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Regresamos del paseo agotados, tuvimos que caminar durante una hora para llegar, pero valió la pena. El río junto a la cascada por detrás de la cueva es de una belleza indescriptible, todo estaba tan iluminado que parecía una ilusión, incluso siento que calmó los ánimos de todos.

Estuvimos todo el día, disfrutando del agua fría bajo el sol ardiente, escuchando historias y leyendas de las islas y aprendiendo sobre cosas que en otro momento me hubieran parecido inservibles. Incluso gracias a Margarita y Rosa me siento un poco más religioso, o bueno, he recuperado la fe.

—¿Está todo bien? — pregunta Adara besando mi hombro y apoyando su mandíbula en el —, te ves cansado.

—Mhia no pasó buena noche ayer, y la caminata de hoy... — cortó la explicación porque sé que no me cree, sus caricias en mis brazos me lo dicen —. Quiero que todo esto pare de una vez.

—¿Quieres saber algo gracioso del día que te vi en la cafetería? — cambia el tema sin importarle y con mucha naturalidad —. Estaba súper nerviosa — me giro rápido para verla porque no me lo creo, se ríe y se le achinan los ojos —, no me mires así, lo digo enserio.

—No te creo — le digo asombrado. Se vuelve a reír y detiene las caricias para sentarse sobre mis piernas.

—Estaba nerviosa porque te había visto en fotos y todo eso por el Instagram de Mhia —me mira más seria que antes y parece un poco nerviosa quizá —, pero verte ese día, en una cafetería cualquiera, vestido de traje y con un aire de recién follado — se vuelve a reír por su propio comentario y la acompaño a la vez que la sujeto con fuerza —, me sentí pequeña. Luego te acercaste para marcar territorio, con esa sonrisa hipócrita pero encantadora...

—Espera... la diosa Adara se me está declarando ahora mismo— pregunto fingiendo demencia y se ríe por mi exageración —, eso sí que es un cumplido...

—Déjame terminar — se queja golpeándome en el pecho, haciendo puchero —. En fin, que me puse nerviosa porque creí que le partirías la cara a cualquiera de los presentes. Fue obvio que te acercaste por Mhia, como la agarraste después, lo unidos que salieron..

—No entiendo, ¿por qué estar nerviosa?— pregunto confundido, no entiendo a dónde quiere llegar.

—Porque me sentí pequeña Nico — mueve las manos intentando explicarme pero se queda en silencio —. Quizá no fue nerviosa, sino más bien intimidada.

—Espera espera espera — le sujeto las manos y la miro con los ojos muy abiertos, exagerando todo —, ¿tú? ¿Intimidada? ¿Por mi?

—Intimidada por ustedes — aclara mis preguntas retóricas y la miro serio, porque sé que habla con sinceridad —, por la fuerza de su amistad, por sus vibras, las sensaciones que dan cuando están juntos, no sé explicarte — se desespera un poco y le acaricio las manos que aún sujeto para que no se sienta agobiada —¿Ves? Algo muy gracioso.

—En realidad no me acerque a la mesa por ella o para marcar territorio — giro los ojos al decir eso último y se ríe bajito —, me acerque por ti.

Nos miramos unos segundos en silencio y siento como todo nos envuelve, solo somos ella y yo, dentro de una habitación en medio de la nada, con una lámpara iluminando lo mínimo y sin nadie que nos interrumpa. Y a decir verdad, no sé expresar lo que siento al verla fijamente, con esta cercanía más allá de la física. Nos entendemos con solo vernos, tocarnos o movernos, es como una conexión que aparece si estamos en el mismo lugar. O quizá soy yo que me imagino cosas donde no las hay.

—Quiero que ella mejore — vuelve a hablar pegando su frente con la mía —, quiero que salgas impune del caso — suspira como si estuviera pidiendo deseos, con los ojos cerrados y aferrada a mí —, quiero que estes bien siempre, y que te libres de todo mal.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora