Furia contenida

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Era difícil saber que había enfurecido más a la vampiresa, si que estuvieran acosando a su amiga o la sola existencia de aquellos matones. En el pasado, en el colegio, ella había sido a menudo objeto de burla. Por no hablar de su muerte.

Puede que ella no fuera muy sociable en aquel entonces, pero eso no era motivo para insultarla o empujarla. Por ello, el comportamiento de aquel grupo tocaba una de sus fibras sensibles. El que estuvieran molestando a Tili lo hacía imperdonable.

Invocó Sed de Sangre y dirigió el aura hacia el grupo de matones, por lo que ni Tili ni Lika podían sentirla. Sumado a la diferencia de poder, y el hecho de ser una vampiresa, hacía que su presencia fuera totalmente aterradora. Incluso algunos góblins que aún permanecían por la zona se apresuraron a marcharse.

–¿Quién. Te crees. Tú. Que eres. Para molestar. A mis. Amigas?– preguntó amenazante.

Ninguno de ellos respondió. Eran incapaces de hablar. Sus piernas cedieron y cayeron al suelo, desde el que intentaban retroceder como podían.

Lika no era tan íntima como Tili, pero conocía a la vampiresa. Y, dado que el aura no llegaba a ella, no sentía ningún miedo. De hecho, estaba entusiasmada. Ella también había sido salvada en el pasado por Gjaki, y su aparición le había parecido casi un milagro. La miraba con devoción.

A Tili, por su parte, le caían lágrimas. Ver de nuevo a la vampiresa la había emocionado y, si bien podía notar que estaba enfadada, no dudaba de la razón.

–Gjaki... Has vuelto...– fueron las palabras que salieron de sus labios verdosos.

–Hola, Tili. Hola, Lika. Siento haber tardado. ¿Me podéis explicar de qué va esto? ¿Qué es esta escoria?

El tono del saludo fue amable, pero en la última pregunta podía percibirse hostilidad hacia el grupo que estaba en el suelo con la mirada aterrada.

A medida que Tili explicaba, parecía aumentar la presión sobre aquellos matones, la hostilidad hacia ellos. Sentían que aquella recién llegada quería matarlos, y no andaban muy desencaminados. Además, ahora estaba tan sólo a un par de metros de ellos.

Fue entonces cuando llegó apresuradamente un nuevo grupo de góblins, armados, cuyo nivel más alto era 16.

–Tú debes de ser esa Gjaki. Deja a mi hijo y sus amigos en paz– exigió quien comandaba a los recién llegados.

Gjaki no estaba de humor para dar explicaciones. Inmediatamente, el aura de Sed de Sangre también envolvió a los recién llegados. Eran guerreros experimentados y de mayor de nivel que el grupo de matones, pero todos ellos dieron un par de pasos atrás, sintiendo un profundo escalofrío y apenas conteniendo el miedo. Con más o menos intensidad, todos ellos temblaban.

–¿Puedes explicarme por qué la escoria de tu hijo estaba molestando a mis amigas?– le preguntó con un tono tan frío que sintieron helar sus corazones.

Quizás, en aquel lugar, sólo una goblin se deleitó al oír aquellas palabras. Después del miedo que había pasado, Lika hubiera saltado de alegría de haber estado en otra situación. El que su ídolo la hubiera incluido en "amigas" había borrado de golpe estos últimos minutos de sufrimiento.

–Nada importante... Sólo estaban intentando fraternizar un poco...– intentó el padre de Hrako quitarle importancia.

Gjaki lo miró suspicaz antes de preguntar acusadoramente.

–¿Tú lo sabías? ¿Sabías que tu hijo ha estado molestando a Tili y a Tado?

–Es... Es sólo cosa de jóvenes... No es asunto nuestro... No deberíamos meternos...– se defendió.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora