Arreglo la corbata de mi uniforme por décima vez y suspiro frustrado. Han pasado años y aún no sé cómo coño ponerla bien. Veo la hora y me resigno a dejarla así, debo desayunar.
Agarro mi mochila y bajo al comedor para buscar algo de comer. Mi madre ayuda a Emmy con su comida y sonrío al ver la escena tan tierna.
—¿Cuándo aprenderás a ponerte la corbata? — pregunta mi madre al verme entrar, se ríe de mí y no respondo —. Siéntate y come algo.
—¿Me ayudas?— le pregunto avergonzado, es un poco triste que aún no sepa ponerme una simple corbata —. Por favor.
—Ven aquí — hace una seña con sus manos y me acero a ella para que me ponga la corbata.
—¿Aún me da tiempo de comer? — entra Mhia corriendo, supongo que se quedó dormida.
—Claro que sí, come tranquila — responde Jess con una sonrisa y termina de ajustarme la corbata —. Te pagaré un curso si es necesario, no puedes seguir así.
—No aprendo porque no me gusta usarla y lo tomo de excusa — admito siendo sincero y se ríe por mi descaro.
La observo con detalle y noto algo diferente. Últimamente sonríe mucho más, esta más llena de vida y más risueña. Tiene un brillo que no sé explicar, de esos que transmiten cosas buenas.
—¿Por qué me miras así? — pregunta frunciendo el ceño, me siento y agarro una tostada para comer.
—Estás más feliz estos días — respondo sin importancia y su cara de asombro me lo confirma —. Sonríes más y estás más amable con todos, no solo con nosotros.
—¿Y eso no te gusta? — pregunta curiosa, sé que espera atenta por mi respuesta porque su mirada quema mientras como.
—No he dicho eso — me defiendo sin mirarla, no quiero que me lea la mente —, solo que... no sé, me sorprende.
Termino de comerme mis tostadas con mantequilla, le doy el último sorbo al café y sin esperar una respuesta de su parte, me levanto dispuesto a irme. Emmy entiende mi acción y me imita, se baja de su silla de un salto para darle la vuelta a la mesa.
—¿A dónde van? — pregunta al fin cuando nos ve yéndonos. Ambos la miramos sin responder —. Yo los llevo.
Sigo sin hablarle a Mhia. No porque esté molesto, sino más bien porque necesito aclarar lo que me pasa. No es normal que una persona tenga tanta influencia en otra o que me afecten cosas sin sentido. Ella nos sigue a Emmy y a mí pero ninguno dice nada. Mi pequeña hermana da pequeños saltos alegre de volver a clases.
—Nico, ¿cuando regresemos de clase podemos ir al parque del otro día? — me pregunta cuando le abro la puerta de la camioneta y se sube antes de insistir —. Por favor.
—Me lo pensaré — respondo pensativo con la mano en mi barbilla, ella se ríe por mi exageración —. Está bien, te llevaré.
—¿Vienes también Mhia? — le pregunta feliz a la rubia que se sube a su lado.
—No lo sé, primero tengo que saber si tengo tareas o no — busca una excusa y no me molesto en desmentirla o mirarla.
Termino de ponerle el cinturón a Emmy y cierro su puerta. Rodeo el auto y me subo en el asiento del copiloto.
—Vamos a llegar tarde — le grito a mi madre que viene caminando con toda la calma del mundo.
Se sube rápido y arranca saliendo de la mansión para ir hasta nuestro instituto, que desde hace varios meses, le pertenece a ella.
Esa fue la única razón por que decidí terminar bachiller. Porque al ser comprada con Jessie tiene un nuevo modelo académico. Ahora todas las clases son optativas, dependiendo de los gustos y necesidades de cada estudiante. Variando entre los que quieren estudiar economía y derecho, los que estudiarán diseño, arquitectura y artes. Todo un revuelo a simple vista pero está mejor organizado que cualquier instituto que conozca.
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Vida perfecta (III)
General FictionLibro 3 de la trilogía"Vidas" Dicen que los cambios son buenos, pero no todos te ayudan, algunos sacan lo peor de ti. Ella nos ayudó y a la vez nos transformó. O quizá no fue su culpa, y mi búsqueda de la perfección siempre estuvo, motivada por ese...