Junto al manantial (III)

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Lo primero que hizo fue buscar sus armas con la mirada. No tardó mucho en encontrarlas, ni en aparecer un hada para recogerlas una a una, ante la indiferencia de los nomuertos.

También miró su ropa, desgarrada por algunas zonas, pero era la mejor que tenía, nivel 5. La túnica de iniciación la protegería menos. No obstante, la dejó en el inventario y se la volvió a poner. Había descubierto que las dagas estaban limpias después de guardarlas, así que había supuesto que también sucedería con la ropa, y no se había equivocado.

Observó durante un rato a sus enemigos. El zombi nivel 10 era peligroso, pero sólo tenía un ataque especial. Después, necesitaba recuperar la cabeza. El resto eran más asequibles, por mucho que hubieran llegado un par más.

Así que salió, alejada de todos, colocándose en línea de tiro del zombi, esperando que lanzara su cabeza. Quizás, de haber sido un enemigo inteligente, se lo hubiera pensado antes de hacerlo, pero el zombi no lo era. En nivel 10, había ganado una habilidad, era ligeramente más rápido que los de 8 y 9, y puede que ligeramente menos estúpido, pero sus instintos seguían dominándolo. Así que lanzó la cabeza contra la vampiresa, tratando de morderla de nuevo.

Ésta había estado dudando antes de salir. La habilidad en el juego era sencilla, la lanzaba en línea recta, pero algunas cosas eran diferentes que entonces, y existían habilidades que seguían a su objetivo. Temiéndose que así pudiera ser, sacó un escudo para bloquear el lanzamiento en lugar de esquivar.

La cabeza impactó contra éste, dañándolo ligeramente, pero le fue imposible morderlo, rebotando hacia un lado.

Sin dejar de vigilar los alrededores para evitar cualquier otro contratiempo, guardó el escudo y se acercó rápidamente a la cabeza. En el juego, no se la podía atacar tras usar Lanzacabeza, pero ahora era distinto. No tardó el martillo en estar cubierto de sesos y sangre putrefacta. Dejó aplastados en el suelo los rastros de dicha cabeza, en una escena sumamente desagradable.

El zombi nivel 10 no murió al instante, pero había perdido la capacidad de morder o ver a su víctima, solo podía sentir su aura. No tardó en ser presa fácil para la vampiresa, que se ensañó con éste.

Sin bajar en ningún momento la guardia, se fue encargando, uno a uno, del resto de esqueletos y zombis, sin alejarse demasiado de la barrera. Podría necesitar volver a refugiarse.

Incluso apareció un nuevo zombi nivel 10. Esta vez junto a la barrera, decidió probar que pasaba al esquivar, pues siempre podía refugiarse dentro si algo salía mal. Sin embargo, como en el juego, la cabeza simplemente siguió en línea recta, rebotando contra la barrera.

Usó el látigo para alejarla del cuerpo una y otra vez, mientras lo cortaba con la daga que empuñaba en la otra mano. Preocupado únicamente en recuperar lo que le faltaba, ignoró los ataques. Fue eliminado con facilidad, en lo que parecía más una escena cómica que una pelea.

No tardó mucho más en retirarse de nuevo al manantial. El cielo empezaba a iluminarse, lo que indicaba que el sol estaba cerca de aparecer. Sacó su tienda en forma castillo tenebroso y entró, tanto para protegerse de la luz como para disfrutar de un merecido descanso tras aquella dura noche en la que había alcanzado el nivel 9.



Tentáculos es una trampa en la que tentáculos de oscuridad se adhieren a quien entra, inmovilizándolo y corroyéndolo. Su principal defecto reside en que es fácil de descubrir, pues un círculo negro puede verse donde se ha colocado. Sin embargo, eso es tan sólo durante el día, pues en la noche resulta casi invisible. Y siempre puede intentarse cubrirse con hojas o tierra si no es el caso.

La habilidad recuperada había sido Daga Resbaladiza. Usa una daga para bloquear el ataque enemigo, pero en lugar de pararlo completamente, desliza el filo por el arma enemiga cuya trayectoria ha sido alterada. El propio cuerpo también se aproxima al enemigo, para atacar a su enemigo desde más cerca.



Se despertó antes del anochecer, pero no salió hasta que el extraño reloj de su tienda-castillo mostró una luna en lugar de un sol. Dado que era un equipo para vampiros, tenía esa útil funcionalidad.

En el juego, si uno se desconectaba dentro de la tienda, seguía estando allí al conectarse, y podía comprobar si era seguro salir. Aunque ella no solía necesitarlo, pues, antes de entrar, visitaba una web en la que se podía comprobar si era de noche en el juego.

Decidió probar algo de comida del juego. Tal y como esperaba, no le dio ningún bonus, pues era nivel 100, pero al menos podía comerla. Toda la comida de niveles inferiores la había ido consumiendo en su momento.

Al subir de nivel, compraba la del nuevo nivel, pero primero acababa la de niveles inferiores. Aunque un poco menor, la diferencia del bono era apenas apreciable, y prefería aprovecharla antes que tirarla o guardarla. De haberlo sabido, la habría guardado.

–Es un poco insípida. ¿La que hacía Goldmi sabrá mejor? A ver...

Tenía algunas guardadas de las que le había hecho su compañera, así que sacó un pastel de chocolate y hundió un dedo, para luego llevárselo a la boca.

–¡¡¡MMMMMmmmm!!! ¡Está increíble!– exclamó entusiasmada.

Pero poco después suspiró, preguntándose si la volvería a ver, y no sólo por aquel pastel de chocolate. Había sido su primera amiga de verdad. Por mucho que supiera que había una diferencia de edad de unos diez años, se había sentido muy cercana a ella.

Miró el pastel de nuevo, indecisa. Sólo tenía ese. Finalmente, decidió cortar un trozo y guardar el resto, aunque, durante bastante rato, estuvo más que tentada de devorarlo.

Tras ello, se quitó su pijama en forma de oso panda y tomó un relajante baño caliente hasta que se hizo de noche. Se vistió y salió de su refugio, siendo recibida por los rayos de la primera luna.

Decidió crear allí una marca de portal, lo que le llevó bastante más tiempo que en el juego. Al acabar, tomó un sorbo de agua para recuperar el maná invertido.

–Es una pena que no pueda llevármela– se lamentó, mirando el agua y maldiciendo una vez más a los desarrolladores.

Tras ello, cruzó el escudo y se fue en la dirección de la aldea de iniciación. Durante el día, los nomuertos se habían dispersado al desvanecerse su rastro, por lo que no había más de un esqueleto a lo lejos.

Lo despedazó antes de seguir su camino. Casi no le representaba experiencia, pero sabía que la seguiría, así que era mejor deshacerse de él y ganar un poco de polvo de hueso. Y, mientras atravesaba el bosque, no dejaba de mirar un pastel de chocolate al que le faltaban dos trozos.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora