Desafío

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–Realmente eres preciosa– dijo Coinín, acercándose a Gjaki.

Sus ojos la miraban con deseo, como hechizados por ella.

–¡Vale, ya basta! ¡Para ya! ¡He desactivado el hechizo! ¡Sé que estás fingiendo!– entró la vampiresa de pelo plateado en pánico.

Había querido probar Tentación con la aprobación de su amiga, pero ésta no se detenía después de haberlo parado. Se movió hacia atrás, temiendo que el efecto pudiera tener mayor duración. No quería ni imaginarse que fuera permanente.

Chocó contra la pared, que le impedía seguir huyendo. El momento de distracción fue suficiente para que la vampiresa-coneja se abalanzara sobre ella y la abrazara.

–¡Te atrapé!– dijo entre risas.

–¡Nunca más te pido nada!– exclamó Gjaki, no obstante aliviada. Su amiga estaba realmente fingiendo.

–Ja, ja. Eres tan mona cuando te pones así. No me extraña que Chorni esté loquito por ti– se burló Coinín.

–Déjalo ya. Ahora en serio, ¿tiene algún efecto o no?

–Bastante. Me sentía realmente atraída. Es difícil explicarlo. ¿De verdad no le ha afectado a Chorni?– se extrañó su amiga, aún pegada a ella.

–No, ha dicho que no sentía nada– reafirmó Gjaki.

–Es raro. ¿Quizás no afecta a hombres? Bueno, podría haber otra explicación. Quizás está tan coladito por ti que no puedes atraerlo más– sugirió la vampiresa demihumana, medio en serio medio en broma.

Sus palabras consiguieron avergonzar de nuevo a su amiga, ante la posibilidad de que fuera así. Divertida, Coinín estaba restregando la mejilla de su amiga con la suya cuando ésta se tensó.

–¿Pasa algo?– la miró preocupada.

–Alguien ataca la barrera. Voy a ver. Diles que no salgan– explicó Gjaki, muy seria. Inmediatamente, salió por la ventana en dirección al lugar.



Gjaki no estaba segura de si simplemente era una forma un tanto grosera de llamar, o de si realmente había hostilidad. Había visto a través de las cámaras de la mansión quién había llamado, y lo había reconocido. Para su sorpresa, era un jugador.

Esperaba que solamente pasara a saludar, quizás a compartir experiencias con otro nativo de su mundo natal, con otro visitante. No obstante, con ese jugador en concreto no se había llevado bien en el pasado.

Él la había acusado de hacer trampas, de usar bots u otras ayudas, y ella simplemente lo había ignorado. Su respuesta había sido una victoria aún más contundente en su siguiente enfrentamiento.

Sabía que la había acusado en foros de Internet, donde también había quien la había defendido. Ella se había mantenido al margen por varias razones. La primera, porque estaba acostumbrada a que hablaran mal de ella a su espalda, y le daba igual. O eso se decía a sí misma.

La segunda y más importante razón era que, para defenderse, su única forma era revelar que tenía Premonición, y eso probablemente le haría perder ventaja. No era algo a lo que estaba dispuesta a renunciar.

No podía dejar de preguntarse si le guardaba rencor, si era tan vulgar como en sus argumentos en los foros. Por ahora, decidió ser prudente.

–¿No era más fácil llamar a la puerta?– lo saludó cuando llegó frente a él, en un tono neutro.

–Así que realmente eres tú, también has vuelto... Es el destino. Necesitas una lección ahora que no puedes hacer trampas– le espetó él.

La vampiresa frunció el ceño. Era evidente que no venía con buenas intenciones.

–¿Qué es lo que quieres?– demandó.

–Pensaba darte una paliza, pero no recordaba que estuvieras tan buena. Así que, si te rindes, te perdonaré la vida y tendrás el honor de ser mi esclava– ofreció él.

–¿Estás bromeando o eres realmente así de estúpido?– le respondió ella con desdén.

–¿¡Cómo te atreves!? ¡Sería lo mejor que te podría pasar! ¡Si no es por las buenas, será por las malas! Puede que tú puedas escapar, pero no será tan fácil para los que viven dentro. De momento, empezaré por esa ciudad, seguro que son culpables de ayudar a una vampiresa. Quizás incluso encuentre algunas bonitas esclavas– amenazó él, inspirado por las sugerencias de Krovledi.

Gjaki sintió como la sangre le hervía ante aquellas palabras. No podía haberse imaginado que aquel visitante era tan depravado, tan repugnante. Hubiera deseado salir a darle una lección, pero no estaba solo.

Los sensores de la mansión no terminaban en el escudo, por lo que sabía que había otros escondidos cerca, al menos veinte. Se dijo que, además de repugnante, también era un cobarde traicionero. Aunque quizás, había una forma de evitar que contara con refuerzos.

–¿Funcionará?– se preguntó.

Lo miró desafiante. Si era tan arrogante como parecía, quizás podría provocarlo, eso lo haría más fácil.

–¿De verdad te crees que un perdedor como tú puede ganarme? Trampas dices... Si siempre perdías, es porque eres un inepto– lo provocó Gjaki.

Si bien había llegado a aborrecerlo por sus acusaciones, y ahora lo despreciaba, en realidad lo respetaba como rival, aunque no como persona. Su forma de luchar no era muy sofisticada, pero resultaba eficiente y difícil de contrarrestar.

–¡Maldita zorra! ¿¡Por qué no sales de ese caparazón de tortuga y peleas conmigo!?– la desafió.

–¿Tú solo?– quiso decir.

Sin embargo, eso hubiera revelado información que le daba cierta ventaja. En su lugar, activó una función del juego que no sabía si funcionaría. No sólo no tenía mucha lógica que lo hiciera, sino que lo había probado con nativos del mundo y no lo hacía. Pero valía la pena intentarlo, pues en el juego sólo funcionaba con jugadores.

Activó la función como lo habría hecho en el juego, aunque en lugar de pulsar un botón tan sólo lo imaginó. Para su sorpresa, a diferencia de sus pruebas previas, una pequeña pantalla flotante se mostró frente a ella.

Estaba su rostro a un lado, y el de Lobo Negro al otro. Bajo los rostros, sus nombres. Y debajo del de Gjaki, un signo de confirmación verde. El título de la ventana era "Duelo".

Vio en la sorpresa del rostro de su rival la confirmación que necesitaba. No sabía muy bien qué sucedería si aceptaba, pero esperaba que fuera como en el juego, un combate uno contra uno.

–Bien, bocazas, mucho hablar, pero aún estoy esperando– lo apremió y provocó con una expresión que quería ser de burla.

–Te voy a borrar esa sonrisa de la cara...– amenazó éste, moviendo su mano en el aire, sobre la pantalla invisible que sólo podía ver él.

En ese mismo momento, Gjaki vio en su pantalla la marca verde bajo Lobo Negro. Un instante después, dicha pantalla empezó a iluminarse con varios efectos como los del juego. El duelo había sido aceptado.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora