Un precioso y gigante yate nos recoge en el muelle del hotel, para rodear las costas y llegar por mar a la siguiente isla griega.
El paisaje es alucinante, aguas cristalinas, corales y animales nadando sin importar que pasemos por su lado.
— Queda al menos una hora de viaje, pueden disfrutar de la piscina o ir al mar, pero con mucho cuidado — mi madre suele ser muy animada para los viajes familiares, por eso nos motiva a divertirnos — Las motos están amarradas abajo, pueden sacarlas.
Y eso señores, es música para mis oídos. Quiero estar más de cerca con los delfines y ballenas, pero no dentro del agua, me da miedo.
— ¿Vamos? — Tiago pregunta sabiendo la respuesta, sonriendo igual que yo por la emoción.
Corremos escaleras abajo, en busca de las dichosas motos de agua, si no me equivoco son tres. El yate se detuvo, así que es nuestro momento para bajarlas y salir al mar abierto a disfrutar de la naturaleza.
Me da igual el resto, voy solo y dispuesto a sentir el agua chocar contra mi cara. Nos sentamos sobre ellas, colocándonos el chaleco y las gafas para evitar gotas dentro de los ojos. Las movemos de sitio para poder sacarlas y Tiago abre la compuerta que deja expuesto el mar, con mucho cuidado las bajamos por la pequeña rampa y cierra de nuevo la compuerta antes de subirse para conducir.
Sin prisa rodeamos el yate, observando lo gigante que es desde abajo, majestuoso, aunque no tanto como el del cumpleaños número 18 de Camila.
— Son idiotas, yo también quiero — grita Mhia desde la parte más baja, fingiendo estar molesta.
— Salta y te subes, aún estás a tiempo — grita Tiago eufórico, adora tanto o más que yo la adrenalina de ir a toda velocidad por el agua.
Mhia se pierde dentro del yate por unos minutos y luego aparece con un chaleco en la mano y salta, sin pensarlo dos veces, se tira de más de diez metros hacia el agua. El chaleco amarrado a su mano no le permite permanecer más tiempo debajo del agua, así que sale tan rápido como puede y se sube junto a mi.
— Asegura el chaleco — le pido apenas se sienta, no quiero accidentes.
— Esperen que falto yo — grita Melissa segundos antes de lanzarse al agua, de la misma forma que Mhia.
Se sube con Tiago y este no se preocupa si quiera por si están seguros, y conduce tan rápido como puede. No me sorprende.
— Listo, estoy bien — apoya su cabeza en mi espalda y se sujeta con fuerza a mi cintura.
No tardo mucho más en imitar a Tiago, doblando la velocidad para alcanzarle y sin importar los gritos y quejas de Mhia, continúo.
El viento choca junto al agua y moja casi toda mi cara, por eso las gafas son tan importantes. Saltamos entre olas y me emociona mucho ver una ballena a mi lado, gigante, nadando por encima para luego hundirse. Impresionante.
Bajo la velocidad porque Mhia quiere sacarles algunas fotos, aunque dudo que se aprecie lo maravilloso que es vivirlo.
El yate pasa un poco más lejos, a una velocidad más o menos moderada, y todos observan el mar, al parecer felices.
— Vamos, que nos dejan atrás — noto como se alejan un poco más que antes y no encuentro a Tiago, así que acelero mucho más.
Cualquier persona con fobia al mar, estaría aterrado, de hecho, no estaría aquí. Pero nosotros lo amamos, y somos felices y aprendemos de esto, es tan precioso.
Unos metros más allá, el yate se detiene de nuevo, así que supongo que nuestro paseo a terminado. Reducimos la velocidad y nos acercamos lo máximo posible para subirnos de nuevo.
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Vida perfecta (III)
General FictionLibro 3 de la trilogía"Vidas" Dicen que los cambios son buenos, pero no todos te ayudan, algunos sacan lo peor de ti. Ella nos ayudó y a la vez nos transformó. O quizá no fue su culpa, y mi búsqueda de la perfección siempre estuvo, motivada por ese...