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—¿A dónde iremos primero? — termina de peinarse con algún producto y la miro desde la cama, ella está lista, yo aún me despierto —. Nico.... Levanta — intenta quitarme las mantas, pero no se lo permito —. Vamos, quiero conocer todo lo que pueda.

—Estaremos tres días, no hay prisa — respondo con la voz aún ronca y los ojos entrecerrados —. Ven aquí, no me has saludado.

Sonríe y niega, pero se acerca a mi a gatas por la cama y se acuesta sobre mi pecho, se levanta un poco, deja un beso corto sobre mis labios y me abraza. Rodeó su cintura con mis brazos, reposo mi barbilla sobre su cabeza y por un momento, solo quiero quedarme así. Pero ella no.

—Bien, ya estás despierto, ahora ve a la ducha, sales te vistes y nos vamos — se arrodilla cruzándose de brazos, su tono intenta imponer, pero parece más una niña pequeña dando órdenes.

Tiene las mejillas coloradas por correr de un lado a otro vistiéndose e intentando despertarme, par de coletas altas que dejan caer su pelo largo sobre sus hombros y una falda azul oscuro acompañada de un top blanco y unas sandalias del mismo color. Parece una muñeca.

Me levanto en contra de mi voluntad porque sé que es capaz de echarme un bote de agua fría encima si no me muevo. En la ducha me quito el aceite del día anterior y salgo tan rápido como termino. Busco entre mi ropa lo primero que me agrade y voy tan simple como puedo, unas bermudas azules, camisa blanca y los tenis blancos que nunca faltan.

Me miro en el espejo, y ahora que lo pienso, voy conjuntado con Adara. Ella regresa de a saber dónde y me mira con una sonrisa gigante y ese brillo en sus ojos que aún no sé descifrar, se acerca me besa y se va de nuevo.

—Ven, te pondré protector — llega de nuevo con uno de los botes que compramos —. No quiero que se te queme mucho la piel, puede ser peligroso.

—No es la primera vez que estoy bajo el sol...

—Pero sí la primera que estás conmigo, solos, así que te aguantas. En las Bahamas fue diferente, era una emergencia y teníamos lo básico — coloca la crema sobre mis mejillas y va expandiendo hasta mi cuello, luego cubre los brazos y se agacha, me mira desde abajo con una sonrisa traviesa y me coloca en más piernas —. Listo, ahora sí podemos irnos.

Agarra una de los bolsos que le compré, unas gafas de sol azules. Se mira en el espejo desde varios ángulos y se sonríe a si misma con lo que ve. Me mira esperando que la siga así que me muevo, pero mirar su culo me distrae así que le agarro por la cintura, la pego a mi pecho y le hablo al oído.

—Con esa falda no sé cuánto tiempo podré resistirme para no quitártela — veo su piel erizarse, pero no responde. Le doy un mordisco suave debajo de la oreja ocasionando un salto de su parte —. De hecho me estoy pensando salir de aquí...

—No, aguantas tus ganas, ahora quiero ir y conocer — se separa de golpe, se da la vuelta y me mira muy seria, pero al final se ríe de nuevo —. Estoy demasiado emocionada, esto es increíble. Sueño desde niña con venir, es el único sitio al que mis padres nunca quisieron traerme, decían que no coincidía con su trabajo — agarra mi mano llevando el paso por delante, en el sillón de la sala nos esperan los escoltas listo que al vernos se ponen de pie —. Podemos irnos, no sé a dónde, pero vamos.

Me suelta y sale de primera, ellos me miran esperando y lo único que puedo hacer es suspirar y seguirla. Tengo un itinerario mas o menos básico para hoy, ya iré improvisando.

—Iremos al yate, ahí nos esperarán dos guías para llevarnos a bucear — ellos me siguen, asienten a lo que les digo —. Tienen dos opciones, disfrutan del viaje junto con nosotros o se quedan arriba custodiando, es su decisión.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora