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Salgo de la ducha sin prisa, aún quedan unas horas para encontrarme con Lizzy y me gusta darme mi tiempo para todo, necesito que me perdone, pero no lo hará porque cree que todo es mi culpa.

Alguien toca mi puerta y doy la aprobación aprovechando que estoy medio vestido.

—Enano, ¿vienes con los niños a tomar algo? — pregunta mi hermana desde la puerta, ha cambiado tanto —. Creo que lo necesitamos, nosotros tres, juntos.

Lo pienso un momento y es verdad. Pocas veces pasamos tiempo juntos, los tres. Aunque lleve a mis sobrinos, seguimos siendo nosotros, juntos.

—Dame diez minutos para terminar de vestirme y salimos, ¿te parece? — ella acepta con una sonrisa gigante, supongo que esperaba una negativa por mi parte.

Toda la vida estaré agradecido con Camila, por todo. Porque aunque la llamé egoísta, egocéntrica y muchas cosas más entre mi rabia y dolor, ella lo único que hizo fue esforzarse al máximo por sacarnos adelante, buscando soluciones y una forma de salir de ese orfanato de mierda.

Ha cambiado, todos de hecho. Pero su cambio es tan grande y tan bueno que es casi imposible reconocerla. Sigue siendo mejor amiga de Adonai, entregando donaciones a los orfanatos, feliz con sus hijos y el idiota no tan idiota de su novio, y sobretodo centrada en su futuro y su carrera, tal como siempre quiso.

Termino de ajustar mis tenis para bajar, se que no le agrada mucho la idea de esperar, la conozco.

Emmy, Neus y Aidan están sentados junto a Camila en el salón principal, jugando entre ellos intentando no molestar a mi hermana que habla por llamada muy concentrada.

—Claro que me interesa la oferta, pero no puedo ir personalmente hasta mañana — escucha algo al otro lado de la línea y se queda pensativa —. Mañana a primera hora estaré ahí, sin falta.

Cuelga la llamada y me mira con la sonrisa de hace un rato.

—¿Nos vamos? — pregunto emocionado, más de lo que esperaba.

Los niños no tardan en levantarse, casi que corren para salir, cosa que hizo sonreír a Camila.

Es extraña la organización cuando salimos juntos, pero al ser sólo los niños nos arreglamos mejor. Camila conduce, y los niños y yo le acompañamos. El resto de escoltas se quedan en otros autos de acompañantes.

— ¿A dónde vamos Cam? — pregunto interesado, las rutas por las que vamos casi no las recuerdo y me extraña —. A las cinco tengo que estar en otro sitio.

— Ya casi llegamos, es un sitio bonito — responde centrada en conducir. Por un momento se gira para verme —. Deberías dejar en paz a Lizzy, sabes lo que paso la última vez que la metiste en tus cosas.

Regresa su vista a la carretera y me deja pensativo. ¿Cómo sabe que me veré con ella?

— Quiero ayudarla, además, ¿cómo lo sabes? — la duda llega al instante, no estaba en casa ayer.

— Solo te vistes así cuando la vas a ver a ella, incluyendo que estabas listo tres horas antes, y que la vi salir de casa ayer — sus respuestas parecen obvias, pero no estoy de acuerdo.

— Visto igual que siempre — contradigo su argumento porque no tiene sentido —. Y no estaba listo. Solo recién duchado.

—Claro Nico, lo que tú digas — prefiere darme la razón porque sabe que soy capaz de iniciar una discusión —. Llegamos, ayúdame a bajar a los gemelos.

Aparca delante de una heladería gigante, desde fuera se ve un parque y las mesas decoradas con temática de los 90's.

Ella abre la puerta y deja que Emmy se baje primero, los escoltas custodian la salida mientras bajamos a los gemelos de sus sillas.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora