Visita nocturna

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De los tres portales que había puesto en el condado de Kronardhi, sólo quedaba uno operativo. Los había colocado en un edificio abandonado, en una cueva y en un lugar apartado y aparentemente poco transitado. El del edificio era el único que había sobrevivido, por el que nada ni nadie había pasado cerca.

Así pues, se encontró en la bodega de un edificio medio derruido debido a un pasado incendio. No había habido interés en reconstruirlo, y en él sólo se alojaban vagabundos, y el equivalente allí a las ratas. Eran rápidos lagartos del tamaño de una rata, cuyo color predominante era un rojo oscuro.

Gjaki confió en Afilar Sentidos para asegurarse de que no hubiera nadie fuera, tras lo cual empujó la trampilla. Como era de esperar, opuso resistencia, pues la había cubierto de escombros tras crear el Portal de Salida, ocultando así el lugar. Aunque no demasiada resistencia para alguien en nivel 100.

No la abrió mucho, lo justo para que un par de Murciélagos exploraran los alrededores. Estos descubrieron que había un vagabundo durmiendo en el suelo, y otro par medio tumbados pero despiertos, con claros signos de estar afectados por el alcohol.

–Maldita sea. No quiero que descubran el portal– se dijo.

Sí abría más, los escombros caerían y los alertarían. No estaba muy segura de que harían en su estado, pero no quería arriesgarse. Así que los exploradores alados volvieron, para llevar consigo un par de Sombra de Sangre cada uno.

No fue muy difícil controlar a ambos vagabundos, mientras que el tercero tenía una Sombra preparada para actuar si era necesario. Un par más que estaban en una habitación contigua también estaban listos para ser poseídos temporalmente si despertaban.

La vampiresa simplemente los mandó quedarse quietos, mientras abría del todo la trampilla. Varias maderas rotas cayeron, creando un pequeño estruendo, que no despertó al que dormía en la habitación. Eso demostraba hasta qué punto había bebido demasiado. Uno de los de la habitación contigua abrió un ojo, pero no le hizo más caso y se volvió a dormir.

La vampiresa salió con cuidado, intentando no hacer más ruido, aunque ya resultara un tanto innecesario. Por mucho ruido que hiciera, no sería más fuerte que el producido tras abrir la trampilla. También pudo comprobar que Escudo de Oscuridad resultaba útil contra la pequeña nube de polvo que había creado.

La volvió a cerrar con cuidado, y recolocó los escombros. Como no estaba segura de que no pudieran sospechar, hizo que uno de los poseídos se tumbara encima, como si hubiera caído allí. De esa forma, no resultaría extraño que los escombros se hubieran movido un poco.

Salió con Oscuridad, y luego se movió con rapidez por las calles de la ciudad de la mazmorra. Cubierta por una capa como muchos aventureros, no levantaba sospechas, y nadie podía reconocerla.

Se pasó por la taberna, para averiguar a cambio de unas platas que no habían acontecido grandes cambios desde que se había ido. Desde la muerte del hermano del conde y la del príncipe heredero, la única noticia importante había sido el compromiso de Kroquia con el nuevo príncipe heredero, el antes segundo príncipe.

–¿Estarán en casa o en la capital?– se preguntó la vampiresa.

No obstante, no era fácil averiguarlo allí, así que decidió tomar el camino más directo. Salió de la habitación y se dirigió a las afueras, hacia la residencia de los condes.



Esquivando las patrullas y a toda velocidad, llegó al cabo de un par de horas. Mirando los altos muros que la rodeaban, pensó en intentar colarse, pero podría ser problemático si la pillaban. Dado que no tenía ninguna razón para esconderse, se dirigió a la entrada principal.

–¿Quién anda ahí? ¿Qué es lo que quieres a estas horas?– le cerraron el paso los guardias que vigilaban la puerta.

Otros dos la observaban desde atrás, preparados para disparar con sus ballestas, o hacer sonar la alarma. Sin duda, la seguridad era estricta.

–Quiero ver a Kroquia o Kroco. Krinia, Kruloz o Krongo también me sirven– anunció.

–¿¡Sabes qué hora es!? ¿¡Quién te crees que eres para...!?

Uno de los guardias, el más veterano de los dos, quiso reprenderla. Se calló de golpe en cuando la vampiresa sacó una daga y la mostró. El escudo de armas de la casa de Kronardhi era perfectamente visible en aquella daga más bien ornamental. Sólo gente importante podía poseerla.

–Diles que Gjaki quiere hablar con ellos.

Ambos guardias tragaron saliva, temiendo haber ofendido a una persona importante. Inmediatamente, hicieron una señal, y los de atrás dejaron de apuntarla, al mismo tiempo que mandaban un mensaje a la mansión. Ésta tenía un aspecto a medio camino entre residencia lujosa y fortaleza.

–Por favor, espere aquí a que llegue una respuesta– pidió el guardia con un tono mucho más servicial.



Ambos condes se levantaron a la vez cuando llamaron a la puerta. Maldijeron para sus adentros, pero tampoco era la primera vez que los despertaban para un asunto urgente.

–¿Qué sucede?– inquirió la condesa.

–Mi señora, ha llegado una visita. Dice que quiere ver sus hijos. Lleva una daga de Kronardhi. Dice llamarse Gjaki– explicó una voz tras la puerta.

––¿¡Gjaki!?–– se sorprendieron los dos, mirándose.

En aquel momento, los hijos de los condes no estaban en la mansión. Sin embargo, el poseedor de una daga de Kronardhi debía tomarse muy en serio. Por ello, habían avisado a los condes, siguiendo el protocolo. La mención del nombre de la vampiresa, la que había salvado a sus hijos y destruido los caballeros de sangre, resultaba inesperado.

–Conducidla una de las salas de invitados, ahora vamos. Llama a nuestros asistentes– ordenó la condesa.

Tenían cierta aprensión, pero sobre todo curiosidad. La amiga de sus hijos, una visitante, les había resultado siempre un misterio. Tener la posibilidad de conocerla era una oportunidad que ninguno de los dos quería dejar escapar. Por ello, pronto se olvidaron de que habían sido despertados en medio de la noche.

Sus asistentes no opinaban lo mismo, pero poco podían hacer excepto cumplir con su trabajo de ayudarlos a vestirse, peinarse y maquillarse. Tampoco era la primera vez para ellos.

A pesar de que era la amiga de sus hijos, tomaron precauciones. Era una vampiresa, y no la conocían personalmente, no podían saber si tenía otras intenciones.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora