Como imaginaba, Adara prefirió el conjunto deportivo sin dudarlo. Subimos al avión hace un par de horas y no he parado de trabajar, quiero acabar con esto lo antes posible para dedicarle el resto de la semana a mi chica.
—¿Algo en lo que pueda ayudarte?— se sienta frente a mí y niego sin verla —¿Seguro? Puedo ser útil...
—Es solo organización para verificar que todo está limpio — la miro unos segundos cruzada de brazos haciendo puchero y me rio —. Llegaremos en nada, ya verás.
—Quiero saber a dónde vamos — se queja como una niña pequeña.
—Ya verás — mi respuesta no parece agradarle porque quita todo de en medio y se sienta a horcajadas encima de mí.
—Quiero atención — vuelve a quejarse pero esta vez tentando con sus dedos mis labios y mi cuello.
—Si mi diosa quiere atención — le agarro del culo y la pego más a mí —, no me puedo negar.
—¿Puedo confesarte algo?— pregunta mordiéndose el labio y mirándome con mucho deseo.
—Por supuesto — se mueve con cuidado sobre mí y se acerca a mi oído para hablar.
—Cuando la maté a golpes, y te vi admirando la escena, sentí el deseo de que subieras a ese ring y me follaras tan duro — habla entre susurros que me erizan la piel y me ponen duro de solo imaginarlo —. Te vi ahí, extasiado de ver la escena, venerándome como tu diosa.
Agarro en un puño su pelo y la separo de mi cuello para verla, sus pupilas dilatadas y esa sonrisa que me encanta, esa que me recuerda que no está bien de la cabeza y lo sabe.
—Créeme, fue la escena más exquisita que he visto en mucho tiempo — se muerde el labio y mi mirada va hasta su boca y luego a sus ojos —. Eres un jodido demonio en el cuerpo de una diosa.
—¿Quién te asegura que las diosas no somos también demoniacas?— me reta con la mirada y se mueve tentándome.
Me acerco a su boca pero me alejo cuando me va a besar, la tiento varias veces y al final ataco su cuello con leves mordidas que la hacen soltar suspiros, dejo besos cortos hasta llegar a su hombro y aparto del todo su pelo para morder su oreja, causando un respingo de su parte y un leve jadeo que cubro con mi otra mano.
—Nadie tiene que saber lo que pasa — le hablo al oído y asiente sin más.
Se levanta de un momento a otro y se quita los pantalones cortos, quedando solo con la sudadera que le cubre hasta los muslos. Se vuelve a sentar sobre mí y no pierdo tiempo para tocarla, sintiendo su humedad empapando las bragas y mi mano.
Alza su culo un poco y con sus manos expertas baja mi pantalón y mi bóxer hasta los muslos, me mira y sin dudarlo ella misma se echa a un lado las bragas y se deja caer lento,haciéndome delirar. Estar dentro de ella es tan maravilloso que podría quedarme así siempre, suspira intentando no jadear cuando mis manos aprietan su culo y la muevo sobre mí.
La lentitud con que nos movemos causa una fricción que la hace jadear y me enloquece verla así, tan segura y dispuesta a todo. La dulzura y delicadeza no es lo nuestro, pero se siente tan bien como me toca con cuidado y me mira con amor. Pero no tarda mucho en volver a su estado normal, ese que me lleva a otras dimensiones cuando balancea su culo de arriba hacia abajo mientras mueve las caderas en círculos.
Reclino hacia atrás el asiento y me dejo caer para darle mayor intensidad y fuerza, como sé que le gusta. Se muerde el labio con fuerza y gira los ojos hasta quedar blancos mientras es ella quien lleva el ritmo. Escucho pasos y lo único que hago es cubrirle con la sudadera mientras ella sigue moviéndose queriendo más.

ESTÁS LEYENDO
Vida perfecta (III)
Ficção GeralLibro 3 de la trilogía"Vidas" Dicen que los cambios son buenos, pero no todos te ayudan, algunos sacan lo peor de ti. Ella nos ayudó y a la vez nos transformó. O quizá no fue su culpa, y mi búsqueda de la perfección siempre estuvo, motivada por ese...