Más enemigos

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–¿No podemos evitarlos?– preguntó Krinia.

–Bueno, pasarán por el siguiente cruce. Podemos esperar a que lo hagan. Puedo enviar un par de mastines para que se deshagan de las trampas y no ocasionar problemas– propuso Gjaki.

–Sí, supongo que sería lo mejor– asintió Krongo.

–No, espera... Quizás que causen problemas sea lo mejor– intervino Kroquia, en cuyo rostro era evidente que estaba tramando algo.

Todos la miraron, pero ninguno le llevó la contraria. Más bien parecía que sus ojos brillaban, a excepción de la vampiresa, que no sabía muy bien de que iba todo.

Se quedaron en el pasillo, escondidos en una Protección de las Sombras, mientras a los lejos se veían pasar a varias figuras, a las que ahora seguía un Murciélago.

–¿Qué pasa con ese principe?– preguntó Gjaki con curiosidad.

Kroquia suspiró, algo abatida. Kroco miró hacia otro lado, como no queriendo saber nada. Krongo se encogió de hombros. Kruloz miró a Krinia.

–Siempre me toca a mí explicar estas cosas– se quejó ésta.

–Se te da mejor– se defendió Kruloz.

–Yo no quiero hablar de esa basura...– gruñó Kroquia.

Los demás simplemente desviaron la mirada, ante lo cual la maga miró a la vampiresa, resignada.

–El príncipe es un arrogante y narcisista mujeriego. Todos tienen que besar el suelo por el que pisan. Y todas las mujeres acceder a sus caprichos. Y más de una está más que dispuestas a hacerlo. Pero resulta que nuestra Kroquia hace justo lo contrario. Lo evita todo lo que puede, y lo trata un poco secamente– explicó Krinia.

–Un poco secamente es una forma muy suave de decirlo– se burló Krongo.

–Es lo peor. Un absoluto cretino. Si no fuera el príncipe, no tendría estos problemas– se quejó Kroquia, abatida.

–Lo cierto es que, como es de las pocas que lo rechazan, se lo ha tomado como un desafío. Siempre la busca. Es cada vez más agresivo– siguió la maga.

–¿Agresivo? ¡El hijo de salamandra intentó violarme! Luego quiso que me arrestaran por haberle dado un rodillazo en su imperial entrepierna, sólo que no se atrevió a explicarlo. ¡Tendría que haberle arrancado la cabeza!– se exasperó la hija del conde.

Gjaki frunció el ceño. Aunque no había llegado a ese extremo, le recordaba el momento de su muerte. Aquel príncipe acababa de ganarse su aversión.

–No me extrañaría que supiera que estás aquí, que te esté buscando. Drigca lo sabía– conjeturó de repente Kroco.

Nadie dijo palabra durante un rato, pero era evidente que todos lo veían bastante factible. Kroquia apretaba los puños y los dientes, y los demás también se veían bastante enojados.

–Lo mantendré vigilado– aseguró Gjaki.

–Gracias– suspiró Kroquia.

Era evidente que su gratitud era sincera, y que se sentía aliviada de tener controlado también a ese enemigo.

Al cabo de un rato, se levantaron y decidieron seguir por otro camino, alejándose de los dos grupos, aunque también del paso a la siguiente planta. No obstante, tenían un plano detallado de la mazmorra, por lo que podían llegar allí con relativa rapidez cuando fuera necesario.



–Encargaros vosotros, quiero ver qué hacen– se retiró la vampiresa.

Iba a ayudar a acabar con dos cucarachas, pero retrocedió hasta Kruloz, aunque dispuesta a intervenir si había algún problema. En otras circunstancias, el resto hubiera aprovechado para seguir practicando alguna de las tácticas que habían planeado antes de entrar en la mazmorra, pero esta vez no fue así.

Se miraron un momento, suficiente para llegar a un rápido acuerdo. Tanto la maga como el arquero utilizaron sus hechizos y habilidades más poderosos, y Krongo no se quedó atrás. Incluso Kroquia no se limitó a bloquear, y Kroco se aseguró que todos tuvieran las bendiciones ofensivas más poderosas.

Era el método más rápido de acabar con sus enemigos, aunque no el más eficiente, pues necesitarían descansar para recuperar la energía y maná consumido. Sin embargo, ahora eso no les preocupaba. Todos se quedaron mirando a Gjaki tras eliminar a los insectos de maná.

Ésta sonrió ligeramente, consciente de que estaban deseosos de noticias. Así que decidió narrar en directo, como si estuviera retransmitiendo un evento deportivo, algo que nunca había hecho. Cerró los ojos y se sentó para concentrarse en la visión de su espía.

–Están cerca, a unos quince metros. Diez. Cinco. Cuatro. Tres. Dos. Uno. ¡Booom! Ha explotado igual que la otra. Les ha pillado de pleno a los de delante. Parece que hay algunos heridos leves, pero no sé como están los primeros. Mmm. No tiene buena pinta, no se mueve. El de al lado y el de detrás están vivos, pero parecen tener heridas graves. El príncipe se ha escondido detrás del que decís que es su tutor. Está temblando.

La miraban fijamente, escuchándola atentamente. Y en más de uno apareció una mueca de desprecio.

–El del lado ha perdido un brazo y un trozo de cola. El de atrás la pierna, y puede que una mano. También se tapa la cara. Kroco, ¿eso puede curarse?

–Quizás en el templo, pero no creo que tengan a nadie así con ellos– respondió el sanador.

–Diría que el que ha recibido el impacto está muerto. Lo han dejado en el suelo y están curando a los otros. El príncipe parece enfadado. Está gritando algo. Diría que están discutiendo

–El mismo cobarde de siempre. Se esconde, y luego se hace el ofendido y el valiente. Es arrogante, pero sólo cuando está protegido– reprobó Kroquia, con evidente desprecio en su voz.

Siguieron un rato allí, escuchando la narración de la vampiresa, hasta que el príncipe y su séquito emprendieron de nuevo la marcha.

–Siguen adelante. El príncipe no deja de gritar. Los heridos se han vuelto con el portal. Han dejado a dos que se lleven el cadáver.

–¿No estarán en peligro? Es muy imprudente dejar a dos solos– criticó Krongo.

–Típico de esa escoria de príncipe. Le importa una mierda sus propios caballeros. Si no hubiera quedado mal, habría dejado allí el cadáver– despotricó Kroquia, sin ocultar su animadversión.

–¿Y no podríamos aprovecharlo? No sería malo hacer nuestra buena acción del mes. Tampoco perderíamos tanto tiempo. Kigja, ¿podríamos cruzarnos con ellos por casualidad?– sonrió Kruloz.

–Sí claro, sólo tenemos que ir por ahí– señaló ella.

–¿Qué estás tramando?– preguntó Krinia, con bastante interés.

–Sólo acompañar a unos pobres caballeros en una difícil situación– respondió este, queriendo parecer inocente, magnánimo –. Por supuesto, no sería raro que se enteraran de que el grupo de Drigca había pasado antes. Ni que nosotros estábamos por detrás y no teníamos nada que ver.

–Sí, no sería raro, típica conversación casual– asintió Kroco.

–Sin segundas intenciones, por supuesto– sonrió Kroquia.

–Yo me quedaré escondida, vigilándolos. Si me alejo demasiado, podría perderlos de vista. Os dejaré un Murciélago para guiaros de vuelta– intervino Gjaki.

–¿Estarás bien?– se preocupó Krinia.

–Claro, no os preocupéis.

La miraron un tanto reacios, pero al final accedieron. Si su compañera quería, podía simplemente ocultarse. Nada podía ponerla en peligro en aquella planta.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora