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Es más fácil vivir en la fantasía y la idealización que afrontar la realidad .

—Nunca pensé que el blanco me quedaría tan bien — comenta mi Diosa viéndose en el espejo junto a Mhia.

—Resalta tu bronceado — halaga la rubia sonriente —. Me encanta este color... es tan relajante.

Espero sentado mientras ellas terminan de prepararse. Mi vestuario es más simple, así que no me compliqué mucho y mi primo prefirió quedarse en su casa y luego alcanzarnos en la fiesta.

Adara peina su coleta alta ondulada y Mhia retoca su labial. Son preciosas, es evidente a kilómetros.

—¿Vamos?— pregunto con calma, no me importa esperar y llegar más tarde.

—Sí, vamos — ambas recogen sus bolsos del vestidor y se dan un último repaso en el espejo.

Decidieron llevar vestidos de Dior porque según ellas el estilo de Balenciaga no les quedaría bien, a mí parecer, cualquier cosa les quedaría perfecto. Salimos del vestidor de la habitación de Mhia y bajamos para irnos. Ayudo a las chicas a subirse ya que el vuelo de sus vestidos es un poco incómodo, pero logran sentarse en el auto sin mayor problema.

La fiesta como tal ha empezado hace tres horas, según me informaron las entradas se vendieron el mismo día y tuvimos que abrir otra venta para que más gente pudiera asistir. En total, según contabilizamos, van unas dos mil personas, quizá más, no recuerdo bien. Realizar este tipo de fiestas es costoso, pero las ganancias valen la pena por completo.

—Las chicas dicen que llegarán en media hora — dice Mhia revisando su móvil.

—Igual que nosotros — responde la pelirroja sin mayor emoción.

Se mantiene seria para lucir mejor su maquillaje, y el peinado, va vestida de blanco, pero su maquillaje es en tonos rojos y el labial obvio resalta junto con sus ojos. Que lleve el pelo recogido es una fantasía para mí, le deja al descubierto su cuello decorado por el collar de diamantes que le compre en Dubái. Su postura recta y ese aire de superioridad que tiene me recuerda a cuando la conocí, con esa indiferencia y hostilidad de chica rebelde que no le importa nada.

Recorremos la ciudad hasta llegar a nuestro destino. Desde varios kilómetros atrás se escucha la música y el ambiente de fiesta, lo bueno  es que tiene varias hectáreas al rededor sin vecinos porque es todo perteneciente a la mansión. Entramos y el aparcamiento está repleto, todo tipo de autos rodeando el lugar. Ernesto se detiene en la entrada y esperamos a que el equipo de seguridad nos deje salir.

La primera en bajar es Mhia, luciendo un hermoso vestido turquesa con una falda de vuelo que la hace ver como una bailarina, junto a unos tacones bajos blancos. Siempre parece un ángel, y no pasa desapercibida al posarse en la puerta esperándonos. Sigue Adara, dejando por el camino su aura imponente ante todos los que las miran embobados. Sin prisa bajo también y me detengo en medio de las dos, sin dudarlo les ofrezco a ambas mis brazos y se agarran con delicadeza.

Entramos directamente y nos dejamos guiar por los escoltas hasta la parte alta donde se encuentra la zona reservada para nosotros. La música retumba por las paredes, el humo falso cubre el suelo y la decoración colorida y llamativa se complementa con los vestuarios de la gente y la energía que fluye. Es entrar aquí y sentir la necesidad de moverte, de bailar y bailar hasta no poder más, y eso es lo que hacen casi todos.

Subimos juntos hasta los sillones que nos esperan en uno de los balcones, encima de las mesas de mezcla en dónde se ve todo el lugar a la perfección.

—Las chicas dicen que han llegado, pero no quieren hacer fila — comenta Mhia acercándose a mi oído para que la escuche.

—Pregúntale a Tiago si ya llegó, que entren con él — le respondo y asiente sentándose en uno de los sillones.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora