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—No es necesario — se queja en todo el camino hacia la clínica donde le harán los análisis —, ya estoy bien.

—No está en discusión — respondo mirando mi móvil. Levanto la mirada y la veo con un puchero —. No va a funcionar, ya estamos llegando.

Pasé toda la noche en vela. Mis ojeras y el dolor de cabeza que tengo lo confirman, pero es que no podía dormir imaginando que algo le pasaría y no me iba a dar cuenta. Ella sigue pálida, pero más firme que ayer, con leves ojeras surcando bajo sus ojos, tampoco durmió bien, se quejaba en todo momento.

Ernesto se detiene en la entrada trasera de la clínica y bajamos después del despliegue de seguridad. La ayudo a bajar y no suelto su mano en ningún momento, doy leves apretones para recordarle que estoy aquí y la escucho suspirar.

—Sabes qué...

—¿Qué?— pregunto curioso por su silencio repentino.

—Sabes qué... puede ser algo tonto y ya, ¿no?— se le corta la voz en un momento, nerviosa, pero se recompone y finge una sonrisa de boca cerrada.

En recepción nos reciben y tras decir su nombre, nos indica a dónde seguir. Llegamos a una parte donde parecen ser solo laboratorios. Toco en la puerta que me dijeron y nos abre al instante la doctora de ayer, con una sonrisa de boca cerrada y nos invita a pasar señalando el interior con su mano.

—Te ves mejor, eso es bueno — comenta acercándose a un escritorio en su consultorio —. Vendrán a realizarte algunos análisis de sangre, y mientras están los resultado, te haré un chequeo completo. Ayer no pude, estabas inconsciente.

—¿Es necesario?— pregunta dudosa —. Yo me siento bien...

—Es necesario, sí. Obligatorio podría decir — responde directa, desde su silla mirándola con seriedad —. Solo serán unos minutos, pero debes estar cómoda para proceder.

Me mira unos segundos y vuelve a mirar a la doctora, así varias veces. La acerco a mí y le doy un beso en la frente que mantengo el mayor tiempo posible, acaricio su pelo y espero un poco a que se calme.

—Es por tu salud. No podremos viajar si sigues mal, y aún tenemos un apartamento que arreglar — me mira y sonríe al escuchar sobre nuestra mudanza.

Asiente mordiéndose el labio y se da la vuelta para enfrentarse a la doctora que se ha levantado para guiarla. Tocan una puerta alterna y luego entra una chica bajita vestida de enfermera junto a un carrito con algunas bandejas con botes esos para la sangre.

Se sienta y proceden a sacarle sangre, la coloca en cuatro botes diferentes con cosas escritas en colores variados y sale de nuevo dejándonos solos.

—Pasemos a la camilla para revisarte — sigue a la doctora y yo lo intento también, pero me prohíbe el paso —. Puede esperar aquí sentado.

¿Qué? No.

Vuelvo a intentarlo, pero la mirada tranquila de Adara me obliga a sentarme a esperar. Algo complicado teniendo en cuenta que me desespera no saber lo que le sucede y que no he dormido ni comido nada, así que en mi sistema solo hay alcohol de ayer y el café de hoy.

Mientras espero confirmo la cita de esta tarde con el dueño de la marca del desfile de ayer y le envío los datos a Tiago, debe acompañarme. Aprovecho para asegurarme de que todo por los clubes este en orden y que las próximas fiestas se encuentren en programación. También reviso algunas cosas pendiente de clase y los temarios que entran en los exámenes finales, a los únicos que me presentaré ya que con tantas faltas, es difícil sacar el curso así.

Pasan los minutos y comienzo a desesperarme. No tengo nada más que hacer que esperar. Y esperar es tortuoso cuando la que está siendo examinada es tu mayor adicción y complemento.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora