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Preparo toda la ropa que voy a donar en cajas, separadas por tallas y colores. Es momento de comprar ropa nueva y quiero darle una nueva vida a todo lo que ya me aburre. Se supone que mis hermanas harán lo mismo, pero conociéndolas será muy poco lo que donen.

La intención es que esto vaya a las fundaciones con las que trabaja Camila y próximamente yo, para ser repartido por los orfanatos de la ciudad y si es posible del país entero. Para eso, pedí a mis amigos que colaboraran también, y eso me sienta bien.

Quiero ayudar a quienes no tienen lo que yo, así como me hubiera gustado que me ayudaran en su momento.

No quiero olvidar de donde vengo, por todo lo que pasamos mis hermanas y yo. Por eso me gusta hacer este tipo de cosas. Sé que muchos niños y adolescentes sufren por no tener recursos, ni familiares y se sienten solos. Lo sé mejor que muchos, y creo que de esta manera recuerdo que no tuve tanto dinero toda la vida.

— ¿Terminaste? Vamos a empezar a cargar el camión para el traslado — escucho a mi madre en la puerta, me mira curiosa y sonrío asintiendo.

— Solo me falta doblar esto y bajo — respondo tranquilo.

— Tus amigos han llegado, sólo faltas tú. Date prisa cariño — me regala una sonrisa amorosa antes de irse.

Admiro tanto lo mucho que ha cambiado mi madre en este tiempo. Aunque sigue con el negocio del narcotráfico y todo eso, ha madurado mucho como persona.

Un par de escoltas me ayudan a bajar todas las cajas, para no tardar tanto. Tengo fuerza y llevo tres a la vez, y ellos igual. Así que en el siguiente viaje estaría listo todo.

—Deberías poner un ascensor para estas cosas — digo al dejar las cajas abajo —.Lo digo enserio.

Subimos de nuevo y bajamos el resto, dejándolo todo en la entrada para terminar de llenar el camión. Va repleto de ropa y zapatos. Los amigos de Camila también quisieron donar algunas cosas  (todo su armario) así que supongo que servirá para muchos.

Un par de llamadas de Camila y está todo organizado para distribuir las donaciones. Tengo entendido que en la fundación también consiguieron ropa y zapatos para que sea provechosa la donación.

—¿Vamos arriba? El calor comienza a ser insoportable — dice Camila entrando después de nosotros y todos subimos al cuarto de juegos.

Quiero aprovechar que está aquí porque casi nunca viene, entre cuidar a los niños y manejar la agencia y sus desfiles no sé cómo tiene tiempo para vivir.

El aire acondicionado refresca toda la casa, pero al estar individual el del cuarto de juegos, esto parece un congelador.

— ¿Jugamos al billar? —pregunta Mateo y y nos levantamos los cuarto, mi hermana y su amiga creo que van a ver una película o algo así entendí —. Estuve pensando a dónde podemos ir este verano, quizá a Grecia, o las Bahamas.

Aún no tenemos nada planeado y conociendo a mi madre y al resto, todo será improvisado.

— ¿Por qué no a ambos? — se escucha a Gabriela de fondo y pongo los ojos en blanco, no me sorprende —. Digo, ahora vamos a uno, y a finales a otro.

— Ya le preguntaremos a mi madre luego — respondo cortando el tema. Y empezando el juego.

No es muy difícil ganarle a Mateo, su ego es tan grande que olvida pensar. En la siguiente ronda apostamos, en voz baja, pero apostamos.

— Si vuelvo a ganar tienes que estar una semana sin nada de sexo — le doy justo en donde le duele, o no, pero si le afecta.

— Si gano yo, vas a salir con Adriana por una semana — vaya manía que tiene con que salgamos.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora