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Las altas temperaturas de Coron no se comparan con nada, en Manila sentimos el vapor salir del suelo, pero aquí, bajando del yate para subir a nuestra casa, es otro nivel.

Compramos bastante ropa, la suficiente para estar estos cuatro días aquí. Un auto todo terreno nos espera en el puerto y un par de motos de montaña donde se suben los escoltas. Dejamos las mochilas que compramos con la ropa dentro del auto y nos subimos al mismo tiempo sin querer, nos vemos, nos reímos y empezamos nuestro camino.

—Según el GPS es un poco más arriba — señala hacia una entrada y entro seguido de los escoltas —, sí es esta.

Nos detenemos en un pequeño aparcamiento que no se compara con la gigantesca casa que se encuentra monumental. Es algo rústica, con techo de madera y barandas igual, piso de piedra y con una altura increíble. Según me dijeron, desde aquí se puede ver tanto el amanecer como el anochecer, y ahora que ha oscurecido, puedo asegurar que también se ven muy bien las estrellas.

Nos recibe un joven filipino que nos guía hasta la casa en sí, porque está dividida.

—Por aquí están las habitaciones principales, en la otra parte, las otras restantes — señala otra parte separada que componen la misma casa —. En medio hay un salón de masajes y la cocina, la piscina se encuentra al final bajando las escaleras.

—Gracias es perfecta — Adara no ha borrado esa sonrisa de felicidad desde que supo que veníamos aquí, y ahora se desvive por la decoración.

—El servicio de masajes que contrató estará listo desde que lo pida — me mira y asiento.

—Gracias, primero nos instalaremos, quizá en una hora — el chico asiente y se va a saber dónde.

—Pueden descansar, no saldremos esta noche y llevan muchas horas de viaje — miro a los escoltas a los cuales les obligue a cambiarse el traje.

Iban a morir de calor ahí dentro, y como no es necesario seguir el protocolo aquí, aceptaron. Se van hasta las habitaciones en la casa de al lado y Adara y yo entramos a la nuestra. Las puertas son grandes cristaleras y toda la decoración es blanca con algunos adornos típicos de aquí, hay un gran salón y por un pasillo se llega hasta dos dormitorios con grandes camas y baños propios, espero que ella decida cuál escoger y entramos a la de la derecha por elección suya.

—Es perfecta — se gira a verme y sonrío complacido al verla tan feliz —, es... es el día más feliz para mi.

—Mereces el universo entero, y si tengo que quemar el mundo para dártelo, así será — me acerco y la agarro de la cintura pegándola a mi fundiéndonos en un beso lento y cariñoso —¿Una ducha antes de los masajes?

Sus ojos brillan y asiente corriendo hasta el baño , la sigo despacio y me rio por su actitud tan infantil pero genuina, esta faceta de ella no la había descubierto aún y estoy fascinado con lo que encuentro.

Es tan real, no le importa fingir, solo expresa lo que siente y en este momento, es feliz. Todo su cuerpo la delata, su sonrisa, el brillo de sus ojos, sus cachetes colorados, sus movimientos rápidos y las pequeñas carreras y saltos que da para llegar a un sitio.

Se quita la ropa deprisa y entra en la ducha abriendo el agua fría, lo sé porque la veo quejarse y templarla con rapidez. Me quito la ropa sin quitarle la mirada de encima y entro también para ducharme. Pasa una esponja con jabón por mis hombros, mi pecho, mis brazos, mi cuello, con mucho cuidado. Hago lo mismo con ella y siento esa conexión que se hace más fuerte cuando tenemos encuentros íntimos, pero más allá de lo sexual, sino sinceros. Lavo su pelo con cuidado porque se que es muy cuidadosa con los masajes para el crecimiento y las hidrataciones que utiliza.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora