Frente a frente (II)

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Gjaki había corrido hasta la mansión, abusando de Sobrecarga Sanguínea. En nivel 100, tenía sangre en abundancia, toda la que había reunido en el juego. No obstante, no fue a su velocidad máxima. No quería dejar a la mercenaria demasiado atrás, y quería que sus Murciélagos llegarán antes para valorar la situación. Además, así podía comer una deliciosa galleta que le daba bonificaciones por unos minutos.

Le sorprendió descubrir a Krovledi en persona, y respiró aliviada al ver que sus empleados estaban bien. La batalla aún no había comenzado.

–Intenta ganar tiempo. Están frente a la mansión, aún no han empezado. Krovledi también está– le pidió a la mercenaria.

Ésta asintió y siguió corriendo, bajando un poco el ritmo para recuperar el aliento y no llegar completamente agotada. Miró de reojo a la vampiresa, que se desviaba, dando un pequeño rodeo.

–Decidida y sin miedo– murmuró, con admiración.

Mientras la mercenaria llegaba, Gjaki se acercó cuanto pudo antes de ocultarse en Oscuridad. Aprovechó también algunos árboles para que sirvieran de soporte para los hilos que iba extendiendo.

Su hechizo, la noche y el estar distraídos la hizo totalmente invisible. Nadie estaba mirando en esa dirección.

Fue a por Krovledi, pero pronto cambió de idea. Había una aura defensiva alrededor de ella. Si se acercaba demasiado, la detectaría, eliminando por completo el factor sorpresa. Así que cambió de objetivo. Si podía deshacerse de Cluasde, significaría una enemiga poderosa menos.

La condesa estaba confiada junto a su madre. No podía decirse que sintiera amor por ella, pero si lealtad, y reconocía su fuerza. Además, no dejaba de mirar al jefe de los mercenarios.

Era su tipo. Le gustaban fuertes y agresivos, para doblegarlos y convertirlos en sus sirvientes. Esa era una de las razones por las que había contratado a su grupo en el pasado, pero éste nunca había bajado la guardia. Quizás, ahora tendría una oportunidad.

Sin embargo, sin previo aviso, una daga atravesó su cuello y otra su corazón. Al otro lado del cuello, se clavaron unos colmillos. Gjaki no dudó en utilizar Disrupción Sanguínea, Perturbar y Sed de Sangre para dificultar cualquier reacción, y Extensión Sanguínea para profundizar en las heridas.

Por supuesto, había usado Morder, junto a Ñam, Maná para recuperar el maná invertido, y Ñam, Energía. Además, sus dagas contaban con Toque Tenebroso y de Sangre, y había usado Punto Débil para saber exactamente dónde golpear. Puñalada Trasera, junto a Perforar, había sido clave para aniquilar todas las defensas.

El resultado había sido la muerte casi instantánea de Cluasde, que estaba más de una decena de niveles por debajo de la vampiresa de pelo plateado. Ésta se volvió inmediatamente hacia Krovledi, con cuya mirada se encontró.

–¿Tú...? ¿Qué... Qué haces aquí?– preguntó está, estupefacta, y algo acobardada.

Se había enfrentado con la visitante cuando ésta no estaba allí del todo. Lo había hecho confiada, pues no era la primera de aquellos seres medio incorpóreos contra los que se había enfrentado. Aunque tenían bastante poder, no eran capaces de usarlo con soltura.

Sin embargo, en aquella ocasión, no había sido el caso. Si bien la pelea no había sido fácil, Krovledi se había visto forzada a huir, perdiendo un valioso artefacto, y a los sacrificios para el ritual. Los mismos que había intentado recuperar, y que, sin saberlo, la habían llevado a aquella situación.

Gjaki podía haber respondido muchas cosas. Como que su enemiga había empezado, atacando su mansión. Que quería venganza. Quizás, que tenían viejas cuentas pendientes. Sin embargo, no dijo nada de ello. Su respuesta fue una Bola de Oscuridad.

Krovledi reaccionó rápido, bloqueando el ataque con su brazo y un Escudo de Sangre. No obstante, el ataque era una distracción, y su tobillo sufrió una fuerte patada que se lo rompió parcialmente. Las defensas naturales de su nivel y el aura protectora evitaron que fuera a peor.

Logró conservar el equilibrio y saltar hacia atrás con su pierna buena, mientras Autorregenerar reparaba el daño. Era una habilidad común en los vampiros, más potente cuanto mayor era el linaje.

Gjaki no se quedó quieta y se abalanzó hacia ella, ayudada por Sangre a los pies para impulsarse con mayor rapidez. Su rival desenvainó su florete para atravesarla cual pincho moruno, pero se encontró con un Clon, que además Reventó. La explosión no hizo casi daño, pero logró distraerla un instante.

Gjaki atacó desde el flanco derecho, obligando a Krovledi a retroceder bruscamente. Para su sorpresa, se encontró unos afilados hilos en su camino, que se incrustaron en su carne.

Apretó los dientes para no gritar. Por suerte, las heridas eran superficiales, pues los hilos afilados con Cordel Letal no habían logrado atravesar su armadura, aunque sí dejar marca, además de cortar la piel expuesta. Si bien la armadura era muy resistente, aquellos hilos de adamantino creados por Eldi lo eran aún más.

Una pequeña Nube de Sangre envolvió a la vampiresa herida, cubriendo así los hilos con su sangre, y permitiéndole descubrir su ubicación. Por tan sólo un instante, no fue atrapada por Red Mortal.

Todos los hilos convergieron de golpe hacia Gjaki, amenazando con atar y cortar a quien estuviera dentro. Gracias a su rápida reacción, Krovledi apenas pudo escapar por un hueco, pero no se libró de nuevos cortes.

Miró a la vampiresa de pelo plateado, jadeando. Aquellos continuos ataques la habían obligado a exprimirse al máximo, como muy pocas veces, y no había salido indemne. Su tobillo estaba aún curándose, y los cortes que había sufrido eran numerosos. Además, había gastado demasiada sangre, maná y energía para protegerse y curarse.

Gjaki también estaba gastando bastante, aunque no tanto como su oponente. Además, tenía la iniciativa, y había podido verificar algo que llevaba tiempo preguntándose, al poder comparar con un combate del pasado. Estar presente mejoraba su coordinación y reacción respeto al juego. Lo único que lamentaba era que su presa hubiera escapado de la trampa de hilos.

En el resto de los vampiros cundía la confusión. Cluasde había muerto, así que habían perdido a su madre. Aun así, la mayoría temían demasiado a Krovledi como para hacer nada sin su permiso. Algunos incluso quisieron ayudar, pero los mercenarios se habían interpuesto.

Estos, por su parte, observaban el combate con atención. Sabían que no se compenetraban bien con su patrona, así que intentar intervenir podía convertirlos en un estorbo. No obstante, no iban a desperdiciar una oportunidad si se presentaba.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora