Calma antes de la tormenta

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Si bien Pokmu había hecho muchos experimentos, gran parte de ellos habían sido empezados o diseñados por los padres de Jiknha, sus otros tíos, primos o ella misma. La diferencia era que éste no se había detenido ante nada, por muy crueles que fueran los métodos.

Ahora sólo quedaba ella, y quizás algunos de sus primos, si habían escapado a tiempo, pero que no sabía dónde podían encontrarse. Había estado atenta a su paradero durante su exilio, pero no había encontrado nada. Quizás, se escondían demasiado bien, o quizás no habían sobrevivido.

Podía controlar perfectamente los sistemas de vigilancia, gracias a los cuales muchos de los antiguos colaboradores de Pokmu huidos no tuvieron la suerte de escapar del condado.

La propia vampiresa que Gjaki había capturado no corrió mejor suerte, y nadie suplicó por su vida. Cuando Jiknha acabó con ella, tenían una idea bastante clara y escalofriante de hasta dónde habían llegado los experimentos.

Había mucho que reconstruir, mucho que reparar, muchos muertos que llorar. A los habitantes del condado les costaría mucho esfuerzo y tiempo cicatrizar las heridas, pero al menos ahora tenían la esperanza de un futuro mejor. Sin duda, esa era una herramienta muy poderosa.

Además, ahora tenían algunos condados aliados a través de Gjaki, a la que los condes llamaban la nueva Reina de Sangre a sus espaldas.

No habían dudado en hacer pública la alianza. Si bien era interesante ocultarla, también era un elemento disuasorio poderoso contra quienes quisieran aprovechar la situación para atacarlos. Dada su situación un tanto precaria, era una arma de la que no podían prescindir-

Además, corrían rumores sobre alguien poderoso que los apoyaba. Información sobre la incursión para salvar a Jiknha, y sobre el Clon de Sangre, había llegado a los oídos de todos los gobernantes, y ninguno quería ser el primero en correr el riesgo.

Es cierto que había cierta preocupación de que aquella alianza decidiera expandirse a costa de sus vecinos, por lo que había conversaciones para formar una que se le opusiera. No obstante, había demasiada desconfianza entre ellos, y el supuesto enemigo no había hecho la más leve intención de actuar.

De hecho, ni siquiera se lo habían planteado. Había demasiadas cosas que hacer como para embarcarse en campañas de conquista. Quizás los mercenarios lo plantearan en el futuro, aunque era dudoso que lo hicieran sus otros aliados.

Quedaba aún el complicado asunto de buscar un pretendiente para Jiknha, pero Gjaki decidió desentenderse por completo. Kilthana se había presentado voluntaria, a pesar de que su amiga había querido renegar de sus palabras. Sin duda, le acabarían presentando a todos los herederos, aventureros y hombres guapos que su amiga pudiera encontrar. No tenía escapatoria. A decir verdad, la víctima no estaba segura de si lo quería o no.



–¿Me harás vampiro?– preguntó Brurol.

Solodkro se lo había traído de la aldea y medio adoptado, aunque era mucho más próximo a Gjaki, quien se lo había llevado de visita a su mansión, Aunque con timidez al principio, había acabado pasándose la tarde jugando con las hermanas pequeñas de Coinín, que sí eran vampiresas. En cierta forma, se sentía un tanto inferior a ellas.

–Si más adelante lo quieres, lo haré, pero aún es pronto– le prometió Gjaki.

De hecho, ni siquiera había decidido qué hacer con él, si quedárselo ella o dejarlo con Solodkro.

Los habitantes de la mansión lo habían recibido bastante bien, en especial las dos niñas, pero los suyos no estaban allí. Así que la vampiresa había decidido que ya decidiría más adelante. Por ahora, lo iría llevando de un lado a otro, dejando que aprendiera, que conociera ambos mundos, que se hiciera lo suficientemente mayor como para tomar una decisión por sí mismo.

Sin duda, para él ella era su familia, una hermana mayor en la que podía confiar. Y ella sin duda lo consentía un poco. Aunque, poco a poco, el niño se estaba abriendo a los condes y sus sirvientes por un lado, y los habitantes de la mansión por el otro.

Coinín y Diknsa, por su parte, habían conseguido hacerla confesar. Aunque ella les había hecho prometer que no se lo dirían a nadie más, promesa que estaban dispuestas a cumplir, de momento. Su plan era que la propia Gjaki acabara siendo quien se lo mostrara al resto.

Les había sorprendido la sala llena de imágenes de Gjaki y sus compañeros. Si bien habían aprovechado para reírse y burlarse un poco de ella, no lo habían hecho tanto como ésta se temía.

Había algunas escenas graciosas de las que era imposible no reírse, y el bochorno de su hija y amiga era algo que no podían dejar pasar así como así. No obstante, eran consciente de que había algo más allí para Gjaki. Muchos recuerdos y nostalgia se acumulaba en aquellas imágenes y vídeos, en especial los de unos muy queridos compañeros que probablemente nunca volvería a ver.

La querían demasiado como para no respetar esos sentimientos, como para no darse cuenta de lo importante que era para ella. Por esa razón, a pesar de que deseaban contarlo y compartirlo con todos, decidieron darle tiempo.

Había otros momentos no tan agradables allí guardados. Sin duda, el que más les había impresionado había sido su propia historia, concretamente los momentos que no recordaban, a veces por haber estado inconscientes. Los esfuerzos casi agónicos de la vampiresa para salvarles la vida, su sacrificio para convertirlos, les había más que conmovido. Sabían que había sucedido, pero casi no lo recordaban.

En su momento, Gjaki se había dicho que sólo era un juego, y que ya recuperaría la fuerza. Se había convencido de que sólo eran personajes de un juego, y que no tenía que preocuparse demasiado.

Lo cierto era que apenas había dormido en dos días, y que se había visto mucha más afectada en la realidad de lo que había querido reconocer. Ver a su propio personaje con lágrimas en los ojos le había demostrado hasta qué punto había sido real. Las tres, se habían quedado un buen rato abrazándose.

La relación con Chornakish seguía acaramelada. El demihumano gatuno, o pantuno, había tenido algunos celos cuando había traído a Brurol por primera vez, pero el niño lo había arreglado sin darse cuenta al decir que hacían una buena pareja. Desde entonces, el novio de la vampiresa se había convertido en el hermano mayor.

Podía decirse que durante algunos meses todo transcurrió de forma bastante apacible, aunque Gjaki estaba preocupada. Krovledi seguía ahí fuera, y seguramente querría venganza.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora