¿Hasta pronto?

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En 32, había recuperado Explosión de oscuridad, que aplica corrosión y daño alrededor. Era equivalente a los hechizos de Explosión de Eldi, pero con magia de oscuridad.

El siguiente hechizo que volvía a tener a su disposición era Sangre Dulce, cuyo nombre resulta engañoso, ya que es en realidad bastante siniestro. También es de uso muy puntual, pues requiere del entorno adecuado. Su efecto es el de provocar que la sangre resulte extremadamente cautivadora, por su aroma y color, atrayendo a las heridas de los enemigos desde pulgas y mosquitos hasta depredadores de gran tamaño.

La habilidad recobrada a nivel 32 había sido Gruñido. Permite simular sonidos de animales, y puede resultar muy útil si se ejecuta junta a Ventrílocuo.

La pasiva de resistencia a venenos también era más que bienvenida. Podía significar la diferencia entre la vida y la muerte.



Los reptilianos observaban en silencio a la vampiresa mientras ésta enterraba con solemnidad los huesos. Tras ellos, clavó la enorme espada en el centro de la tumba y puso un talismán sobre ésta, uno de los que aquella caballera le había confiado.

–Fuisteis uno en vida, sed uno en muerte.

El resultado de sus acciones y las palabras que acababa de pronunciar sorprendieron incluso la vampiresa. La espada se hundió en la tierra, o, más bien, se fundió con ella. Desapareció como si hubiera sido engullida, sin dejar rastro, fusionándose con los huesos enterrados y desapareciendo con ellos

Le costó mucho menos recobrarse de la sorpresa que decidir las palabras que debía pronunciar. Y aún más, reunir el valor para girarse y mirar hacia los ezihuq.

–Ya sabéis qué soy. No soy vuestra enemiga, pero sé que no somos bienvenidos, independientemente de nuestras intenciones. Por eso no quería involucrarme con vosotros... Pero tampoco os podía dejar a vuestra suerte... No os preocupéis, me iré por dónde he venido. Seguramente, no nos volveremos a ver.

Era una despedida que le resultaba tremendamente amarga. Es cierto que no hacía mucho que los conocía, y que había mantenido cierta distancia con ellos. Pero también es cierto que le dolía ser relegada, como había sucedido en el pasado, en su mundo natal.

Sin embargo, no había mucho que pudiera hacer, el miedo en los ojos de sus excompañeros había sido evidente. Así que se dio media vuelta y empezó a alejarse.

–¡Espera!– la llamó de pronto Kroquia.

Gjaki no esperaba que dijeran nada, y mucho menos palabras sin hostilidad. Se volvió a girar, mirando extrañada a la reptiliana.

–Te debemos la vida, varias veces. No diré que no me asusta que seas una... vampiresa, además una vampiresa pura, signifique lo que signifique. Pero tus acciones hablan por sí mismas. ¡No eres como ellos!– aseguró Kroquia.

–Es cierto. Nos has vuelto a salvar. Además, así podremos presumir de conocer a una vampiresa, ja, ja, ja– rio Krongo –. ¡Ay!

–¡Idiota! ¿¡No ves que la pondrías en problemas si lo vas contando por ahí!?– censuró Krinia, después de haberlo golpeado con el báculo.

–Eso duele... Sólo era una broma...

Incluso Gjaki no pudo evitar una sonrisa. Por alguna razón, sentía las lágrimas a punto de derramarse, y su corazón extrañamente reconfortado.

–No voy a decir que no nos haya sorprendido, o que no sea un poco sobrecogedor, pero no somos personas que olviden la gratitud que mereces– añadió Kruloz.

La vampiresa les dio la espalda otra vez, no quería que la vieran llorar. No sabía por qué se sentía así. No esperaba que el verse aceptada en lugar de rechazada significara tanto para ella.

Sin embargo, no podía ir con ellos. Por una parte, tenía que seguir leveando. Por la otra, los soldados o los condes podían no ser tan comprensivos. Y algunos eran mucho más poderosos que ella.

–Llevaros a Kroco, no hay tiempo que perder. Si hay suerte, nos volveremos a ver– se despidió.

–En diez días entraremos en la mazmorra. Si quieres venir con nosotros, te estaremos esperando, por la noche. Hay algo dentro que quizás sea lo que querían los otros vampiros. Contigo, podríamos echar un vistazo– ofreció Kroquia.

Gjaki asintió, sin mirarlos, incapaz de pronunciar palabra. Se alejó con lágrimas corriendo por sus mejillas, y sintiéndose extrañamente feliz. No sabía si aceptaría o no la invitación, pero el solo hecho de recibirla era suficiente.

Los reptilianos tampoco se demoraron. Su hermano y amigo aún respiraba, pero estaba muy débil. Debían encontrar ayuda cuanto antes. Aunque todos ellos miraron hacia atrás, hacia dónde se perdía de vista su guía, su salvadora, su extraña y misteriosa compañera.



La vampiresa estaba dudando. Sus opciones eran volver, seguir leveando o ir a hacia la mazmorra. Lo más seguro parecía levear un poco más, e ignorar la invitación de los reptilianos. Al fin y al cabo, sólo había estado con ellos por una situación puntual.

Sin embargo, no podía quitarse dicha invitación de la cabeza. La idea de ir con un grupo a la mazmorra, con un grupo que la apreciaba, no resultaba sino atractiva. Si hubiera sido más sincera consigo mismo, hubiera reconocido que le entusiasmaba, que aquellas lágrimas no habían sido casualidad.

También es cierto que tenía ciertas dudas. Si bien quería confiar en ellos, no podía estar completamente segura. En el pasado, en el colegio, había tenido una amiga con la que se sentía bastante cercana. Un día, dicha amiga se había unido al resto de la clase para burlarse de ella, lo que la había hecho sentirse traicionada.

Eso era algo que nunca había superado del todo, aunque Goldmi y Eldi la habían ayudado. En el juego, habían tenido la oportunidad de unirse a un grupo conocido, de poder llevar a cabo ciertas misiones que sin duda eran sumamente atractivas. Sólo tenían que ir.

Sin embargo, ninguno lo había hecho. Por sus características, la vampiresa no pertenecía a una de las clases consideradas óptimas para ese tipo de misiones, por lo que no estaba invitada. Y, por aquel entonces, no era aún una jugadora reconocida.

Sus dos compañeros se habían negado a ir sin ella. Habían preferido estar con ella, incluso morir con ella, a tratar de conseguir determinadas armas o armaduras legendarias.

Quizás sólo era un juego, pero Gjaki se había sentido sinceramente conmovida. Si algo lamentaba, era no habérselo confesado en su momento.

Finalmente, tomó la decisión de ir a la ciudad e investigar un poco, disfrazada de Ikajg, una comerciante de una tribu cuyos miembros cubrían siempre su rostro, lo que era muy conveniente para una vampiresa. Esperaba que las credenciales del gremio de comerciantes que había obtenido en el juego sirvieran en la realidad.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora