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Aprovecho la mañana sin clases para pasarme con mi primo por el club principal, la conversación con Alex ayer me dejo un poco, intrigado. Cuando se lo dije a Tiago, quedó igual o peor que yo.

—Lo más extraño de todo es que hayan contratado a un nuevo contador, no coincide con el estilo de ellos — intenta descifrar lo que sucede, pero no puede —. Algo más está pasando.

—Eso pensé yo, más allá de que sea un nuevo contador, es que tuvo una discusión con Jess y luego, ella nos dice a nosotros que regresemos — me mantengo serio observando las calles mientras nos acercamos al club —. Tenemos dos semanas para limpiar las cuentas en cincuenta clubes, es estresante.

—¿Crees que en todos esté la misma cantidad de dinero inflado?— me mira preocupado, el asunto es más serio de lo que creíamos.

Todos sabemos que Jessie Lombardi es una persona que tiene en exceso cuidado con sus empleados, más aún cuando se trata de los negocios, además su orgullo la delata y el hecho de que lo perdiera para pedirnos que regresemos indica que algo grande pasa.

Ella y mi tío no tienen tiempo, no les da para mantener limpio todo, clubes, hoteles, la exportadora, más encargarse del verdadero negocio, la droga.  Los clubes son negocio fácil, lo único es que son muchos y una sola persona con más responsabilidades no puede llevarlos con calma.

Tiago y yo casi no trabajábamos porque estaba todo al día, con un proceso fácil y eficiente para disfrazar el dinero de ganancias con otras cosas, como las entradas que regalábamos hasta ciertas horas que cubrían un monto bajo pero suficiente para ingresar nuestro dinero como si las hubieran comprado. Algo sencillo, que a simple vista no tiene sentido, pero que mantuvo en perfecto orden las cuentas.

Ernesto se detiene en la parte trasera del club y baja junto al escolta de mi primo para asegurar el sitio, bajamos nosotros del auto y entramos directo a las oficinas. Solo se encuentran Alex y el nuevo contador haciendo inventario supongo, o arreglando cuentas.

—¡Hey! — se acerca Alex bastante animado y nos saluda a ambos —, tiempo sin verlos, ¿qué tal todo?

—Muy bien, ¿tú qué tal? — pregunta mi primo por cortesía.

—Todo genial. Alberto, estos son los dueños de todo — se acerca al señor que no tiene pinta de ser muy amistoso —, Nicolás Lombardi y Tiago Blanco.

Su saludo es un simple asentimiento de cabeza, mal comienzo.

—Bien, necesitamos todos los libros de cuentas de estos dos meses, entradas salidas, ganancias y pérdidas, aforo de persona, venta de bebidas — me siento en el escritorio grande y el contador me mira sin entender nada —. Alex por favor, será un día largo, nos pides dos cafés fríos.

—Ahora los mando a pedir, primero deja que te traiga los libros de cuentas — empieza a buscar en los archivadores y deja sobre el escritorio tres libros más o menos grandes —. Entradas y salidas. Lo otro está en los archivos del ordenador, sabes que todo queda ahí.

—Desde ya informa que este fin de semana no se abre el club— Tiago se sienta al otro lado del escritorio y Alex asiente sin más mientras que Alberto nos mira con los ojos bien abiertos sin entender.

—Disculpen la pregunta, pero qué se supone que harán— pregunta con una voz tan falsa que me provoca arcadas.

—Lo que deberías haber hecho tú desde que te contrataron pero no supiste y la cagaste — respondo sin mirarlo porque no me cae bien.

Abro por el final cada libro y me fijo en los cierres de semana y de mes, los cuales son un desastre. Es imposible que un club reciba tanto dinero en una semana que pueda ser declarado como limpio.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora