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Aterrizamos en Dubai para realizar la escala antes de irnos, pero esta vez solo nos quedaremos media tarde, y partiremos por la noche.

—Mira este — le enseño otro collar y niega seria, sigo con otro que a mi parecer es precioso, lo mira con ilusión, pero niega también —¿Vas a seguir molesta toda la vida?

—Te dije que no te metieras, e hiciste lo que te dio la gana — responde tajante, sin mirarme —. Ahora no intentes comprarme.

—Quiero darte un detalle, pero si tú lo ves como que quiero comprar tu perdón — dejo el collar en su sitio, me doy la vuelta para salir de la joyería —. No te obligaré a recibir algo que por supuesto no quieres. Nos vemos en el hotel.

Salgo de la tienda dejándola sola, pero no tarda en llegar a mi lado, aún con la mala cara, pero me acompaña. Sabía que se iba a molestar porque le di su merecido al imbecil aquel, pero ya se le pasará.

Paseamos por el centro comercial en silencio, ella está molesta y yo no la voy a presionar. Además, aún tengo un poco de resaca.

—¿Por qué lo hiciste?—cuestiona de la nada, con un tono de culpabilidad que la delata.

—Ya te lo dije, tus deseos son órdenes — miro al frente en busca de una tienda en específico —. Para bien o para mal, cumpliré todo lo que desees.

—No puedes ir por la vida torturando, matando o mutilando gente solo porque yo lo dije en voz alta — me mira con frustración, se siente culpable.

—De poder, claro que puedo — mi respuesta no parece agradarle, así que la arreglo —, la cuestión es que quiera. Y ese tipo, casi te golpea enfrente de mí, ignoró tu decisión y se atrevió a ignorar mi advertencia.

—No eres el dueño del mundo Nicolás— alza la voz ahogada.

Intenta caminar más rápido para ignorarme, pero agarro su mano halándola hacia mi, se mueve queriendo irse, pero no sé lo permito, la agarro del pelo con delicadeza y presiono mi otra mano en su cintura evitando que se mueva.

—Eres mía Adara. Solo yo puedo tocarte, solo yo puedo mirarte, solo conmigo vas a estar — me mira furiosa y vuelve a intentar soltarse, pero en el fondo no quiere, porque de ser así, pudiera —. Todo el que se atreva a tocarte, acercarse o amenazarte, va a terminar bajo tierra siendo comido por los gusanos.

—Das miedo cuando hablas así — su tono es ahogado, bajo, hace una mueca con la boca de rechazo.

—No diosa, sabes que no te doy miedo — acerco mi cara a su boca y esquiva mi beso —, si te diera miedo de verdad, ya me hubieras dado un golpe para noquearme, no estuvieras conmigo o me hubieras mandado a la mierda desde el día uno — digo cada palabra en voz baja, desafiante, mezclando nuestras respiraciones.

—No actúes como si fueras mi dueño Nicolás. No te equivoques, porque no dudare para mandarte a la mierda en cuanto me canse de estas situaciones — me amenaza con un tono frío y serio, enfatizando en las palabras adecuadas —. Así como te amo y quiero estar a tu lado, también puedo ignorar todo y largarme al fin del mundo donde no me encuentres y olvides mi existencia.

—¿Me amenazas Diosa?— pregunto con una sonrisa de medio lado. Que me rete es emociónate.

—Te advierto Nicolás. Si digo no, es no. Y espero que no se repita...

—¿Y si no que?— me separo para mirarla alzando las cejas divertido.

—Entenderé que en realidad todo lo que confesaste sentir por mi, es falso — me tenso por la crudeza de sus palabras que dieron en el punto justo—, porque si de verdad me amaras como dices, respetarías mis decisiones.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora