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Me despiertan los gritos de Mhia, eso no es bueno, ella solo grita cuando habla con él. Que hable con su padre tampoco es nada bueno.

Me da igual estar en bóxers y recién levantado, mucho más darme cuenta de que hay prendas en mi habitación que no son mías. Camino lo más rápido posible siguiendo su voz, y la encuentro hablando por llamada en su cama, al borde del llanto. Pone el altavoz y así puedo escuchar lo que dice el degenerado de su padre.

— Sigues siendo menor de edad y estás a mi cargo, no puedes librarte de mí así de fácil puta de mierda — grita al otro lado de la línea, por como arrastra las palabras supongo que está borracho —. Así que prepara tus maletas y mueve tu culo para el aeropuerto porque no estarás un día mas en esa isla.

Muevo mi mano sobre mi cuello para que cuelgue, tengo una solución. No quería ponerla en práctica aún, pero si es necesario, adelantaré los planes.

— Que te vayas a la mierda Mario, tu avión se va a secar esperando a que llegue — grita con mucho desprecio y cuelga la llamada.

No tarda en romper en llanto, tiembla y solloza muy fuerte. Me siento a su lado y la abrazo para que se sienta segura.

— Estoy aquí Mhia, y no permitiré que te vuelva a hacer daño, jamás — mi voz es suave, quiero que se sienta segura y tranquila —. ¿Recuerdas que te dije que tenía un plan?

Asiente sin muchas ganas, pero el llanto para y eso es lo que me interesa ahora. La obligo a mirarme y seco con cuidado las lágrimas que caen por sus mejillas rojas. Por Mhia soy capaz de matar si es necesario, y estoy seguro de que ella haría lo mismo por mi.

— Adelantaremos el plan, y se va a ir a la mierda, porque le dije que no se metiera mas contigo, y es hora de demostrarle que no estoy jugando — ella me mira perdida, no entiende de lo que hablo, claro que no.

Nunca le dije como logré que su padre dejara de pegarle, pero es momento de usar eso y otras cosas más en su contra.

No me sorprende que los chicos estén en la puerta viendo todo, con resaca, pero preocupados por lo que pueda suceder.

— Vístanse, es momento de recordarle a ese hijo de puta que nunca se rompe un acuerdo con un Lombardi — estoy furioso, es obvio.

Llevo planeando esto hace meses, odio ver a Mhia en este estado, y mucho más cuando tenia que visitarla en un hospital por culpa de una paliza.

Me pongo solo un pantalón de pijama, me importa poco estar sin camisa, Melissa se encuentra con su ordenador y el resto del equipo que necesita. Tiago se encarga de tranquilizarla mientras nosotros hundimos a Mario Hoffman.

— ¿Sabes que tú madre nos matará por hacer esto sin avisarle? — es obvia la respuesta, pero no me importa.

— Lleva un tiempo queriendo librarse de él, dudo que se enfade más de lo necesario. Además, no tienen moral para reclamarnos por no contarle — asiente satisfecha con mi respuesta, recordarle que nos engaño a todos cuando salió lo de las armas le pone furiosa.

Muero de resaca, pero el dolor de cabeza se esfuma cuando recuerdo que esto es por el bien de ella y que le prometí cuidarla siempre que pudiera.

— Perfecto, podemos mandar primero los audios, como un aviso — propone viendo todos los archivos en los correos, se gira a verme y por un momento, me pierdo en los recuerdos.

Lagunas mentales me llenan, Mhia preguntándome por qué nos besamos, ella entrando en mi habitación para decir que todo estuvo mal, volver a besarnos, alejarnos, y ahora, hundir a un hijo de puta juntos.

— Me gusta esa idea, buscaré el móvil desechable para hacerle una llamada antes — todos quedan en silencio, Mhia sigue temblando por el reciente ataque de ansiedad, Melissa se centra en teclear cosas como bien sabe.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora