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— Hasta que por fin apareces — comento sin moverme de mi sitio en el sillón del cuarto de juegos.

Tiago se queda en la puerta, no habla ni se mueve, solo observa.

— ¿Qué te atormenta? — pregunta al fin, se sienta a mi lado y me mira fijamente —. Déjame adivinar, discutiste con tu hermana, o no, te sientes culpable por algo.

— Desapareces dos semanas y ahora intentas descifrar lo que siento solo porque estoy jugando un poco— la ironía es más que obvia, no estoy molesto porque no viniera antes, sé que no es por su culpa, pero es frustrante que analice todo.

— Marie me dijo que casi no sales de aquí, y como te conozco bien, algo está pasando.

Termino el juego y dejo el mando en la mesilla de enfrente, me giro un poco para mirarlo de frente. Tan indescifrable como siempre, observando cada cosa sin excederse y esperando con paciencia mi respuesta.

— Elizabeth no deja de echarme en cara lo que paso el año pasado, mi hermana parece una niña pequeña y mi madre casi no está en casa — hago una pausa antes de seguir porque son más cosas de las que creía —. Mis mejores amigos desaparecen a la primera, y solo regresan si necesitan algo, y ya estoy harto.

— ¿Qué hizo Mateo ahora? — ignora todo lo demás y se centra en lo último, lo más obvio.

— Se fue molesto, y vino ayer para pedirme una sala privada en el club del sur para ir con unas chicas que acababa de conocer — me da igual, pero a la vez no —. Lo de siempre.

— ¿Cuándo le vas a explicar a Elizabeth que no fue tu culpa?— vuelve a preguntar, indagando en lo más profundo, buscando respuestas que solo yo tengo.

— ¿Qué le voy a decir? Lo siento Lizzy, pero tienes que entender que cuando te secuestraron fue porque mi madre enloqueció y pensó que ibas en contra de ella y quería matarte para borrar pruebas. Ah, y que te pedí que espiaras a esas personas porque no confío ni en mi propia sombra — parece ilógico que sea Tiago quien me pregunte algo tan obvio —. Y se supone que eres el más listo de los dos.

— No se trata de ser el más listo. Es más bien, ser sincero con quienes quieres — responde como si fuera muy obvio todo. Al ver mi cara de confusión explica mejor su idea —. A ver, la quieres, es obvio, por eso tanta culpa. Le dices la verdad y ya será su decisión quedarse o no.

— ¿Estar muchos dias encerrado con tu madre te ha dejado tocado o algo? — suena cruel, pero es cierto. Margot no está bien y pasar mucho tiempo con ella causa algunos fallos en nuestros cerebros.

— Al menos mi madre si pasa tiempo conmigo — golpe bajo. Le dolió lo que dije y me lo regresa.

— Estuve casi cuatro años sin madre ni padre, casi que sin hermana mayor, de verdad esperas que me importe que Jessie desaparezca cuando le place? — una sonrisa cínica se asoma tan sutil como inesperada —. Mejor para mi.

— El que está mal aquí eres tú, y mucho además — no me tiene miedo, pero tampoco confianza como para acercarse más de la cuenta —. ¿Vamos al club de tenis?

— Mejor vamos a montar, compre un nuevo caballo y quiero verlo — acepta sin problema. Salimos del cuarto de juegos y no me molesto en cambiarme, allá tendré la ropa adecuada.

— ¿Desde cuándo te gustan tanto los caballos como para comprar uno? — pregunta confuso mientras nos acercamos a mi auto.

— Desde que busco algún tipo de inversión. Como el club de equitación.

— Estás mal Nicolás, de verdad que si — más que un reproche es un comentario burlón.

Subimos al auto sin prisa, me siento en el asiento del conductor y él en el copiloto. Me importa poco no tener la edad legal para conducir. Soy Nicolás Lombardi y puedo hacer lo que me apetezca sin consecuencias muy fuertes.

Vida perfecta (III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora