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—¿Pasa algo?— me mira de reojo, centrada en dormir a Asher sobre su pecho.

—Luego lo hablamos —mi voz esta ronca, cansada.

Le quito a Asher de los brazos y lo cargo con cuidado, dejándolo acostado sobre mi pecho. Su pequeño cuerpo reposa sin moverse, medio dormido, con sus manitos agarrando mi camisa con fuerza. Me acuesto sobre el sillón para que esté más cómodo, cierro los ojos y aprovecho que el calor de mi hijo para sentirme mejor conmigo mismo.

Jamás imaginé que un bebé podría causarme tantos sentimientos, tantas ganas de seguir. Amo a Emmy como si fuera mi hija, pero el amor que siento por Asher es triplicado, inexplicable. Entiendo que Adara no quiera dejarlo ni un minuto solo, ambos queremos estar para él en todo momento, aunque duerma.

—Se parece mucho a ti — dice acariciando mi mejilla —, es un poco injusto.

Me rio despacio para no despertarlo, me giro para mirarla y noto como nos observa con amor, con ese brillo en sus ojos que ilumina todo su rostro. Ese mismo brillo que he visto una y otra vez y nunca supe cómo describirlo, ahora se lo que es y siento que vale mucho más.

—Vas a tener que soportar a un mini yo — se ríe por mi respuesta y me da un leve golpe en el brazo —. Lo llevaré a dormir, tenemos que hablar.

Su expresión cambia de alegre a seria, confusa. Me levanto sin mover de su sitio al pequeño y subo las escaleras con él en mi pecho, dormido. Lo dejo en su cuna, con la temperatura ideal y todo lo necesario para saber si llora o se despierta. Se mueve un poco al sentir el cambio de temperatura pero sigue durmiendo, como si nada.

Bajo de nuevo y me encuentro con Adara sentada cruzada de brazos. Supongo que ya debe tener mil cosas en su mente y eso la pone de mal humor.

—¿Me vas a decir lo que te tiene desde hace dias pensativo y callado?— se queja molesta —.¿O vas a esperar unos meses más para quitarme las dudas?

—Te puedo quitar otra cosa — digo acostándome sobre sus piernas, soltando un botón de su camiseta.

—Nico...

—Elena se me está saliendo de las manos — admito por fin, jugando con su camiseta —. No quiero torturarla y hacerle daño, porque rompería todo lo que dije que no le haría — prosigo con calma, tomándome mi tiempo y ella lo entiende —. Le di alas, y ahora esta obsesiva, loca y dispuesta a todo para tener lo que quiere.

—¿Qué es lo que quiere?— pregunta curiosa.

—A mí — su silencio es difícil de descifrar, como toda ella.

—¿Por qué no le das lo que quiere?— pregunta sin más, curiosa, pero no molesta.

—Porque no me gusta. Me entretiene y es divertido saber que mataría a todo el mundo con tal de obtener lo que quiere — explico sin mirarla, centrado en desnudarla poco a poco —, eso significa que la he entrenado bien.

—¿Por qué me lo cuentas?— insiste, pasando sus dedos por mi pelo desordenado y más largo.

—Porque no sé si la decisión que tome será la mejor para todos — detiene sus caricias y me mira frunciendo las cejas, confusa —. Si no la controlo, será imposible después.

—¿Cómo lo harás? Me parece que es tarde para imponerte.

—¿Quién dice que me voy a imponer?— se ríe con sarcasmo, pero no dice nada —. Con ella no necesito obligarla, solita va a obedecer. Pero te necesito.

—¿Nicolás diciendo que necesita a alguien?— el sarcasmo es marcado —. ¿Quieres que te ponga el condón antes de que te la cojas? Con gusto.

—Estaba pensando en cogerte a ti — bromeo para calmar su molestia.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora