Zona de leveo verde (II)

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Dio un par de pasos atrás, dejando que sus hadas-asistentes se encargaran de los restos, mientras ella colocaba algunas trampas y se usaba a sí misma como cebo.

Los coyotes eran bestias inteligentes. Se acercaron despacio, rodeándola. Por ello, pudieron percibieron que había algo alrededor de la vampiresa, una aura que sin duda parecía peligrosa. De haber atacado, o simplemente no estar inusualmente alerta, habrían caído fácilmente presa de los tentáculos.

Sin embargo, estaban cerca, demasiado cerca, incapaces de esquivar las flechas con las que los disparó de repente Gjaki. Quería provocarlos y, sobre todo, herirlos.

La piel de las bestias era dura, por lo que a las flechas nivel 5 no les era fácil atravesarla. Apenas consiguió unos arañazos en dos de ellos, pero eso era todo cuanto necesitaba.

Indecisos de si huir o atacar, cautelosos por lo que percibían alrededor de ella, los cánidos enseñaban los dientes amenazantes. Se acercaban poco a poco, con cautela y alerta. Pero no podían esperar que fueran los suyos quienes se volvieran contra ellos.

Afectados por Traición, dos de los heridos nivel 9 atacaron a sus compañeros cercanos, mordiéndolos, clavándoles sus dientes, sin ningún tipo de miramientos, de precaución.

Los agredidos se defendieron por instinto. Su nivel era mayor, pero sus heridas iniciales graves, así que la lucha estaba más o menos igualada. Salvaje. Sin cuartel. Incluso cuando acabó el efecto del hechizo, ya era demasiado tarde para detener la lucha fratricida, en la que los dos estaban sufriendo profundas heridas, además de morder el veneno del contrario. El que venciera, igual no sobreviviría.

Es cierto que tienen cierta resistencia a su propio veneno, pero no son totalmente inmunes, no a ese nivel. Y estando debilitados por la pelea, sus probabilidades de sobrevivir eran bajas.

Lo más importante era el caos causado. Uno había muerto, otros cuatro estaban enzarzados en una lucha a muerte, y los otros cinco estaban confusos, cometiendo el grave error de ignorar a la vampiresa.

Ésta aprovechó para beber un poco de sangre del cervatillo. Era amarga. En el juego, se decía que la de los herbívoros era más dulce. Claro que aquel cervatillo sólo lo parecía, siendo en realidad un peligroso depredador.

Tras ello, volvió a ocultarse con Oscuridad, siendo su objetivo un coyote nivel 10. Lo atacó igual que al otro, pero esta vez no fue tan efectivo.

Estaban más atentos, más alertas. En cuanto había desaparecido, habían empezado a mirar a todos lados, inquietos. Y en cuanto había salido de la Oscuridad para atacar, su presa la había detectado.

Es cierto que el margen era pequeño, que apenas había tenido tiempo de esquivar, pero había evitado una herida mortal. Aunque no un pequeño corte.

Inmediatamente, la bestia se volvió, intentando morderla, pero ella se agachó a tiempo, tras lo cual se impulsó con ambas piernas, retrocediendo. Usó sus manos para apoyarse en el suelo, dando una voltereta hacia atrás y recuperando así el equilibrio, al caer de pie.

Otro de los coyotes, nivel 11, aprovechó la oportunidad para atacarla, pero ésta había retrocedido justo detrás de una de las trampas. Unos Tentáculos oscuros retuvieron por un momento al depredador.

Gjaki aprovechó la pausa para volver a usar Traición sobre el nivel 10 al que había atacado, a través de la sangre que salía del corte. Estaba un nivel por encima, por lo que el efecto duraba menos y era menos eficaz, pero no pudo evitar el impulso de atacar al compañero que, irónicamente, se había acercado a él para protegerlo. Al verse atacado, se volvió instintivamente, creando una nueva lucha fraticida.

Mientras, ella arremetió contra el que había caído en la trampa. Siendo dos niveles más, no podía ser retenido mucho tiempo, pero era todo lo que necesitaba. Usó una lanza para atacar con seguridad a la bestia que intentaba revolverse, que intentaba arrancar uno de los tentáculos con su mandíbula.

Lo aprovechó para entrar a través de la boca abierta, ignorando los tentáculos que le pertenecían y podía controlar, empalándolo con el arma.

Dos habían muerto, otros seis se peleaban ferozmente entre ellos, y los dos que quedaban se estaban enfrentando a una enorme serpiente nivel 11. Había sido atraída por el ruido y el olor, y había atacado a uno de ellos por sorpresa. Lo aprisionaba con su cuerpo mientras el otro la atacaba.

Gjaki se movió entre las sombras, acosando a quienes estaban ganando sus duelos, y acabando rematando a los dos. Así, acabó con los seis a los que había incitado a enfrentarse.

Con ello, había subido a 10 y estaba en camino del siguiente nivel. Miró a la serpiente y los coyotes, pero decidió no atacar. Algo había caído en otra trampa, y la estaba superando. Había querido atraer a presas para levear, pero ahora no estaba segura de la situación.

Decidió usar Oscuridad, disimulando su presencia mientras subía de nuevo al árbol y observaba la situación. Sonrió ante el hechizo de sangre recuperado. Siempre había sido muy útil.



Murciélago era un hechizo de poca utilidad en batalla, pero muy útil para prepararla. Con un bajo coste, al menos en niveles altos, podía usar la sangre y la magia de oscuridad para crear entidades de forma similar a murciélagos, con los que podía explorar los alrededores. Tienen un coste mientras están activos, y no pueden alejarse más de un kilómetro. Puedan seguir o descubrir a enemigos, lo que hacía difícil que la cogieran por sorpresa.

Regate es una habilidad de látigo que permite cambiar la trayectoria del arma de golpe, lo que le permitía crear movimientos imposibles y sorprender a sus enemigos, en especial a los que eran inteligentes.

Y también se puso la armadura ligera nivel 10, e inmediatamente volvió a cambiar su aspecto.



No dudó en invocar uno de aquellos Murciélagos y mandarlo a dar vueltas alrededor. Quería saber cuáles eran los peligros ocultos en las sombras. E incluso si era eliminado, le permitiría saber que había algo allí.

Al mismo tiempo, observaba con cuidado los alrededores, atenta a si algo se acercaba, además de a la batalla de la serpiente contra los coyotes.

Con uno aprisionado, el otro no era suficiente para intimidar al reptil y salvar a su compañero. Con la manada junta, quizás pudieran cazarla, pero era imposible para él solo. Sólo podía contemplar impotente como el otro coyote era engullido, mientras sus otros compañeros eran despellejados y desangrados.

Sin otra opción, decidió huir de allí.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora