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—Solo a ti se te ocurre viajar a -10 grados a una montaña — me quejo subiendo las maletas con ayuda de los escoltas en el maletero —. Vamos a morir congelados.

—Estaremos en un sitio adecuado para esas temperaturas y con la ropa abrigada, deja de quejarte — mi hermana rodea el auto y se asegura de que sus hijos estén dentro —. Sam nos espera, es mejor irnos ya.

—Buscaré a Mhia y a Adara — entro de nuevo en casa y justo aparecen de frente a mi —¿Todo listo? Es hora de irnos.

—¿Tiago no viene?— pregunta curiosa, saliendo de casa.

—Va en camino con mi tío — abro la puerta del auto y ambas suben primero —. Emmy, el cinturón.

—Listo — señala el cinturón con una sonrisa y vuelve a centrarse en su dibujo digital.

—¿Todos dentro?— se sube mi madre al volante y a su lado Mel, se gira para vernos y sonríe emocionada —. Extrañaba esto.

Jessie es tan contradictoria, en todo. Parece modelo de revista, perfecta a simple vista, con un amor por su familia gigante y un instinto protector que ayudó a desarrollar el mío. Pero a la vez es imponente, peligrosa y desapegada con la gente en general. Es extraño, porque fuera de nuestra burbuja, el mundo es solo un negocio que ella maneja y controla.

Vamos a una casa en las montañas, son varias horas de viaje pero ellas insistieron de que el paisaje era precioso y por eso era mejor ir en auto y no en avión. Todos excepto Sam, ella fue inteligente y llegó por la mañana porque decidió ir volando y no por tierra.

El camino se me hace corto escuchando los juegos que Mhia se inventa para distraer a Emmy, pero a la vez es eterno, desde el momento en que salimos de la ciudad y entramos en las montañas, todo es nieve, curvas y subidas, parece que no llegaremos nunca.

—Veo algo de color blanco, y no es la nieve — dice Adara en el juego.

Emmy mira hacia todos lados y no encuentra la cosa blanca, parece desesperarse hasta que agacha la mirada y observa su vestido blanco.

—¡Mi vestido!— exclama emocionada de por fin encontrarlo y se ríe —. Casi pierdo.

—Ya casi llegamos, es mejor que se abriguen para salir — nos informa mi madre sin girarse pero viéndonos a través del espejo retrovisor.

Me quito el cinturón para sacar de las mochilas las chaquetas para todos. Le entrego a cada una sus cosas y comienzan a ponérselas a la vez.

Entre montañas, árboles y mucha nieve, entramos a un castillo, literal, oculto del mundo pero donde se observa todo. Las puertas gigantes de la entrada se abren con nuestra llegada y los cinco autos que vamos, entramos.

—Diría que me sorprende, pero la verdad es que no — comento bajándome del auto y observando la gigantesca construcción —Como no haya calefacción me regreso ahora mismo. No pienso morir congelado.

—Relájate, acabamos de llegar y ya te quieres ir — me pelea por mi actitud mientras ayuda a mi hermana a bajar del auto —. Mejor ponte el gorro también, no quiero que enfermes.

Emmy lleva una chaqueta que le llega casi a los tobillos y ahora un gorro que protege su cabeza del frío tan horrible que hace.

—Se van a congelar aquí fuera, vamos dentro — grita Cami desde la puerta —. El garaje está abierto, luego buscamos las maletas.

Le hago caso a mi hermana porque siento que me voy a quedar sin manos, al respirar sale humo blanco y tengo los labios a nada de romperse. La rubia se ve casi que igual y la pelirroja no tanto, pero es obvio que todos tenemos frío.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora