano en la cara?– se burló de Chornakish un demihumano leónido, dándole un codazo amistoso.

Éste la quitó rápidamente, sin responder, mientras casi todos aguantaban la risa. No obstante, estaban un poco preocupados por él. Si bien todos esperaban que acabara surgiendo algo entre él y la señora de la casa, no estaban del todo seguros de lo que ella sentía. De hecho, ni ella misma lo estaba.

Aquel día, fue con especial cuidado de no lavarse la cara. Varias veces se quedó soñando con la mano en la mejilla, y el corazón acelerado, a veces incluso susurrando el nombre de una vampiresa.



Gjaki tampoco quería irse, pero sabía que debía hacerlo. Le había frustrado no poder hacer más frente a los altos vampiros, tener que esconderse, temer que pudieran atacar y no poder defender a los suyos.

Lo que más la preocupaba era que pudieran volver a asediarlos, que obtuvieran algo para romper las defensas. Así que debía hacerse más fuerte. Y deshacerse de sus enemigos cuanto antes.

Dos de los altos vampiros que habían atacado la mansión estaban muy por encima de su nivel, pero había otros tres que no lo estaban tanto. Y uno de ellos sólo estaba dos niveles por encima. El mayor problema era encontrarlo.

Había ido a la pequeña ciudad a investigar, pero no había obtenido información relevante. Sin embargo, sabía donde encontrarla.

Había estado observando a los enemigos cuando se marchaban, y había visto claramente como algunos se quedaban y se dirigían al bosque. Así que sólo tenía que cazarlos.

Para ello, desplegó una docena Murciélagos, que empezaron a recorrer metódicamente los alrededores, mientras ella esperaba quieta. Controlar a tantos a la vez se le hacía difícil, por lo que tenía que concentrarse sólo en ellos.

–Uno. Se esconden bien. Los otros quizás estén lejos. Empezaremos por éste– se dijo cuando descubrió a uno de ellos.

Estaban todo lo bien escondidos que podían, teniendo en cuenta que tenían que vigilar la mansión. Es decir, dado que tenían que estar en un lugar en el que pudieran verla, debían dejar algo de espacio despejado.

No supuso ningún problema para la vampiresa capturar al vampiro menor de 12 niveles menos. Ni que le confesara todos los detalles de sus superiores.

Tras ello, decidió seguir cazando vampiros. Ahora sabía que había cuatro más, y que tenían que vigilar cada uno un lado de la mansión, lo que restringía las zonas de búsqueda.

El tercero y el cuarto le costaron bastante de encontrar, pero al final se deshizo de todos, confirmando primero la información. Ahora sabía dónde buscar a sus enemigos. Su plan era ir a la zona del más débil y reunir información. En el caso peor, era una zona adecuada para levear.

Se perdió en la oscuridad de la noche, dispuesta a tomar represalias contra los que habían atacado su mansión y a su familia.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora