La llegada de la corrupción

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Habían salido de excursión con los niños, con la seguridad de la protección de un gran número de adultos. Incluso de encontrarse con algún ser de mayor nivel, de los que ocasionalmente se aventuraban en aquella parte del bosque, estaban confiados en poder hacerle frente. Lo que no habían esperado había sido encontrarse un enjambre de peligrosas avispas tan numeroso.

Mantenían una formación compacta, con los niños en el centro, no permitiendo así que fueran atacados. Ya habían acabado con casi media docena de avispas escarlata, pero había muchas más.

Aunque no desesperada, la situación era muy peligrosa. Un sólo error podía hacer que uno de ellos fuera envenenado. Probablemente, no lo mataría, pero no podría seguir luchando, lo que empeoraría la situación.

Por ello, cuando una flecha atravesó una de las avispas, miraron esperanzados hacia el lugar de donde provenía el proyectil. Pronto, una tras otra, flechas fueron clavándose en las avispas, hasta que no tuvieron más remedio que huir.

Si bien el arco no era la especialidad de la vampiresa, podía usarlo con soltura. Si utilizaba arco y flechas 10 niveles superiores a sus enemigos, podía diezmarlos con facilidad.

–¡Qué guapa!– exclamó una de las niñas cuando vio aparecer a Goldki.

–Sin duda es guapa, pero lo sería más si tuviera más piernas– musitó un joven elfo adulto.

–Ya estás otra vez con tus fetiches– lo criticó en un murmullo su hermana mayor.

Sin duda, el disfraz de hermana de Goldmi la hacía parecer bastante atractiva. El haber ayudado en aquel apuro, la hacía incluso parecer una heroína delante de los niños.

Gjaki sonrió. Aunque un poco abrumada por los agradecimientos de niños y adultos, en cierta forma empezaba a acostumbrarse a ese tipo de situaciones. Además, había descubierto que le encantaba la sincera mirada de los niños, fueran elfos o góblins.

Estaban aún hablando cuanto tuvo una extraña sensación. Era como si una fuerza terrible y opresora se aproximara a ellos. Incluso le resultaba lejanamente familiar. Miró hacia el norte, y no fue la única quien lo hizo.

Los niños temblaban, sin saber muy bien por qué, y más de un adulto. El resto tenía una expresión de preocupación en el rostro. Dicha fuerza era cada vez más intensa, más terrible.

Todos los elfos dieron varios pasos atrás, sin saber muy bien qué sucedía. Sólo Gjaki se mantuvo firme. De alguna forma, aunque terrible, el efecto en ella no era tan opresivo.

No llegó ante la vampiresa con una gran velocidad, aunque mayor a la de una persona corriendo. Sin embargo, daba la sensación de ser imparable. Como si estuviera en un océano y se acercara una enorme ola que iba a engullirlos sí o sí. Quizás, como la inexorable marea.

Podía verse como los árboles por los que pasaba se iban ennegreciendo poco a poco, corrompiéndose su esencia. Si bien eso debilitaba esa terrible masa de oscuridad, aún tenía fuerza más que suficiente para engullirlos, para corromperlos.

Los elfos estaban aterrados ante aquella amenaza que parecía imposible de vencer o escapar. Se abrazaron a los niños, como si aquello fuera a protegerlos de la desolación que se acercaba.

La vampiresa notó como dicha fuerza quería oprimirla, convertirla, apoderarse de ella. Sentía que dentro de ésta había algo parecido a la esencia de un vampiro, pero también diferente. Era más extenso y abrumador, aunque también más disperso, y de alguna forma estaba entrelazado con un maná oscuro. Aunque más perverso, como si su naturaleza hubiera cambiado a peor.

No lo entendió muy bien en aquel momento, pero Gjaki no sintió terror, sino un desafío. Como si aquella marea de corrupción la retara, y tuviera que responder. Casi por intuición, invocó su Linaje con toda su magnitud, además de Dueña de la Oscuridad.

La potencia de su aura destruyó no sólo Disimulo sino Disfraz. Sorprendidos, los elfos vieron como aquella hermosa elfa se transformaba, como su presencia se volvía terrible y poderosa. No obstante, su aura no iba dirigido hacia ellos, más bien los protegía.

Pudieron ver como su cabello rubio se volvía plateado, como se dejaba mecer por el viento, o quizás por su propia aura. No podían ver sus ojos en aquel momento, pero un brillo rojo podía percibirse incluso dándoles ella la espalda, tal era la intensidad de su mirada.

Extendió los dos brazos al frente, como si con sus manos quisiera detener aquella ola, invisible a la vista pero no a los sentidos. Parecía imposible, pues nadie puede detener el océano en movimiento. Incluso pudiéndose mantener firme ante él, simplemente te rodearía.

Sin embargo, aquello no era un océano. Tenía cierta voluntad, la de destruir todo a su paso. Por ello, cuando una poderosa presencia lo desafió, se volcó contra ella.

La vampiresa sintió como toda aquella fuerza aceptaba su reto, como quería engullirla, como concentraba su poder en ella, como se estrellaba contra el poder de su Linaje, apoyada por algo draconiano que de alguna forma ahora formaba parte de ella.

Sin duda, la vampiresa era más poderosa que aquella fuerza, pero ésta parecía interminable. No dudó en tomar una poción para recuperar maná y ayudarla a mantener Dueña de la Oscuridad. Aunque lo más preocupante era que Linaje consumía su propia sangre, no la de la reserva.



No estaba segura de cuánto tiempo había estado resistiendo el continuo golpear de ola tras ola de corrupción, pero se sentía débil. Si bien usaba continuamente Reabastecer para recuperar su propia sangre desde la reserva, que podía reponer, no la recuperaba a la suficiente velocidad.

Maná Rojo le permitió extraer maná de la reserva sólo cuatro veces, ya que sólo podía usarlo una vez cada hora.

Bebió otro frasco con la sangre de Goldmi. Tenía que reconocer que estaba deliciosa, pero no era el momento de apreciar la comida. Con Asimilación Mágica y la sangre de su amiga, invocaba una y otra vez Barrera Lumínica, que la ayudaba a combatir aquella oscuridad, aunque fuera momentáneamente.

No tardaba más de unos instantes en ser la barrera superada cada vez que la invocaba. Si bien podía invocarla una y otra vez, y tenía bastantes reservas de sangre, las de maná no eran infinitas.

Dobló una rodilla, abrumada por aquel poder que parecía no tener fin. Se mordía el labio para mantenerse consciente, pues cada vez se sentía más débil, e incluso su visión empezaba a volverse borrosa.

El uso continuo de Linaje la estaba dejando sin fuerzas. Parecía incluso más pálida de lo habitual. No obstante, se negaba a rendirse mientras le quedara un ápice de poder.

De repente, le pareció que la fuerza contra la que luchaba bajaba de intensidad. Al mismo tiempo, un resplandor apareció tras ella, atacando la corrupción.

–Ya has hecho suficiente. Nosotras nos ocuparemos del resto– oyó que decía una voz femenina, quizás algo infantil.

Apenas fue capaz de vislumbrar unas pequeñas alas que se colocaron frente a ella, tomando su lugar. En aquel momento, perdió el conocimiento, agotada.

Regreso a Jorgaldur Tomo III: guerrera de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora