Semanas después
Bajamos los tres del avión para que nos lleven hasta donde la abuela. En estos días Mhia ha tenido avances con el tratamiento y pidió vernos. Me parece un poco inseguro que nos vea ahora mismo, pero si la psiquiatra dice que servirá, no soy quien para negarme a ver a mi rubia.
—¿Crees que está bien? — pregunta Adara nerviosa, está mucho más sensible desde el accidente y se cuestiona todo —. ¿Deberíamos decirle?
—Primero veamos como se encuentra y ya luego sabremos — asiente mirando al frente tratando de calmarse.
Sigue siendo odiosa, distante y no se queda callada si algo no le gusta, pero cada día se abre más y muestra a esa verdadera chica que trata de esconder bajo esa coraza de invencible. Me gusta cada faceta de ella, porque es real y no le importa ocultarse, ya no.
Los autos se detienen dentro de la casa y respiro profundo antes de bajar y enfrentarme con la realidad, esa donde mi pequeña rubia está mal y en parte es por mi culpa. Tiago entra primero, angustiado y desesperado por verla, porque al igual que yo, adora a Mhia con su vida.
Adara duda antes de bajarse del auto, se siente culpable por lo sucedido aquel día, y sí fue su culpa, pero el desarrollo del resto de cosas fue más bien mío. De igual manera, buscar culpables no es lo más inteligente ahora.
—Vamos diosa, es Mhia, ¿qué puede pasar?— le pregunto desde fuera y me mira nerviosa.
—Nos va a odiar... porque tú le prometiste algo y yo... yo siento que le debo mucho como para fallarle ahora — vuelve a mirar al frente y suspiro subiéndome de nuevo al auto.
—Mírame — sujetó su cara con cuidado y me mira buscando calma —. Mhia está mal, es verdad, hice una promesa, también es verdad, pero ella en un momento de lucidez me dijo que no importaba — se asombra por mi confesión —, puede que se impacte al momento, pero tiene un corazón tan grande que no pasará de eso.
—¿Cuándo te dijo eso? — pregunta asombrada pero más tranquila.
—Eso ahora no importa, vamos que nos espera — agarro su mano y la ayudo a bajar después de mí y entramos juntos.
En el salón solo están algunos escoltas y un enfermero, le pregunto que en dónde están todos y dice que en la parte trasera, cerca del lago.
El ambiente hogareño, la leña quemándose en la chimenea, el frío húmedo, la madera crujiendo bajo los pies y las ventanas de cristal dando una vista preciosa del bosque y el lago me dejan encantado. Traerla aquí fue la mejor decisión que pude tomar, más aún si le sumamos que se encuentra acompañada de la abuela Jimena, la mujer más especial que he conocido, llena de amor y cariño.
En la parte trasera hay unas mesas decoradas con platillos para merendar y se encuentran sentados mi primo, Mhia y la abuela esperando por nosotros.
La atención de ellos va directa a nosotros, y la mirada verdosa de la rubia se dirige hacia nuestras manos agarradas, pero en vez de parecer molesta, levanta la vista y me mira con ilusión, con esa sonrisa tan preciosa que siempre le ilumina la vida a todos, los ojos se le achinan de tanto sonreír y mostrar sus dientes perfectos.
La miro y no puedo creer que por fin la tengo de vuelta, que por fin veo a la niña que ilumina mi vida y le da ese color que tanto ha perdido. No puedo evitar soltar a Adara cuando Mhia se levanta con los ojos llorosos y corre a abrazarme. La alzo dandole vueltas por el aire mientras la abrazo con mucha fuerza, ella se ríe a carcajadas porque está mareada y siento que mi pecho se llena de nuevo, que mis pulmones respiran mejor, siento que todo tiene sentido otra vez.
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Vida perfecta (III)
Genel KurguLibro 3 de la trilogía"Vidas" Dicen que los cambios son buenos, pero no todos te ayudan, algunos sacan lo peor de ti. Ella nos ayudó y a la vez nos transformó. O quizá no fue su culpa, y mi búsqueda de la perfección siempre estuvo, motivada por ese...