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Me dejo caer sobre mi cama agotado. Adara duerme profundamente a mi lado casi sin moverse. En todo el vuelo ninguno durmió, pero el cansancio tanto mental y físico es gigante. Aunque lo intentó, estuvo llorando por varias horas, así que cuando llegamos se fue directo a la cama.

Me giro para observarla, pensando en todo. Sin cerrar los ojos pasan por mi mente cada uno de los hechos de hoy, pero se repite una imagen que me causa mucha frustración, Adara llorando en el auto, asustada, todo por mi culpa.

Inhalo hondo y cierro los ojos intentando borrar eso de mi mente, pero consigo todo lo contrario, frustrarme más.

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Bajamos a desayunar bastante tarde, no quise despertarla, así que me quede a su lado asegurándome de que estuviera más tranquila.

No hay nadie más y eso me extraña, al menos Mhia debería estar rondando la casa. Se supone que nosotros deberíamos estar en clase, pero era obvio que hoy no saldríamos. Marie nos recibe en la cocina con mucha amabilidad, termina de organizar algo en la nevera y se gira para centrarse en nosotros.

—¿Qué desean para desayunar?— alterna la mirada cálida y espera paciente.

—Puedes seguir, ya nos sirvo algo de comer — le sonrío y ella asiente volviendo a lo de antes.

—Yo quiero cereales — su voz sale ronca, bajita y pausada, pero al menos me sonríe.

Saco un bol de los armarios, luego los cereales de la despensa y la leche de la nevera, lo dejo todo enfrente de ella. Voy en busca de tostadas, aguacates y cubiertos para mí, y me siento a su lado para comer.

—¿Sabes en dónde está Mhia?— le pregunto a Marie que sigue girada ordenando cosas en los armarios.

—Salió con unas amigas le escuche decir — me mira sin girarse del todo —. Su madre y la señorita Melissa salieron temprano juntas, pero no sé a dónde fueron.

—Supongo que estará con Erin y Arlin — comenta Adara sin levantar la vista de su plato.

Terminamos de comer en silencio, la tensión es palpable, se siente desde lejos, incluso creo que Marie se ha dado cuenta de que algo sucede porque se ha girado un par de veces a mirarnos curiosa.

—Es tarde, me iré a mi casa — se levanta llevando los platos hasta el fregadero.

—Te llevo — me levanto siguiéndola pero se niega —. No pasa nada por llevarte a tu casa.

—La verdad Nico, ahora mismo quiero permanecer a kilómetros de distancia. Mucho menos quiero subirme de nuevo contigo al volante, no por ahora — se ve seria, habla despacio, sin alterarse o gritar, pero con cansancio y autoridad a la vez —. Al menos una vez en tu vida, respeta las decisiones de los demás.

Me quedo sin palabras, estático viendo como sube las escaleras. Reacciono tarde y la sigo, al menos quiero darle lo que le compré.

—Quería darte esto — entro al armario y salgo con dos bolsas de regalo —. Entiendo que estes molesta, que no quieras verme ni aceptar nada de mí. Pero lo compré pensando en ti y en lo mucho que te gustaría... — las recibe sin mirarme, golpe duro.

Me siento inútil, frustrado, cansado. ¿Qué puedo hacer? Nada, darle espacio, supongo.

—Han sido muchas emociones para tan poco tiempo — habla desde la puerta, cargando sus bolsas de compras y lo que le acabo de dar —, necesito asimilarlo, todo.

—Prométeme que te cuidarás — la miro desde mi cama, asiente pero sigo sin estar seguro —. No salgas sola... y si pasa algo...

—Estaré bien, llevo años a salvo, ahora no será lo contrario — sale de mi habitación dejándome con miles de dudas.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora