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¿Que nos subimos al auto y llegamos a nuestro destino? Que iluso. Nos trasladaron a un puerto, luego a un yate más o menos moderado y de ahí estuvimos al menos dos horas en el mar hasta llegar a una de las islas del archipiélago.

Mhia vomito un par de veces y durmió la mayor parte del camino. Adara perdió la paciencia y comenzó a hacer ejercicio en medio de todo para relajarse, Tiago investigó lo necesario para armar mi defensa. La abuela intentó comunicarse con mi madre, pero ni ella ni Melissa aparecen.

— Ahora sí, bienvenidos a su destino — dice uno de los conductores que nos ha trasladado —. Todas las instalaciones están dentro , pueden acomodarse que en nada les traerán lo necesario.

Atracamos en un pequeño muelle y bajamos para dirigirnos a la bonita y gran casa que se encuentra entre árboles y flores. La arena blanca cubre mis zapatos y el olor a mar invade mis sentidos. La sensación de paz que siento no es comparable, es tan auténtica que al girarme y ver al resto, me doy cuenta de que no soy el único.

Caminamos juntos varios metros hasta llegar a la puerta principal, todo es de cristal y el señor se encarga de abrir y mostrarnos la propiedad.

—Cristales blindados, sistema de seguridad que abarca un radio de 15kilometros— empieza por lo más importante, con carisma pero seriedad en el asunto —. Alarmas conectadas las veinticuatro horas del día. En media hora llega el equipo extra de seguridad y el personal de la casa.

—Muchas gracias, muy amable — agradece la abuela con una sonrisa y el señor asiente.

Ahora que lo veo bien, parece ser más que un conductor. Por su porte y actitud me suena a alguien de seguridad, por la información que tiene más aún, pero no sé.

—Cinco dormitorios, cuatro arriba y uno aquí abajo — señala las escaleras al final del pasillo —, hay una casa aparte a unos metros para el personal — camina un poco y nos muestra el interior —. Ningún dispositivo electrónico servirá aquí dentro, al menos de que sea programado para ello.

—Necesitamos ropa de cambio y comida — dice Adara abriendo la nevera de la cocina que está vacía.

—Apenas lleguen sus escoltas y el personal recibirán todo lo necesario — la pelirroja asiente y cierra la nevera dejándose caer sobre ella —, deben tener en cuenta de que en el momento que la alarma interna se active, habrá una gran parte del perímetro con sensores que captarán cualquier movimiento.

—¿Entonces no podemos salir?— pregunta mi primo un poco agobiado.

—Lo siento, pero no. Más allá de los alrededores de la piscina, el jardín y la casa contigua no pueden ir — suspira al ver nuestras caras de rechazo —. Tendré que llevarme el yate para no levantar sospechas, se supone que es una isla desierta.

—¿Y si ocurre algo y debemos huir?— pregunta mi abuela nerviosa, no le está gustando esto.

—En el garaje hay un par de lanchas básicas con las que podrían salir— nos mira uno por uno buscando comprensión —. Tendrán noticias en cualquier momento, y recuerden, no deben salir y la alarma se activa desde que lleguen los de seguridad.

—Muchas gracias, todo estará en orden — le agradezco dándole la mano y me la acepta con una sonrisa, se da la vuelta y se va por donde acabamos de entrar.

Mhia permanece dormida en el sillón y suspiro al verla así, porque no está sedada ni con medicación, es su cuerpo que le pide dormir para evadir lo que sucede.

Los únicos escoltas que permanecen a nuestro lado son Mariano y Ernesto, porque el de Tiago se quedó en Italia con su hermana y su madre. Así que me siento un poco seguro pero no del todo.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora